El consultorio psicológico del siglo XXI
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“Me da igual mi trabajo y sé que no puedo seguir así”
Los fármacos ayudan a romper con los eslabones de la depresión, pero pueden estancarte en una especie de limbo del que debes salir aunque te sientas cómodo
Buenas tardes Sr. Muiño, le escribo acerca de una serie de circunstancias profesionales que me vienen sucediendo y sobre las que me gustaría conocer su opinión. Hace pocos años comencé a sufrir una crisis personal relacionada con el trabajo. Hasta entonces había trabajado en el área de finanzas de una empresa. Nunca me había gustado, y desde que fui ascendido la situación se había visto agudizada, al asumir un puesto directivo que me generaba cierta ansiedad (soy propenso a este tipo de problemas). Esto, unido a otras circunstancias, marcó un punto de inflexión, y comencé a valorar la posibilidad de cambiar de rumbo. Durante los dos años siguientes, por motivos económicos (casado y con hijos, mi esposa no trabaja) traté de mantener el tipo y seguir como siempre. Las condiciones no eran malas, pero cada día me costaba más, hasta el punto de decidir presentar mi dimisión y pedir el traslado a otro departamento a mediados del año pasado.
Por las características de la empresa solo se pudo completar a medias, y, debido a la tensión acumulada, se me diagnosticó una depresión en la parte final del año pasado. No llegué a coger la baja, pero comencé a tomar medicación que me vino muy bien. No obstante, no sé si por causa de la medicación o por agotamiento, los últimos meses me encuentro con ciertos problemas de concentración y con una sensación de total desvinculación personal de mi tarea; trabajo mis horas e intento hacerlo bien, pero es como si me diera un poco igual el resultado. Es una situación que no me gusta demasiado, pero en la que me encuentro cómodo, aunque no sé si debería preocuparme, ya que ni siento que esté rindiendo bien ni, de otro lado, tengo fuerzas para avanzar en otros proyectos personales que estoy iniciando. La sensación general es de estar totalmente cómodo y relajado, pero soy consciente de que no puedo quedarme así para siempre, aunque ahora tampoco me veo capaz (ni creo prudente) intentar forzar la máquina. Un saludo.
Cada vez hay más estudios que encuentran factores relacionados con el trabajo dentro de los círculos viciosos que llevan a la depresión
Hola. Siento de verdad lo que te está sucediendo. Admiro tu inconformismo: muchas personas se resignarían a una situación en la que, como tú dices, “te encuentras cómodo”. Veo que tú sabes que no es sostenible, así que voy a intentar aportarte ideas de autores diversos entre las que espero que encuentres explicaciones y formas de afrontar lo que te sucede.
El mundo laboral está en el punto de mira de los que investigan los problemas psicológicos. Cada vez hay más estudios que encuentran factores relacionados con el trabajo dentro de los círculos viciosos que llevan a la depresión. Un ejemplo: los psicólogos Christian Dormann y Dieter Zapf estudiaron, durante una década, cómo respondieron los ciudadanos de la antigua República Democrática Alemana a los cambios drásticos del mercado laboral. Su investigación encontró que muchos de ellos fueron entrando, poco a poco, en una de las cadenas depresivas más habituales: vida poco estimulante, pérdida de autoestima, aislamiento, tristeza, vida menos estimulante. Estos trabajadores se fueron ensimismando hasta acabar siendo considerados por jefes y compañeros como individuos huraños y con poco sentido del humor. Eso aumentó su soledad y la probabilidad de acabar cayendo en una depresión. La prevalencia de esta enfermedad terminó siendo un 40% mayor que en el resto de la población. Cerrando el círculo, eso acabó dificultando su probabilidad de conseguir mejores trabajos que mejoraran su estado de ánimo. La psicóloga australiana Dorothy Rowe decía que “la depresión es una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero”. La cárcel de melancolía que edifica está construida en círculos, como el infierno de Dante, y recordarlo puede ayudarte a salir de ella.
Estrés y distrés
¿Qué circunstancias laborales pueden convertirse en eslabones de esta cadena? Hemos hablado de algunas de ellas en el Consultorio: expectativas excesivas sobre un nuevo puesto, jefes que abusan de su poder, descenso en la escala laboral… En todas ellas hay un fenómeno común. El psicólogo de la Universidad de Oregón Peter Lewinsohn, uno de los grandes estudiosos del tema, nos recuerda que al principio de la depresión causada por nuestro trabajo encontramos siempre desmotivación ante una vida profesional que nos estresa no por su dificultad, sino por su falta de incentivo.
Te voy a aportar un concepto que quizás te ayude a explicarte lo que te ocurre y superarlo. Respondiendo a otro lector hablé, en un post anterior, del estrés. En principio se trata de un fenómeno neutral, sin connotaciones negativas: es un sobreesfuerzo que realizamos para responder a algo que nos pone en estado de alerta. Sin embargo, todos sabemos que esos empeños a veces los recordamos como provechosos… y otras veces como nocivos. El psicólogo Richard Lazarus, de la Universidad de California, Berkeley, desarrolló un modelo para explicar estas diferencias. Según sus investigaciones, en el estrés importa más la valoración que hace el individuo de la situación que las características objetivas de ésta. Cuando una circunstancia requiere nuestra movilización, ponemos en marcha ciertos procesos mentales. Si nos llevan a interpretar que no hemos elegido lo que está ocurriendo o creemos que no vamos a poder afrontarlo, comenzamos a sufrir distrés, estrés negativo.
Una vida poco estimulante y un determinado patrón de personalidad pueden conducirte a que te sientas culpable por estar triste
Creo que en tu caso es especialmente importante el primer factor. Tú has sentido tu trabajo como algo que la vida te ha impuesto, no crees que forme parte de tu identidad ni piensas que el esfuerzo que realizas tenga un sentido vital. Ese distrés, que experimentamos cuando nos sentimos obligados a afrontar un estado de alarma, puede convertirse en uno de los eslabones de la cadena que lleva a la depresión. Muchos investigadores (puedes echarle un vistazo, por ejemplo, a los textos del psicólogo Michael Mahoney) hablan de una interacción entre varios factores como causa explicativa de la enfermedad. No existe ninguna variable que explique completamente una depresión. Por eso hablamos de relaciones causales que actúan como un círculo vicioso. Por ejemplo: una vida poco estimulante y un determinado patrón de personalidad te puede llevar a sentirte culpable por estar triste. Este estado de ánimo melancólico te llevará al pesimismo sobre los cambios posibles…y este fatalismo te conducirá a una vida más carente aún de estímulos. Esta cadena relacionaría factores conductuales (trabajo poco estimulante), de personalidad (tendencia a la excesiva responsabilización), emocionales (tristeza), bioquímicos (distrés) y cognitivos (pesimismo) en un círculo que se agranda.
Al tomar medicación, rompiste esa cadena por el eslabón químico. Fue un primer paso que, por lo que cuentas, ha conseguido reducir tu nivel de desasosiego. Ahora parece que el cuerpo te pide dar los siguientes. Estas teorías multifactoriales de la depresión te pueden ayudar a no quedarte en esa especie de nirvana al que te han llevado las pastillas. David Healy, catedrático de la Universidad de Cardiff, alertaba en su caustico libro 'Let Them Eat Prozac: The Unhealthy Relationship Between the Pharmaceutical Industry and Depression', contra ese riesgo. Healy nos habla de personas que han convertido en “soma” paralizador una medicación que les había generado el sosiego suficiente para romper los otros eslabones de la cadena.
Medicación y sed
En otro artículo hablé del riesgo de esta tendencia (extendida por muchos prescriptores de fármacos y por muchos libros de autoayuda) a anticipar la felicidad antes de que llegue. Te voy a contar un experimento que quizás te sirva de metáfora de lo que te está ocurriendo. Heather Kappes, profesora de la Universidad de Nueva York, pidió a sus sujetos experimentales que no bebieran ningún líquido durante unas horas. Después, cuando la sed les acuciaba, hizo que uno de los grupos se sintiera saciado mediante una técnica de auto-hipnosis. La estrategia funcionó y los miembros de este grupo se sintieron tan bien… que se quedaron sin motivación para saciar su sed cuando la investigadora les autorizó a hacerlo. Pero, como recordaba la Doctora Kappes, su placentera sensación no había solucionado su carencia real de líquidos: su cuerpo se resintió igual aunque se mostraran felices.
Te propongo ese experimento como metáfora de lo que te está ocurriendo. Es posible que la medicación haya saciado tus ganas de acabar con tu distrés, pero tu cuerpo sigue teniendo sed aunque no la notes. Así que quizás te ayude más utilizar de otra forma los efectos de las pastillas, entendiendo tu mejoría solo como la apertura del túnel de salida de la cárcel de la depresión. Échale un vistazo a los artículos en que propongo ideas para este tema: te ayudarán a recuperar las riendas de tu vida, cambiar las ideas fatalistas y seguir excavando el túnel.
Un abrazo.
Buenas tardes Sr. Muiño, le escribo acerca de una serie de circunstancias profesionales que me vienen sucediendo y sobre las que me gustaría conocer su opinión. Hace pocos años comencé a sufrir una crisis personal relacionada con el trabajo. Hasta entonces había trabajado en el área de finanzas de una empresa. Nunca me había gustado, y desde que fui ascendido la situación se había visto agudizada, al asumir un puesto directivo que me generaba cierta ansiedad (soy propenso a este tipo de problemas). Esto, unido a otras circunstancias, marcó un punto de inflexión, y comencé a valorar la posibilidad de cambiar de rumbo. Durante los dos años siguientes, por motivos económicos (casado y con hijos, mi esposa no trabaja) traté de mantener el tipo y seguir como siempre. Las condiciones no eran malas, pero cada día me costaba más, hasta el punto de decidir presentar mi dimisión y pedir el traslado a otro departamento a mediados del año pasado.