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Cuando el suelo se nos hunde bajo nuestros pies, ¿qué nos queda?
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Mario Alonso Puig

Empecemos por los principios

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Mario Alonso Puig

Cuando el suelo se nos hunde bajo nuestros pies, ¿qué nos queda?

Cuando hablamos de vida interior no la oponemos al concepto de vida exterior, sino al de vida superficial. La vida interior es la vida profunda

Cuando hablamos de vida interior no la oponemos al concepto de vida exterior, sino al de vida superficial. La vida interior es la vida profunda, la que de verdad tiene calado porque nos define en lo que somos en verdad. Se trata de una experiencia íntima y personal de una fuerza que nos dirige, nos sostiene y nos apoya, sobre todo cuando sentimos que “el suelo se hunde bajo nuestros pies”.

Muchas personas hablarían de la existencia de un maestro interior y otras hablarían de la sabiduría del corazón. Sus propuestas y orientaciones no llegan en forma de razonamientos sino de intuiciones que nos muestran un camino a seguir. Blaise Pascal, contemporáneo de Descartes aunque más joven que él decía: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.

Construimos nuestra vida alrededor de esas necesidades que el zen nos dice que debemos liberarnos

A muchos nos gustaría entrar en contacto con esa fuerza transformadora que renovaría nuestras vidas y, sin embargo, no sabemos cómo hacerlo. Tal vez por eso, lo más sencillo sea reflexionar sobre aquello que quizás no tengamos que hacer si queremos penetrar en ese espacio sutil y descubrir esa realidad velada.

En el Zen, fruto de la unión entre budismo y taoísmo, se nos ofrece una guía para lograrlo:

1- Libérate de la necesidad acuciante de ganar a los demás

2- Libérate de la necesidad de tener siempre la razón

3- Libérate de la necesidad de mostrarte como superior

4- Libérate de la necesidad de tener más y más

5- Libérate de la necesidad de identificarte exclusivamente con tus logros

6- Libérate de cualquier obsesión por el reconocimiento, el prestigio, el estatus y la fama

No cabe duda que todo esto es muy exigente, ya que no es raro que construyamos toda nuestra vida alrededor de esas necesidades de las que ahora el zen nos propone que nos liberemos.

Hubo un gran filósofo indio que explicaba el por qué hay que desapegarse de estas cosas a las que muchos podemos estar tan apegados. Su nombre es Jiddu Krishnamurti y él dijo lo siguiente:

Aunque muchos intentemos acallar nuestro anhelo por ser, la llamada a despertar nunca dejará de tocar en nuestra puerta.

Krishnamurti no habla de autosuficiencia o de arrogancia a la hora de descubrir lo que es mi verdad, sino de responsabilidad para conocer y descubrir lo que es la verdad acerca de mi.

Irse poco a poco desapegando de esa exigencia de saber más, tener más y poder más puede reducir en gran medida nuestra ansiedad y ayudarnos a experimentar una mayor serenidad en la vida. Sólo en medio de esta calma que surge tras la tempestad podemos encontrar el silencio necesario para reencontrarnos con nuestra dimensión original. Aquí no hay ricos ni pobres, sabios o ignorantes, importantes o insignificantes, aplaudidos o rechazados. En esta dimensión todos tenemos la misma dignidad y la misma realeza.

Aunque muchos intentemos acallar nuestro anhelo por ser, sustituyéndolo por la necesidad de saber, poder y tener, la llamada a despertar nunca dejará de tocar en nuestra puerta. La vida interior es la que nos pone en contacto con nuestra mejor versión. Si la distancia que existe entre nuestra forma de ser actual y nuestra mejor versión es pequeña, también será pequeña la distancia que nos separa de los demás. Esto es así porque la distancia que me separa del otro es la misma distancia que me separa de mí.

Cuando hablamos de vida interior no la oponemos al concepto de vida exterior, sino al de vida superficial. La vida interior es la vida profunda, la que de verdad tiene calado porque nos define en lo que somos en verdad. Se trata de una experiencia íntima y personal de una fuerza que nos dirige, nos sostiene y nos apoya, sobre todo cuando sentimos que “el suelo se hunde bajo nuestros pies”.

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