Empecemos por los principios
Por
Ponce de León, de las fuentes de la eterna juventud a poner las primeras piedras de una gran nación
A resultas de un relato adaptado a conveniencia de los anglosajones y de una amnesia algo sospechosa por parte de los mismos, es que a día
Hace ya quinientos años, EEUU entraba en la historia de occidente. Un hijo de Castilla, nacido en Santervás de Campos (Valladolid), se había adelantado en más de cien años a los puritanos que desembarcarían en Massachusetts en el Mayflower.
La llegada de esta expedición española a Florida fue el inicio de una prolongada estancia de más de trescientos años, ni siquiera hoy igualada por el tiempo transcurrido desde que Norteamérica es nación.
Desde Florida hasta Alaska, que ya es decir, y desde Alaska hasta la Patagonia y más allá, un puñado de hombres dejó un legado de descubrimientos en una era de exploraciones sin precedentes.
Grandes héroes de los descubrimientos
Además del propio Ponce allá por 1513 –momento en el que arriba a Florida–; habían dejado su impronta, Cabeza de Vaca en su inolvidable gesta; Pánfilo de Narváez, al que los caprichos de la fortuna maldijeron con resultados inversos al calado de su gran apuesta: Hernando de Soto, llamado” el inmortal” por las innumerables heridas recibidas en combate finalmente lastrado a su muerte en el Misisipi por sus propios hombres; Bernal Díaz del Castillo, cronista, testigo y actor de la caída de las grandes civilizaciones mesoamericanas; Bernardo de Gálvez, gran aficionado a aplicar severos correctivos a los ingleses y un largo número de excelentes soldados, cronistas, hombres de letras, marinos, etc.
A primera vista, la intención de Ponce de León no era otra que la de la búsqueda de las fuentes de la eterna juventud; en primera instancia en las Islas Bimini (al norte de Cuba) y que dada su volátil ubicación vinieron a situarse más tarde en unas coordenadas indeterminadas, pero cercanas a lo que hoy es el norte de Florida. Más los indios locales, que ya sabían cómo se las gastaban los españoles, no estaban por la labor de darles muchas facilidades. Alguna expedición anterior había tocado accidentalmente costa por las derivas imprevistas y las contundentes tormentas y vientos huracanados.
En los claroscuros de su trepidante biografía hay algunas sombras y también un heroísmo extremo
De esta guisa, algo maltrechos y diezmados en cuanto a vituallas y oficialidad, al albur de una suerte caprichosa, algunas unidades traspasaron los limites de la honorabilidad y cometieron ciertas tropelías que los autóctonos estaban dispuestos a evitar a toda costa. No era la tónica habitual en la conducta de la milicia, pero solía ocurrir de vez en cuando.
Mas en el caso de Ponce las hostilidades de los locales tomaron un cariz preocupante y tuvo que apelar al poder de su acero más de lo que sería de desear. En los claroscuros de su trepidante biografía hay algunas sombras y también un heroísmo extremo. Cabe destacar la durísima represión ante la rebelión de los indios Tainos ubicados en lo que sería el actual Puerto Rico. Entendiendo que aquellos hombres se debatían en escenarios de supervivencia donde no cabían debilidades, se pueden hacer interpretaciones que excusen aquellas actuaciones, sin por ello obviar la autocrítica.
Un gran hallazgo casual
Sus continuados conflictos con uno de los vástagos de la saga Colón por derechos de propiedad en las explotaciones locales se dirimieron a través de la corona en perjuicio de Ponce, por lo que tuvo que abandonar la isla en busca de mejores pagos. Eso sí, no sin antes abonar una cuantiosa suma al monarca. Las contrariedades no le arredraron. La ocasión estaba servida para nuevas aventuras.
Con tres buques de porte medio, comandados por el experto marino Antón de Alaminos, puso proa al reto que le hizo famoso y cuyo legado aún hoy resuena en los anales de la náutica y de la historia. Tras tocar tierra en una zona aledaña a lo que hoy es Cabo Cañaveral y hacer una descubierta, intentaron bordear lo que se les antojaba como una isla, dando con un hallazgo sin precedentes que cambiaria rotundamente uno de los valores intangibles pero determinantes de una carta de navegación, tal que es el de las corrientes.
Habían descubierto la Corriente del Golfo de una manera absolutamente casual. Esto es, una vía marítima que habilitaba el transporte de mercancías con un esfuerzo sensiblemente inferior al que tenían que afrontar anteriores expediciones.
Aun habiéndole sido otorgado el título de "adelantado", lo que le daba derecho por parte de la Corona a la explotación de los territorios conquistados siempre que lo hiciera con sus propios medios, no se inclinó por un compromiso más profundo con las tierras exploradas. Por un lado la hostilidad de los indios locales y por otro los decepcionantes resultados ante la expectativa de riquezas inmediatas se conjuraron para que los asentamientos se demoraran más de lo previsto.
El momento de abandonar su cuerpo
Fue en 1521 cuando se decidió a embarcar en dos carabelas a dos centenares de hombres y mujeres para poblar de manera más comprometida aquellas tierras con un asentamiento permanente. En un choque con los indios, una flecha emponzoñada le avisaría de la proximidad de su muerte, dando al traste con este controvertido explorador. A los sesenta y un años abandonaría su cuerpo. Pasarían algunas décadas hasta que el asturiano Menéndez de Avilés, en 1565, sentara las primeras construcciones de lo que mas tarde sería dado en llamar San Agustín.
En la primera ciudad fundada en Estados Unidos, en un antiguo fuerte, todavía hoy ondea una bandera española.
Un compromiso más nítido por parte de las autoridades americanas y españolas de cara a las efemérides que conmemoran el quinto centenario de la llegada de Ponce de León sería de agradecer y daría altura a ambas naciones ante el reconocimiento de su pasado histórico.
Hace ya quinientos años, EEUU entraba en la historia de occidente. Un hijo de Castilla, nacido en Santervás de Campos (Valladolid), se había adelantado en más de cien años a los puritanos que desembarcarían en Massachusetts en el Mayflower.