El consultorio psicológico del siglo XXI
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"Todas mis parejas me decepcionan, son unos hipócritas. ¿Voy a acabar sola?"
Para saber si las personas con las que tenemos una relación son las adecuadas, debemos aprender a hacerles las preguntas idóneas y recordar que todos fingimos en ocasiones
"Hola, buenas tardes. Soy una mujer de 45 años que después de numerosas decepciones se encuentra en un momento de cierto aislamiento. La razón de mis decepciones siempre es la misma. Para mí hay una serie de valores ideológicos muy importantes. Por ejemplo, creo en la igualdad en la pareja, en los derechos de los animales y en la no violencia. Establezco mis relaciones de amistad y amorosas basándome en ese criterio. No podría tener una relación profunda de ningún tipo con personas que no crean en lo mismo que yo. Pero siempre acaban decepcionándome. Acabo viendo en mis parejas y en mis amigos muchas actitudes que traicionan esos principios. Y últimamente me está pasando en el mundo laboral, con personas con las que yo colaboraba creyendo que teníamos un proyecto ético en común. Pero soy incapaz de resignarme a tragar con personas hipócritas. ¿Eso significa que voy a acabar más sola aún?".
Hola. Creo que tu email refleja un fenómeno muy habitual en el mundo moderno: la decepción de expectativas éticas que puede llevar al aislamiento social. De hecho, he respondido otras cartas en las que este problema estaba latente. Voy a contarte cómo ven este tema algunos psicólogos. Espero que alguno te pueda ayudar en este momento de crisis.
Podemos fingir un total acuerdo ideológico con tal de ligar con alguien y eso nos convierte puntualmente en hipócritas
Muchos estudios coinciden en reconocer la ubicuidad de la incongruencia ideológica. El fenómeno es tan cotidiano que en su último libro ('Why Everyone (Else) Is a Hypocrite: Evolution and the Modular Mind') el psicólogo evolutivo Robert Kurzban afirma que la hipocresía es el estado natural de la mente humana. Su teoría es que nuestra mente se compone de unidades especializadas que tienen, cada una, un sentido adaptativo. Estos módulos tienen objetivos distintos. Por ejemplo: hay una parte de nuestra psique dedicada a nuestras opiniones ideológicas y otra focalizada en seducir a las personas que nos gustan. Durante la mayoría de nuestra vida, esos procesos funcionan en paralelo y cada uno actúa con coherencia. Pero cuando los objetivos de dos áreas chocan, atendemos a la que más nos importa en esos momentos. Siguiendo con el ejemplo, podemos fingir un total acuerdo ideológico con tal de ligar con alguien y eso nos convierte puntualmente en hipócritas. El problema con esos actos fariseos, según Kurzban, es que acaban socavando nuestro sentido del yo. Por eso estamos mentalmente preparados para no detectar nuestra incoherencia. Nuestro cerebro recuerda las ocasiones en que nuestros objetivos no se entrecruzaban y hemos sido coherentes y olvida nuestras contradicciones cuando había que elegir optimizar una u otra finalidad.
Preguntar por lo concreto
El punto de vista de autores como Kurzban te llevaría a aceptar la impureza ideológica. Como decía Nietzsche: "No existe nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía". Si te abres a la idea de que la coherencia es cuestión de grados, abandonarás también el fatalismo al que te han llevado las continuas decepciones. Descubrirás que no existe, tampoco, la hipocresía absoluta: todos somos coherentes ideológicamente con ciertos valores morales. No tendrás que resignarte a la soledad si afinas tu "casting emocional" y aprendes a detectar compromisos éticos suficientes para establecer relaciones.
Para eso tienes que aprender a preguntar. Las investigaciones te aportan un dato: no plantees cuestiones generales que se puedan responder con palabras imprecisas. Que alguien te diga que es feminista, animalista o pacifista no te ayuda a prever su conducta futura. Martin Fishbein e Icek Ajzen, profesores de la Universidad de Massachusetts, idearon muchos experimentos que mostraban esta intrascendencia de las ideas abstractas. Su conclusión: cuando buscamos actitudes coherentes, no debemos preguntar a los demás por opiniones generales, sino por situaciones concretas. Las actitudes abstractas no significan nada porque, como reza el viejo adagio popular, "es más fácil amar a la humanidad que al vecino". Llevándolo a tu caso: es inútil que le preguntes a alguien si cree en la igualdad entre hombre y mujer porque te dará la respuesta políticamente correcta. Para saber su verdadera opinión, tienes que plantearle qué haría (o, mejor: qué hizo) en situaciones concretas en que se ponía en juego esta idea.
Creemos en la complicidad en los primeros contactos y nos olvidamos de que la química ideológica responde a la química hormonal
Ahí te darías cuenta de que la gran trampa mental que permite la incoherencia son las excepciones. Stephen Kraus, profesor de la Universidad de Florida, es uno de los psicólogos que estudian con más lucidez cómo determinadas personas pueden ir en contra de sus valores morales. Según este autor, para nuestro cerebro es muy fácil excusarnos convenciéndonos de que en determinados actos concretos, nuestras actitudes "no cuentan". Esa es una de las razones por las que solo los demás nos parecen hipócritas: nosotros creemos que determinados actos suyos contradicen su escala de valores, pero ellos piensan que no. Y nosotros hacemos lo mismo con nuestras conductas. En ese caso concreto nos decimos: "Actuar así no va en contra de mis principios".
Si lees en profundidad a estos autores, entenderás mejor cómo correr ese tupido velo que hace que los que te rodean se crean coherentes. Eso te llevaría a otra estrategia que ya planteé en otro artículo de este Consultorio: no ser ni confiada ni desconfiada. Se trata de dejar el juicio en suspenso el mayor tiempo posible e ir viendo acontecimientos. Tendemos a creer mucho en la complicidad que a veces se produce en los primeros contactos. Y nos olvidamos de que, como recuerdan autores como Helen Fisher, la sensación de química ideológica responde más a la química hormonal que a verdaderos acuerdos. Jean Paul Sartre afirmaba que "dos personas nunca están de acuerdo: si parece que lo están, ha sido por un malentendido". Y ese tipo de falso consenso es habitual en los primeros momentos de las relaciones.
Normativos y humanistas
Por lo que cuentas en tu email, para liberarte de esa tendencia a confiar inmediatamente en la coherencia de los demás, quizás tengas que luchar contra tu propia personalidad. El psicólogo Silvan Tomkins divide a los seres humanos en "normativos" y "humanistas". Los primeros tienden a pensar que los demás son peligrosos y están en continua alerta ante el lado oscuro del ser humano. En el otro extremo están los humanistas, personas empáticas que piensan que los seres humanos son habitualmente honestos en sus palabras. Tomkins encuentra en sus investigaciones que adoptamos una u otra estrategia de forma estable. Aunque intentemos justificar nuestra actitud como producto de la experiencia vital, en realidad varía poco con las circunstancias. Todos conocemos a individuos que no se fían nunca de nadie y que cuando ven actos claramente altruistas tienden a pensar: "Algo espera ganar". En el otro extremo, vemos a personas que siguen confiando en los demás, aunque sean decepcionados una y otra vez.
Tú pareces ser de estas últimas. Echar un vistazo a estos científicos te puede ayudar a reinventarte y utilizar a partir de ahora una estrategia más prudente. Como decía el poeta Wallace Stevens, "la confianza, como el arte, nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas". Aceptar esa incertidumbre y la necesidad de una continua revisión de tus relaciones en función de los actos ajenos concretos es el gran reto que te plantean estos autores.
"Hola, buenas tardes. Soy una mujer de 45 años que después de numerosas decepciones se encuentra en un momento de cierto aislamiento. La razón de mis decepciones siempre es la misma. Para mí hay una serie de valores ideológicos muy importantes. Por ejemplo, creo en la igualdad en la pareja, en los derechos de los animales y en la no violencia. Establezco mis relaciones de amistad y amorosas basándome en ese criterio. No podría tener una relación profunda de ningún tipo con personas que no crean en lo mismo que yo. Pero siempre acaban decepcionándome. Acabo viendo en mis parejas y en mis amigos muchas actitudes que traicionan esos principios. Y últimamente me está pasando en el mundo laboral, con personas con las que yo colaboraba creyendo que teníamos un proyecto ético en común. Pero soy incapaz de resignarme a tragar con personas hipócritas. ¿Eso significa que voy a acabar más sola aún?".