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Prohibido fracasar (al menos en España)
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Prohibido fracasar (al menos en España)

Hace unos años, en plena burbuja puntocom, entrevisté a un grupo de jóvenes que estaba montando una empresa en Palo Alto (Silicon Valley). Apenas me dijeron

Hace unos años, en plena burbuja puntocom, entrevisté a un grupo de jóvenes que estaba montando una empresa en Palo Alto (Silicon Valley). Apenas me dijeron nada sobre ésta, ya que estaban todavía en periodo de silencio para evitar que les robasen la idea (algo muy habitual en aquella época). Pero sí me contaron su historia. El consejero delegado, un joven de 30 años con mucho carisma, me reconoció que ésta era la tercera empresa (startup) que creaba.

 

—¿Qué pasó con las otras?, pregunté.

 

—No salieron bien.

 

—¿Y aún así has conseguido financiación para un nuevo proyecto?

 

—Sí. Los business angels valoran que hayas fracasado antes.

 

—¿Y eso?

 

—Así saben que hay errores que ya no vas a cometer.

 

Aquella respuesta me dejó pensando. Siempre me había preguntado por qué los americanos tienen un espíritu emprendedor muy superior al de los españoles, y ahí tenía una parte importante de la respuesta: la actitud ante el fracaso. En España, no se nos permite cometer esos errores que pueden suponer el fracaso de un proyecto. ¿Por qué? Porque lejos de considerar el fracaso como un activo, se ve como un estigma que nos marca para siempre. Ergo nos da más miedo arriesgarnos. Ergo nos cuesta más lanzarnos a emprender.

 

A partir de entonces, empecé a fijarme. Y sí: en Estados Unidos es bastante habitual que ejecutivos, empresarios o emprendedores hablen de sus fracasos con un cierto orgullo, que los definan como las situaciones de las que más han aprendido a lo largo de sus carreras. Y lo hacen públicamente, en los medios de comunicación, en libros de management o en conferencias. Hago memoria y me cuesta encontrar algún directivo español que hable sin complejos de sus propios errores. ¿Se os ocurre alguno?

 

¿Qué significa fracasar? El diccionario da varias definiciones: no obtener una persona el resultado que pretendía en una actividad; no tener éxito; frustrarse, tener un resultado adverso, no llegar a buen fin. ¿Quién no ha pasado por una situación así alguna vez? Decía Winston Churchill que “el éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperar". O, lo que es lo mismo, triunfar es aprender a fracasar.

 

Todos conocemos personas en el mundo de la empresa que pasan por la vida sin reconocer uno solo de sus errores/fracasos. O los esconden, o les echan la culpa a los demás. Jamás los asumen como propios, lo que les impide sacar lecciones y aprender de ellos. Y a menudo lo hacen porque sus propios jefes no estarían dispuestos a entender/perdonar esos errores y conceder a la persona en cuestión otra oportunidad.

 

Ahora bien, uno de los pocos métodos que tienen las empresas para avanzar es el de prueba y error. Una compañía –grande o pequeña- excesivamente conservadora y que no asume riesgos difícilmente dará pasos adelante, y lo más normal es que se quede estancada. Pero, claro, en España, cuando eso ocurre, la culpa es de la crisis, de los bancos o del boogie. De cualquiera menos de quién toma las decisiones.

 

En mi post del viernes pasado, decía yo que los españoles podemos aprender algunas lecciones de los americanos, una afirmación que muchos no compartisteis. Y creo que esta actitud ante el fracaso es un buen ejemplo. No hace falta irse muy lejos: el propio Obama, ante la debacle electoral demócrata de la semana pasada en las legislativas, no tardó ni 24 horas en reconocer que la culpa del fracaso era suya: "Esta paliza me deja claro lo importante que es para un presidente salir de la burbuja de la Casa Blanca".


O "he perdido la conexión con la gente que me puso aquí". Penséis lo que penséis sobre Obama, estaréis de acuerdo en que es como un soplo de aire fresco que un político reconozca que ha cometido errores y entone un mea culpa ¡en público! En España, nuestros partidos ni siquiera son capaces de reconocer las derrotas electorales, aunque los números canten.


Esta actitud implica muchas cosas: una alta dosis de humildad, el reconocimiento de que las cosas se podrían haber hecho mejor y la voluntad para aprender de los errores y darle la vuelta a la situación. ¿No os gustaría que un buen día un presidente de un Gobierno español reconociese que no ha hecho algo bien? A lo mejor, ese día –además de llevarnos un susto de muerte- a los demás nos dé por pensar que cometer y reconocer nuestros errores no tiene por qué ser tan malo…

Hace unos años, en plena burbuja puntocom, entrevisté a un grupo de jóvenes que estaba montando una empresa en Palo Alto (Silicon Valley). Apenas me dijeron nada sobre ésta, ya que estaban todavía en periodo de silencio para evitar que les robasen la idea (algo muy habitual en aquella época). Pero sí me contaron su historia. El consejero delegado, un joven de 30 años con mucho carisma, me reconoció que ésta era la tercera empresa (startup) que creaba.

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