Es noticia
Los periodistas que dedicaron 550.000 euros y dos años de trabajo a salvar vidas
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Empecemos por los principios
Iván Gil

Empecemos por los principios

Por
Iván Gil

Los periodistas que dedicaron 550.000 euros y dos años de trabajo a salvar vidas

Apostar por la calidad, el rigor y la profundidad no sólo genera un beneficio social, sino también económico. Así lo piensan los ricos 'padrinos' de esta redacción

Foto: La plantilla de Propublica está compuesta por medio centenar de trabajadores. (Knightfoundation)
La plantilla de Propublica está compuesta por medio centenar de trabajadores. (Knightfoundation)

¿Se puede poner precio a una vida humana? ¿Cuántas empresas apostarían por destinar 550.000 euros y dos años de trabajo de casi toda su plantilla con el objetivo incierto de evitar 150 muertes anuales de sus compatriotas? Las preguntas son retóricas, pero está claro que si algún tipo de organización empresarial reúne los requisitos para “arriesgar” fondos, recursos y tiempo con el objetivo de salvar vidas, éstas son aquellas con un ánimo no lucrativo, sostenidas principalmente por filántropos o patrocinadores comerciales. Su sello de identidad es que ni el cortoplacismo ni la búsqueda inmediata de beneficios condicionan las decisiones, lo que ofrece un mayor margen para primar el trabajo de calidad y la ética profesional.

Desafortunadamente, no se pueden citar demasiados ejemplos de entidades con estas características, al margen del tercer sector. Una minoría entre la que destaca el portal de periodismo de investigación Propublica que, efectivamente, ha destinado 550.000 euros y dos años de trabajo de casi toda su plantilla para evitar 150 muertes anuales de norteamericanos. ¿Cómo? Sacando a la luz pública una serie de investigaciones que documentan de manera contundente los peligros para la salud del principio activo del Paracetamol, el acetaminofeno. Un fármaco con el que están relacionadas más de 1.500 muertes en EEUU durante los últimos diez años, cómo han revelado los documentos publicados por este medio de comunicación.

La sociedad del cortoplacismo

El trabajo de Propublica, que el resto de medios de comunicación norteamericanos han difundido hasta colocarlo en un lugar privilegiado de la agenda setting, no es cuantificable en términos de rentabilidad económica, en tanto en cuanto las vidas humanas no tienen precio. Tampoco lo son el ejercicio de transparencia y las reformas que la Food and Drug Administration de los EEUU (FDA) tendrá que llevar a cabo para evitar que se repitan prácticas de favoritismo a la industria farmacéutica. Y es que las investigaciones revelan un colosal escándalo de corrupción en la FDA, organismo gubernamental que conocía desde hace más de una década los perniciosos efectos de este principio activo sobre la salud de las personas, a pesar de lo cual permitió su comercialización.

El sello de identidad de las empresas socialmente responsables es que ni el cortoplacismo ni la búsqueda inmediata de beneficios condicionan sus decisiones

Una necesaria purga en la FDA para evitar que la población vuelva a exponerse gratuitamente a los riesgos sanitarios derivados del consumo de fármacos supuestamente seguros. Todo ello gracias a la labor de una entidad, sostenida exclusivamente por aportaciones desinteresadas, que ha decidido apostar por la calidad, el rigor, la profundidad, la altura de miras con ambiciosos enfoques a medio y largo plazo y, en definitiva, por la calidad, tan antagónica a los modelos low cost y a la maximización de beneficios. Si se reúnen estos requisitos, los resultados acaban llegando y, literalmente, pueden salvar muchas vidas y hacer de este mundo un lugar más digno y habitable. Unos fines que cada vez están menos alejados del ADN de nuestra sociedad y, por tanto, de las organizaciones empresariales que la componen. O si no, que se lo pregunten a los departamentos de I+D+i o a los centros de investigación científica.

“La responsabilidad social es económicamente viable”

El ejemplo de Propublica puede animar a que ciertas organizaciones revisen los parámetros sobre los que se mueven, tan alejados hoy en día de la búsqueda del beneficio social que no tiene por qué ir en detrimento del beneficio económico, aunque éste llegue a medio o largo plazo. Las tesis sobre esta simbiosis entre el beneficio social y el económico son un eco que procede del concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Una benévola intención que surgió a mediados del siglo pasado en EEUU, pero que no se puso de moda hasta 1999, cuando el secretario general de la ONU por aquel entonces, Kofi Annan, reclamó durante el Foro Económico Mundial de Davos que las empresas y mercados “adoptasen valores con rostro humano”. Unas palabras que multiplicaron los departamentos de RSC en las grandes empresas, aunque sin más intención que la de mejorar su imagen.

Las empresas de economía social (socialmente responsables por definición) son las que actualmente defienden estas tesis que, poco a poco, vuelven a resonar. Las fundaciones Bill y Melinda Gates, MacArthur, Knight o el Pew Research Center son algunas de las defensoras de estas tesis que han actuado como lobby y altavoz. A mediados del pasado mes de septiembre se celebró un encuentro en el que participaron los responsables de estas entidades. Entre sus conclusiones destaca la idea de que la responsabilidad social empresarial es económicamente viable, además de ser socialmente necesaria.

¿Se puede poner precio a una vida humana? ¿Cuántas empresas apostarían por destinar 550.000 euros y dos años de trabajo de casi toda su plantilla con el objetivo incierto de evitar 150 muertes anuales de sus compatriotas? Las preguntas son retóricas, pero está claro que si algún tipo de organización empresarial reúne los requisitos para “arriesgar” fondos, recursos y tiempo con el objetivo de salvar vidas, éstas son aquellas con un ánimo no lucrativo, sostenidas principalmente por filántropos o patrocinadores comerciales. Su sello de identidad es que ni el cortoplacismo ni la búsqueda inmediata de beneficios condicionan las decisiones, lo que ofrece un mayor margen para primar el trabajo de calidad y la ética profesional.