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Cuéntame un cuento mejor, Obama
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Cuéntame un cuento mejor, Obama

Soy anglófila. Lo reconozco. Quizá sea porque estudié en un colegio inglés. O porque viví en Nueva York varios años como corresponsal. O porque tengo buenos

Soy anglófila. Lo reconozco. Quizá sea porque estudié en un colegio inglés. O porque viví en Nueva York varios años como corresponsal. O porque tengo buenos amigos ingleses y americanos. El caso es que me encuentro a menudo defendiendo los usos y costumbres de los gringos en más de un foro. Y, seguramente, en este blog lo haga en más de una ocasión. Pero hoy no. Un resultado electoral como el del martes, en el que el gran vencedor parece el Tea Party, la deja a una asombrada. Como diría Astérix, ¿están locos estos romanos?

Dice Christian Salmon, autor de Storytelling, que “las campañas electorales americanas son duelos de historias a gran velocidad que duran meses”. Los candidatos a la presidencia de Estados Unidos lo descubrieron hace ya tiempo: contar historias que vayan directamente al corazoncito de las personas es una gran arma de persuasión y propaganda. Ronald Reagan lo sabía. Obama fue un auténtico maestro (su asesor Juan Verde asegura que el artífice del éxito del primer presidente negro de EEUU fue su jefe de campaña, David Plouffe: “Le dijo que contase cuentos”). Estas prácticas ya han llegado a Europa, dónde las historias sentimentales de Sarkozy levantan más pasiones que su gestión. Y para qué hablar de Berlusconi y sus velinas.

Vivimos en plena economía de la atención y es difícil que se nos capte con mensajes fríos, que no apelen directamente a nuestras emociones. Adoramos las historias sobre otras personas (¿Belén Esteban?). En su libro Será mejor que lo cuentes, Antonio Núñez recomienda comunicar los mensajes no con datos, cifras, estadísticas o power points, sino usando las técnicas de la literatura: “Un relato está cargado de conflictos, personajes, emociones, sensaciones. Un relato es una propuesta lúdica que hará que tu mensaje llegue directamente al corazón de tu audiencia”.

¿Qué ha pasado pues en las últimas elecciones legislativas de Estados Unidos? ¿Qué los republicanos del Tea Party han contado mejores historias que los demócratas? En parte, sí: no hay que olvidar que en EEUU se piensa en las personas tanto o más que en los partidos incluso en unas elecciones legislativas. Sin duda, ha habido candidatos que han captado la atención de los electores. Como Marco Rubio, flamante senador republicano por Florida, cuyos padres se vieron exiliados de la Cuba de Castro. O Rand Paul, senador por Kentucky, un oftalmólogo conocido por su radicalismo religioso. Sin olvidar a Kristin Davis, candidata a gobernadora de Nueva York, conocida por ser la madame que proporcionaba prostitutas al ex gobernador Eliot Spitzer.

Pero el principal cuento que nos han contado –con notable éxito- el Tea Party y sus secuaces es que Obama y su familia no son lo suficientemente americanos para EEUU; ni siquiera son lo suficientemente “normales”. Por el contrario, son demasiado comunistas, demasiado elitistas, demasiado arrogantes. Obama despertó un entusiasmo paranormal hace dos años, cuando fue elegido. Hizo soñar a la gente con sus historias de cambio.  Pero este cambio o no se ha hecho con la rapidez esperada o ha ido por otros derroteros a los esperados por los electores.

El resultado es el surgimiento del Tea Party, que es como una pantalla en blanco en la que los votantes han proyectado sus esperanzas y frustraciones, no siempre demasiado realistas. Pero este movimiento refleja algo más: que los votantes están hartos de los políticos profesionales que no conectan con los ciudadanos de a pie. Y la promesa de candidatos políticamente vírgenes de acabar con los malos usos del establishment enciende la llama en los corazoncitos de unos votantes abrumados por el paro, los desahucios de las viviendas y los cierres de las fábricas mientras lo único que parece recuperarse deprisa son los bonus de Wall Street.

No me malinterpretéis: mi anglofilia no se va a resentir por un resultado electoral. Sigo creyendo que, con todos sus defectos, los americanos nos pueden dar algunas lecciones (otro día lo comentamos) a la Vieja Europa. Pero uno a veces no puede evitar un cierto desencanto. Así que tengo una petición para el presidente de EEUU: por favor, Obama, si es necesario pon a tu equipo a contar cuentos, a fabricar historias, y procura que sean mejores que las del Tea Party. Escucha a tus votantes, reconecta con ellos. A lo mejor es el momento de aparcar determinadas decisiones y apostar por otras. Y, ya de paso, si se te ocurre algo para ponerle un par de parches a esta tan poderosa economía vuestra, genial. Son muchos los que te lo van a agradecer. Seguro.

Soy anglófila. Lo reconozco. Quizá sea porque estudié en un colegio inglés. O porque viví en Nueva York varios años como corresponsal. O porque tengo buenos amigos ingleses y americanos. El caso es que me encuentro a menudo defendiendo los usos y costumbres de los gringos en más de un foro. Y, seguramente, en este blog lo haga en más de una ocasión. Pero hoy no. Un resultado electoral como el del martes, en el que el gran vencedor parece el Tea Party, la deja a una asombrada. Como diría Astérix, ¿están locos estos romanos?