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"¿Qué hago para sentirme más tranquilo ante el conflicto de la independencia?"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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"¿Qué hago para sentirme más tranquilo ante el conflicto de la independencia?"

Muchos sienten ansiedad cuando se genera un clima social tenso que se desborda. Se trata de reacciones comunes ante circunstancias extraordinarias

Foto: Ambiente en una concentración por la independencia. (EFE)
Ambiente en una concentración por la independencia. (EFE)

Un lector nos escribe diciéndonos: "Tengo 63 años y estoy en un buen momento, y sin problemas de salud. Pero desde hace semanas no duermo ni como bien, lo que está pasando me tiene angustiado. El tema de la independencia y la intranquilidad que hay me obsesionan. Estoy de mal humor y no puedo pensar en otra cosa, incluso cuando hago lo que me entretenía, como estar con mis nietos o ir al cine. No salgo a andar, me paso el día leyendo periódicos de todos los tipos buscando algo que me tranquilice. Pero lo que encuentro me da más miedo. Tengo mi propia opinión sobre el asunto, claro, pero no entiendo el odio que se ha creado. La verdad, estoy asustado […]".

El experimento que explica el extremismo

Ante todo, tiene que saber que vive reacciones normales ante circunstancias anormales. Muchísimas personas sentimos lo mismo cuando se genera un clima social tenso que nos desborda. Hace unas décadas, el psicólogo Muzafer Sherif creó un enfrentamiento bélico para estudiar estas reacciones psicológicas. El experimentador se llevó de campamento a un grupo de chicos de ambientes socioculturales y económicos similares, sin razones de fondo para pelearse. Sherif, arbitrariamente, partió el grupo por la mitad y llamó a un equipo los “Águilas” y a otro los “Serpientes”. Después, mediante juegos competitivos, les hizo creer que solo ganando al otro grupo podían obtener ciertos objetivos.

Deje de rebuscar en la prensa información tranquilizadora. Nunca la va a encontrar

Las barricadas parecen tener solo dos lados. El mismo día, los “Serpientes” y los “Aguilas” inventaron sus banderas y sus himnos, esos “significantes vacíos” de los que hablaba Laclau que permiten movilizar a los colectivos sin necesidad de acordar un objetivo. Al día siguiente, algunos chavales empezaron a extremarse. Surgieron rápidamente epítetos despectivos para designar al otro grupo y comenzaron los insultos y la quema de banderas rivales. En pocos días, el experimento logró ese efecto obsesivo que caracteriza los climas bélicos: en el campamento solo se hablaba de la disputa entre los dos bandos. Surgían problemas importantes para los niños y nadie se preocupaba de ellos. El conflicto lo centralizaba todo: cuando los investigadores cometían injusticas colectivas, los niños protestaban contra el otro grupo en vez de unirse contra el verdadero culpable.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

Mientras dura el clima visceral, lo más difícil psicológicamente es no pertenecer a los extremos. En el experimento de Sherif sufrieron más los chavales que no participaron del fanatismo de uno u otro bando. Por una parte, quedaban “desarraigados”: unos les acusaban de traidores, los otros de enemigos. Y sus intentos de aclarar los falsos rumores o matizar las exageraciones sobre el otro grupo eran despreciados. Al igual que le sucede a usted, estaban continuamente sometidos a un exceso de información sobre el supuesto conflicto y observaban con impotencia cómo el clima bélico se generalizaba.

Olvidar lo que no se puede controlar

El fenómeno psicológico más temible en estos momentos es el síndrome de indefensión. El psicólogo Martin Seligman denominó así a la sensación global de que los acontecimientos escapan a nuestro control. Sus síntomas son tristeza, desmotivación, mal humor por culpa de una ira que no podemos canalizar, falta de hedonismo… Sentimos que hemos perdido las riendas de nuestra vida, la necesaria sensación de control sobre lo que nos sucede. Las personas que no se sienten identificadas con los fenómenos sociales viscerales sienten que no pueden hacer nada por sí mismas para detener el sinsentido. Y tampoco pueden confiar en los que tienen poder porque saben que están interesados en aumentar la tensión.

La primera cuestión importante es recuperar esa sensación de control interno perdida. Seligman mostró en sus experimentos que el síndrome de indefensión tiende a generalizarse. Cuando perdemos la sensación de control en una cuestión determinada, corremos el riesgo de olvidar que podemos controlar el resto de nuestras vidas. Para evitarlo, intente retomar las cuestiones cotidianas en las que mantiene el control: pautas de sueño, ritmos de alimentación, trabajo, ejercicio físico, aficiones…

Mejore su estado de ánimo desconectando o riéndose de la ineptitud de los políticos, le ayudará


Desconecte del tema. Deje de 'zapear' la prensa buscando información tranquilizadora. Nunca la va a encontrar. Gavin de Becker, en su libro “ The gift of fear”, analizó el papel que tienen los medios de comunicación en los climas sociales angustiosos. El autor nos recordaba que el periodismo tiende a subrayar siempre las malas noticias porque son las que más impactan. Por eso es importante que se autoimponga periodos de desconexión dedicados a otras áreas de su vida. Limite las franjas horarias que dedica a informarse. Permítase aislarse del tema días enteros.

Salga del pensamiento circular. Cuando sentimos que no podemos hacer nada por variar el curso de los acontecimientos entramos en el “pensamiento rumiativo”. Al igual que hacen las vacas con el alimento, damos vuelta al problema que nos ocupa sin acabar de digerirlo. Para salir de ese círculo vicioso, intente focalizar la mente hacia la resolución de los pequeños problemas de la vida cotidiana y a la elaboración de planes de futuro.

Evite 'horribilizar' la situación, es lo que quieren los que la están creando. Ha vivido antes circunstancias alarmantes y ha resistido

Ponga en marcha sus propios mecanismos de resiliencia. Llamamos así a la capacidad que tenemos los seres humanos de seguir adelante en los malos momentos. Todos disponemos de esos mecanismos de afrontamiento, pero tendemos a olvidarlos. Busque esas técnicas. No suelen ser grandes remedios, sino más bien cuestiones sencillas pero cotidianas. Por ejemplo: a muchas personas les funciona el sentido del humor. Los que promueven el conflicto desprecian la risa, pero a los que están fuera de la visceralidad les ayuda. No solo cambia el estado de ánimo: también ayuda a pensar “fuera de la caja”. Cuando el director Sergio Cabrera estrenó ' Golpe de estadio', una película en la que ironizaba sobre el conflicto colombiano, fue recriminado por hacer humor con un tema tan dramático. Él respondió: “La risa no solo ablanda el dolor, sino que lo deja ver. La risa entiende. Hay que usar la risa para probarles a quienes todavía creen en el humor que no tenemos miedo, que estamos dispuestos a cruzar los márgenes paralizantes del temor y accionar el imaginario por la paz”.

Crear una distancia

Evite 'horribilizar' la situación, porque eso es lo que quieren los que la están creando. Tiene ya una gran experiencia vital: ha vivido circunstancias alarmantes y ha resistido el embate. No asuma como crónico aquello que está viviendo. La tristeza, la angustia y la desmotivación parece que nunca se irán, pero en realidad siempre se acaban marchando dejándonos la impresión de que nunca estuvieron. Pregúntese: ¿qué es distinto en los momentos en que tengo la impresión de que recupero el control? Repasar los últimos días para responder a la “pregunta de la excepción” le ayudará a darse cuenta de que hay instantes puntuales buenos en medio de sus problemas y de que usted continua teniendo potencial para alcanzar esos momentos aunque en esta época de su vida no sean habituales.

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Foto: EFE.

Acepte el miedo, pero analice cómo se lo están creando. Es natural que esté angustiado: el clima social le tiene que afectar. Pero trate de mantener la lucidez suficiente para saber que sus temores han sido inducidos como arma de manipulación. "Lo único de lo que debemos tener miedo es del miedo", dijo en 1933 F. D. Roosevelt. En el experimento de Sherif, la desconfianza hacia el otro fue utilizada desde el primer día por los dos bandos. Siempre ha sido así: nuestros recelos se pueden construir intencionadamente dentro de nuestro colectivo. Y eso les da mucho potencial como arma política. Desde Jean Delumeau (' El miedo en Occidente') hasta Naomi Klein (' La doctrina del shock'), son cientos los investigadores que nos advierten que una emoción básica que paraliza a unos y llama a la acción a otros es muy aprovechable en los climas viscerales. Mejorar su estado de ánimo desconectando, riéndose de la ineptitud de los políticos o luchando contra la indefensión que nos produce la situación le va a ayudar. Pero además es necesario que analice a quién le interesa que tenga miedo y esté angustiado para no consentir que le anulen.

Un lector nos escribe diciéndonos: "Tengo 63 años y estoy en un buen momento, y sin problemas de salud. Pero desde hace semanas no duermo ni como bien, lo que está pasando me tiene angustiado. El tema de la independencia y la intranquilidad que hay me obsesionan. Estoy de mal humor y no puedo pensar en otra cosa, incluso cuando hago lo que me entretenía, como estar con mis nietos o ir al cine. No salgo a andar, me paso el día leyendo periódicos de todos los tipos buscando algo que me tranquilice. Pero lo que encuentro me da más miedo. Tengo mi propia opinión sobre el asunto, claro, pero no entiendo el odio que se ha creado. La verdad, estoy asustado […]".

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