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El barco de los náufragos: por qué el PSOE debe imitar al Partido Demócrata
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Juan Antonio Valor

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Juan Antonio Valor

El barco de los náufragos: por qué el PSOE debe imitar al Partido Demócrata

Como el PSOE siga haciendo lo que hace y diciendo lo que dice, va a dejar de tener la relevancia que aún hoy le reconocemos. La solución está en Estados Unidos

Foto: Si quiere evitar su hundimiento, el PSOE debería empezar a fijarse en el Partido Demócrata estadounidense. (Ilustración: Jesus Learte Álvarez)
Si quiere evitar su hundimiento, el PSOE debería empezar a fijarse en el Partido Demócrata estadounidense. (Ilustración: Jesus Learte Álvarez)

Como el PSOE siga haciendo lo que hace y diciendo lo que dice, va a dejar de tener la relevancia social y política que aún hoy le reconocemos. El problema del PSOE y de la mayor parte del socialismo europeo es que no tienen un proyecto político claro y diferenciador, un proyecto bien definido de izquierdas que le permita distanciarse tanto de la derecha como del resto de la izquierda. La pregunta entonces es: ¿dónde ha de mirar el socialismo europeo para refundarse, para encontrar una identidad que le devuelva la ilusión por transformar el mundo? Y la respuesta es: en la izquierda americana.

Sí, la izquierda americana, representada actualmente por el Partido Demócrata, ofrece unas bases filosóficas y políticas sobre las que el socialismo europeo podría articular un nuevo proyecto transformador. Unas bases que en parte coinciden con la tradición de la izquierda europea y en parte difieren de ella, ya que la izquierda americana ha incorporado a lo largo del siglo XX un pensamiento propio y, a veces, crítico con el pensamiento europeo. Merecería la pena que el PSOE hiciera el esfuerzo de pensar lo que está haciendo esta izquierda y que tuviera la humildad necesaria para aprender de ella. Todos ganaríamos algo en ese intento.

¿Y qué es eso tan interesante que la izquierda americana nos tiene que enseñar? Muchas cosas, de las cuales voy a destacar tres. La primera es que se declara una izquierda sin principios. La derecha sí los tiene, y son los mismos desde el siglo XVII. La izquierda de orientación comunista también los tiene, y son los mismos desde el siglo XIX. Obviamente unos y otros no coinciden, pero ahí están, imperturbables al paso del tiempo, bien asentados como verdades absolutas, dando solidez a las rocas firmes sobre las que se levantan sendos edificios políticos. Sin embargo, a esta nueva izquierda de orientación americana, llamada por algunos malintencionadamente izquierda postmoderna, le asusta hablar de verdades absolutas y de la solidez de las rocas firmes. Es en este sentido en el que digo que la nueva izquierda no tiene principios. Y, ¿por qué le asusta hablar de verdades y de rocas? Pues porque piensa que esas palabras son demasiado grandes y que pertenecen al lenguaje de los dioses, pero que en boca de los hombres sólo hacen referencia a dogmas que se utilizan como instrumentos de dominación. Los hombres vivimos en un mundo pequeño, cambiante, problemático, decepcionante, limitado, doloroso, un mundo en el que las verdades vienen, van y desaparecen, un mundo que no es sólido, sino líquido, porque más que una roca parece la corriente de un río. Dicho de una manera más literaria, la nueva izquierda no tiene principios porque considera que la realidad es líquida.

Vayamos a la segunda idea que intenta transmitirnos esta nueva izquierda. Si el mundo es como dice Heráclito, que en él todo se mueve y nada permanece, y comparándolo con la corriente de un río dice que no podríamos bañarnos dos veces en él, entonces, ¿qué podemos hacer los náufragos para mantenernos a flote? Cuando nos vemos como náufragos en el trajín de la vida cotidiana no nos preguntamos: ¿qué es la verdad?; lo que nos preguntamos es: ¿cómo vivir sin morir en el intento? Entonces dejamos la verdad y los principios para los dioses y nos preocupamos de problemas más pequeños pero más importantes para los hombres. Problemas que tienen que ver con la educación de nuestros hijos, con el cuidado de nuestros mayores, con la mejora de la sanidad, con el acceso a una vivienda digna, con la mejora de las condiciones laborales y salariales, etc. ¿Qué tiene esto que ver con la verdad y los principios? Sencillamente nada. Todo esto tiene que ver con el dolor y con la felicidad humana.

Lo cual nos lleva a una tercera idea muy importante para la nueva izquierda. Se trata de poner en el centro de la actuación política el sufrimiento. Esto quiere decir que la política no ha de estar orientada por la verdad, por los principios, por la razón universal o por las fuerzas históricas, sino sencillamente por la eliminación de dolor y la búsqueda de la felicidad. ¿Por qué? Pues porque los hombres no sabemos qué es la razón universal ni qué son las fuerzas del devenir histórico, pero sí sabemos qué es el dolor y sí sabemos que no nos gusta. El dolor entendido como límite, como restricción, como opresión, como imposibilidad, en definitiva, de desarrollarnos nosotros mismos cumpliendo con nuestros propios proyectos de vida. Ya sabemos que el dolor y el mal se dicen de muchas maneras, que son variadas, en fin, las causas que impiden nuestro desarrollo: la enfermedad, la miseria económica y cultural, la fuerza de los poderosos… Y como no nos gusta que nos opriman, sino dejar que brote y vea la luz lo mejor de nosotros mismos, la nueva izquierda quiere cambiar el mundo para liberarnos y ser felices. Ya conocemos el grito que surge de este optimismo antropológico: “Yes we can”.

Donde se encuentra la mayoría

Creo que estos tres puntos definen un apasionante programa político que debieran hacer suyo el PSOE y la socialdemocracia europea, un programa que es reconocidamente crítico con esta tradición pero que, a la vez, es capaz de recoger aspectos irrenunciables de ella para ofrecer un discurso que da buena cuenta del mundo en el que nos ha tocado vivir.

Un discurso, además, claramente perfilado frente a la derecha y frente a la izquierda de tradición comunista. Y que no haya equívocos. No se trata de un discurso centrado, sino de un discurso radical. ¿Por qué? Pues porque la nueva izquierda se ha atrevido a remover los cimientos sobre los que se han construido los programas políticos europeos desde el siglo XVII. Ese mundo que surge en la modernidad, repleto de solidez y de principios, todavía hoy lo comparten PP e IU. Ambos partidos difieren en los principios, pero coinciden en su defensa de la solidez. Por eso ellos mismos se consideran a sí mismos gente seria. En cambio, el hábitat de la nueva izquierda es el agua. Así que si usted es, como yo, de los que no hace pie en tierra, súbase al barco de los náufragos. Estoy convencido de que allí nos encontraremos la mayoría.

Como el PSOE siga haciendo lo que hace y diciendo lo que dice, va a dejar de tener la relevancia social y política que aún hoy le reconocemos. El problema del PSOE y de la mayor parte del socialismo europeo es que no tienen un proyecto político claro y diferenciador, un proyecto bien definido de izquierdas que le permita distanciarse tanto de la derecha como del resto de la izquierda. La pregunta entonces es: ¿dónde ha de mirar el socialismo europeo para refundarse, para encontrar una identidad que le devuelva la ilusión por transformar el mundo? Y la respuesta es: en la izquierda americana.

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