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Guía breve para sobrevivir en España con 80,69 euros en la cuenta (como Susana Díaz)
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Héctor G. Barnés

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Guía breve para sobrevivir en España con 80,69 euros en la cuenta (como Susana Díaz)

Nuestros políticos se jactan de tener poco dinero en sus cuentas corrientes, pero este ejercicio de modestia resulta de mal gusto para aquellos que de verdad no tienen nada

Foto: Foto: Efe/Julio Muñoz.
Foto: Efe/Julio Muñoz.

Ya lo sabrán porque lo han dicho en la omnímoda tele, pero lo volveré a repetir. Esta semana, los candidatos a las elecciones andaluzas han hecho públicos sus bienes y la pedrea se reparte de la siguiente manera: Susana Díaz dispone de 80,69 euros en su cuenta corriente, además de una vivienda de 14.212 euros de valor catastral y un depósito bancario de 30.000. Centrémonos en el saldo bancario, que es con lo que se queda la gente. Juanma Moreno, del PP, declara 9.655 euros. Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, 4.495 y Juan Marín de Ciudadanos, 7.496. Si lo que pretendían es que la autoestima económica de las clases bajas y medias se viese reforzada, lo han conseguido, siempre y cuando obviemos la letra pequeña en forma de ahorros y bienes inmobiliarios. O eso, o se administran fatal y, por lo tanto, que Dios nos pille confesados.

En plena campaña, presumir que tu saldo en la cuenta corriente no supera los 10.000 euros (¡en ninguno de los casos!) es tan imprescindible como ir a un bar de barrio a tomar un menú del día –una hamburguesa de McDonald's en el caso de Pablo Casado– besar bebés, abrazar ancianos o prometer el lunes una cosa y el martes la contraria. Estratégicamente, tiene todo el sentido del mundo. Si hay algo capaz de unir a españoles de todas las comunidades, madrileños, andaluces, catalanes y extremeños, constitucionalistas y separatistas, izquierdas y derechas, es tener un boquete en la cuenta corriente del tamaño de la Torca del Porrón.

Disponer de 80 euros en la cuenta es el recordatorio de que caminamos por el borde de un barranco por el que podemos resbalar en cualquier momento

Me considero todo un privilegiado al no haberme visto obligado en 33 años de vida a sobrevivir con apenas 80 euros y 69 céntimos en la cuenta corriente, pero creo que soy de los pocos entre mis compañeros de generación que puede presumir de ello. Durante los años de estudios, primeros empleos, paro y precariedad, estar al borde de los números rojos y el consiguiente riesgo de descubierto en la cuenta era tan habitual como el botellón (perdón, botellona) o las llamadas perdidas para no gastar unos céntimos en mensajes de texto. Un ingrediente más de una cotidianidad que hacía vigilar al detalle cada gasto y suprimir placeres para alcanzar el día 1 sano y salvo.

El precio de la pobreza

La escasez de liquidez, en un país donde según los datos de Eurostat alrededor de un 15,6% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes, es casi un rasgo definitorio de nuestra experiencia reciente como españoles. No hay nada más humanizador, que acerque tanto al político de turno a la potencial masa de votantes, que ese contador casi al rojo en la cuenta corriente. Por más que aparezca complementado por ahorros, depósitos y otros bienes, en la cabeza del público se queda grabada esa cifra, de igual manera que no seré capaz de olvidar jamás que Cristina Cifuentes mantenía que apenas guardaba en la cuenta corriente 900 euros.

placeholder ¿900 euros en el banco? (Foto: Efe)
¿900 euros en el banco? (Foto: Efe)

Esta cifra impone comportamientos, limita posibilidades, impone una guía sobre cómo podemos vivir. Tener 80 euros en la cuenta equivale a no saber si vas a poder comprar un billete a tu casa para visitar a tu familia. A hacer continuos cálculos de facturas por pagar y deudas por saldar. A renunciar 'sine die' a vacaciones o modestas escapadas. A esperar que no haga mucho frío en invierno para no tener que poner demasiado la calefacción. A salir una noche avisando que tomarás una y para casa, porque estás cansado (mentira: estás corto de pasta). A contar los días hasta la siguiente nómina, en el caso afortunado de disponer de una. A temer que una reunión de trabajo se desmande e implique un esfuerzo económico mayor de lo esperado: ¡por favor, que a nadie se le ocurra pedir un taxi!

Pero disponer de 80 euros en la cuenta es, ante todo, el recordatorio de que caminamos por el borde de un barranco helado por el que podemos resbalar en cualquier momento. Un despido repentino, un ERE insospechado o un gasto sobrevenido –ese coche que deja de funcionar, ese electrodoméstico que alcanza su fecha de caducidad– son empellones que nos pueden hacer descarrilar de esas estrechas vías por las que un gran número de españoles se mueven. La única posibilidad en dicha situación es esperar, cruzar los dedos, limitar el gasto y, como mucho, salir a tomar una cerveza con los amigos. Porque, aunque solamos olvidarlo, los lazos personales, sea alrededor de unas tapas o no, siguen siendo gratis. Y son lo que generan comunidad y protección ante una posible caída.

La transparencia deja de cumplir su función y pasa a ser un ejercicio de humillación a aquellos que de aquí a fin de mes tendrán que sobrevivir con 80€

Por eso resulta de mal gusto que las rendiciones de cuentas de los políticos aspiren a ser tan proletarias. Por una parte, porque la realidad tampoco les dejaría en tan mal lugar –salvo excepciones, no son precisamente multimillonarios– y, por otra, porque me resulta más tranquilizador saber que el candidato de turno tiene unos ahorros que se corresponden con el lugar que ocupa en la sociedad y no con una poco creíble impostación de clase, manifestación de que si nos mienten en esto, nos mienten en todo. Es en ese punto en el que la transparencia deja de cumplir su función y pasa a ser un ejercicio de humillación involuntaria de aquellos que de aquí a fin de mes tendrán que sobrevivir de verdad con 80 euros en el bolsillo: análisis como el realizado por 'El Mundo' mostraron que alrededor de dos terceras partes de las declaraciones de bienes estaban incompletas o mal rellenadas.

Soy consciente de que se trata de una discusión banal, pero dice mucho sobre la distancia que hay entre la política de partido y el ciudadano. Tan iguales, tan distintos; cuanto mayor es el esfuerzo por aparentar una similitud de experiencias, modos de vida o capacidades económicas que no pueden ser más que fingidas, más evidente resulta la gran brecha que existe entre los que aspiran a ocupar los puestos de poder y aquellos que se sienten desposeídos. Tener 80,69 euros en tu cuenta corriente es, para el 99% de españoles, tener un grave problema. Y me gusta pensar que nuestros políticos no lo tienen ni deberían aparentar tenerlo.

Ya lo sabrán porque lo han dicho en la omnímoda tele, pero lo volveré a repetir. Esta semana, los candidatos a las elecciones andaluzas han hecho públicos sus bienes y la pedrea se reparte de la siguiente manera: Susana Díaz dispone de 80,69 euros en su cuenta corriente, además de una vivienda de 14.212 euros de valor catastral y un depósito bancario de 30.000. Centrémonos en el saldo bancario, que es con lo que se queda la gente. Juanma Moreno, del PP, declara 9.655 euros. Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, 4.495 y Juan Marín de Ciudadanos, 7.496. Si lo que pretendían es que la autoestima económica de las clases bajas y medias se viese reforzada, lo han conseguido, siempre y cuando obviemos la letra pequeña en forma de ahorros y bienes inmobiliarios. O eso, o se administran fatal y, por lo tanto, que Dios nos pille confesados.

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