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Estoy estresado, ¿alguien me ayuda?
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Estoy estresado, ¿alguien me ayuda?

Llego el lunes por la mañana a trabajar. Tengo sueño y estoy de malhumor. Reviso mi agenda: lo más importante de la semana es la presentación

Llego el lunes por la mañana a trabajar. Tengo sueño y estoy de malhumor. Reviso mi agenda: lo más importante de la semana es la presentación que tengo el martes a primera hora ante el comité de dirección, una gran oportunidad para lucir mi nuevo proyecto. Abro el e-mail. Mi jefe me ha mandado tres correos durante el fin de semana, todos ellos con tareas que califica de “muy urgentes”. Paso la primera media hora del día haciéndome una lista de cosas a hacer. Me agobio. Mi secretaria me pasa una llamada detrás de otra. Las atiendo, pero no les presto toda mi atención porque no puedo dejar de pensar en todo lo que tengo que hacer.

Resuelvo un par de asuntos de los que me encomienda el jefe, que en realidad no tienen nada de urgente. A mediodía decido no ir al gimnasio, porque no he avanzado nada en mi presentación. Sin embargo, me convocan a una reunión de urgencia. De nuevo, nada importante. Me pongo con la presentación a las 19:00. Mi intención era empezarla con una idea impactante, pero no consigo que se me ocurra nada. Anulo una cena con unos amigos, lo que me cuesta una bronca con mi pareja. Me llaman de la filial de Estados Unidos con un marrón urgente -mentira- a resolver. Cuando dejo el despacho a las 23:00, siento que la presentación, que tengo el día siguiente a primera hora, es plana y poco convincente. Mi pareja me recibe de uñas. Ceno un sándwich y me acuesto. Pero no logro dormir.

Esta situación es hipotética. Pero estoy segura de que más de uno reconoceréis haber vivido jornadas semejantes, en las que el día a día os come y os hace perder de vista las cosas realmente importantes. Demasiado estrés, ¿verdad? Pero, ¿hacemos algo para resolverlo más allá de soñar con las próximas vacaciones en Lanzarote?

Yo sí. Después de haber visto a personas de mi entorno más cercano cogerse bajas serias por estrés, me esfuerzo en racionalizar mi día a día laboral para que el trabajo no pueda conmigo (no siempre lo consigo, claro). Quizá por eso, esta semana me ha resultado inspiradora la presencia de Jim Loehr, cofundador del Human Performance Institute y experto en psicología del rendimiento humano, en Madrid. Su tesis es que los seres humanos no aprovechamos bien nuestra energía: “La energía que dedicamos a cualquier cosa y no el tiempo que le dedicamos es la clave para conseguir grandes resultados”. Y su primera receta es que nos esforcemos en conocernos mejor para aprovechar más eficazmente, en nuestro provecho y en el de la empresa, nuestra energía.

Esto es muy sensato. Después de veinte años de vida laboral, yo sé que mis horas más productivas y creativas son las primeras de la mañana. Y que a partir de las 19:00 puedo realizar tareas mecánicas, pero no se me van a ocurrir ideas brillantes. En los días en que mi energía está muy baja, lo reconozco y no me empeño en pintar un Picasso. Hago un garabato que ya mejoraré al día siguiente.

En lo que no estoy tan de acuerdo con Loehr es en lo que él llama nuestra absurda obsesión por gestionar bien el tiempo. Por el contrario, creo que en la lucha diaria contra el estrés ayuda realizar un buen análisis sobre a qué dedicamos las horas del día. Y priorizar. ¿Qué es más importante, mi presentación ante el comité de dirección o resolver el marrón de Estados Unidos en el acto? ¿Pueden esperar las tareas que me ha encomendado mi jefe o son realmente urgentes? ¿Tenía que atender todas las llamadas o podría haber dejado que un colaborador me las filtrase? ¿No me hubiese sentado bien ir al gimnasio para volver con la cabeza despejada? ¿Qué hubiese pasado si no hubiese cancelado la cena? ¿No me hubiese ido a la cama más a gusto y hubiese dormido mejor tras haber pasado un rato agradable sin pensar en el trabajo? Y mejor aún, ¿por qué no preparé antes la dichosa presentación?

Stephen Covey, en su libro Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, da algunas pistas interesantes sobre el asunto. Mi favorita: distinguir claramente entre los asuntos urgentes (como la resolución de cualquier crisis) y los importantes. Dentro de estos últimos, lo fundamental sería diferenciar los que son realmente importantes para uno mismo –lucirse en la reunión del comité de dirección puede tener un impacto favorable en nuestra carrera- y para otros. Covey también recomienda trabajar con objetivos semanales, que a su vez deben dividirse en urgentes e importantes.

Nadie dice que sea fácil luchar contra el estrés o contra la locura diaria. La vida de las empresas está llena de ruido: órdenes contradictorias, reuniones innecesarias, traspasos de marrones, enormes egos con los que hay que lidiar… Es lo que hay. Y casi siempre se favorece a los empleados que más calientan la silla frente a los que mejor aprovechan su energía. Una cultura corporativa tan arraigada como ésta es muy difícil de cambiar. Pero tirar la toalla y seguir la corriente no tiene por qué ser la solución, sobre todo si nos lleva de cabeza al infarto. ¿Por qué no empezar por pequeñas conquistas personales que nos hagan irnos más contentos a casa por las noches? ¿Alguna idea?

Llego el lunes por la mañana a trabajar. Tengo sueño y estoy de malhumor. Reviso mi agenda: lo más importante de la semana es la presentación que tengo el martes a primera hora ante el comité de dirección, una gran oportunidad para lucir mi nuevo proyecto. Abro el e-mail. Mi jefe me ha mandado tres correos durante el fin de semana, todos ellos con tareas que califica de “muy urgentes”. Paso la primera media hora del día haciéndome una lista de cosas a hacer. Me agobio. Mi secretaria me pasa una llamada detrás de otra. Las atiendo, pero no les presto toda mi atención porque no puedo dejar de pensar en todo lo que tengo que hacer.

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