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Compañeros tóxicos, enemigos laborales y otras especies que no se extinguen
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Compañeros tóxicos, enemigos laborales y otras especies que no se extinguen

Hace unos años, cuando la blogosfera era aún un territorio poco explorado, me enganché al blog de una señora de unos treinta y pocos años, recién

Hace unos años, cuando la blogosfera era aún un territorio poco explorado, me enganché al blog de una señora de unos treinta y pocos años, recién divorciada, que se reincorporaba al mundo de la empresa como jefa de departamento y contaba cada día sus peripecias laborales y personales. Los consejos dirigidos a la protagonista eran muchos y muy variados, pero había un personaje que levantaba pasiones y generaba los comentarios más airados: Pitagorín.

Pitagorín era el clásico personaje sumiso, untuoso, traidorzuelo y algo misógino que había aspirado al puesto de la protagonista y que apenas podía disimular su envidia. Al no conseguirlo, se dedicaba a hacerle la cama día a día, sin desaprovechar la oportunidad de ponerle la zancadilla.

De pitagorines está el mundo lleno. ¿Quién no se ha topado con un compañero de trabajo tóxico? Sobre todo, a medida que uno va escalando posiciones en las organizaciones. Son los que siempre critican el trabajo ajeno. Los que están dispuestos a irle al jefe con cualquier cuento. Los que ponen buena cara por delante y critican por detrás. Los que se alegran de las desgracias de los demás. Los fantasmas que siempre tienen razón. Los que no se mojan nunca por nadie. Son el enemigo.

Primera regla: identificarlos. Y no siempre es fácil. Especialmente, si van de mosquita muerta, de no haber roto un plato en la vida. Cuando uno quiere verlos venir ¡zas! Ya es tarde. O te han metido en un lío con el jefe o se han quedado con tu puesto.

En aquel blog, había consejos muy válidos de los lectores:

-Habla con el jefe y explícale la situación mostrándote muy segura de lo que dices.  Si te respalda, coges al Pitagorín y le dejas claro quién es la jefa. Si no lo hace, tendrás que empezar a sopesar un cambio de aires.

-El jefe debe mojarse. ¿En quién de los dos confía más? Si es en él, malo. Este tipo de individuos son unos vampiros de energía.

-No sigas dándole alas o, cuando quieras cortárselas, serán muy grandes.

-Fíate de tu instinto y estate atenta. Fíjate en los pequeños gestos, que son los que cuentan.

-Marca tu territorio. Que sepa con quién se juega los cuartos.

Pura sabiduría popular, con más o menos razón. Pero, ¿qué dicen los expertos? La consultora Otto Walter hizo hace un tiempo una clasificación de empleados tóxicos basada en la experiencia de los jefes. Y definió cinco categorías: los provocadores de conflictos, los reyes del escaqueo, los mentirosos y ladrones, los que siempre están en contra del jefe y los arrogantes. Nuestro Pitagorín estaría a caballo entre varias categorías.

Curiosamente, los directores de Recursos Humanos opinan que, aunque todas estas especies son perjudiciales para las empresas, el último recurso debe ser despedirles. Antes, se debe hablar con ellos, intentar motivarles, buscar su compromiso o reubicarles. Mientras tanto, sus compañeros deberán aguantar sus continuas provocaciones, sus críticas injustificadas, sus rumores falsos, su falta de solidaridad… En fin, un planazo.

A muchos de nosotros nos educaron en esa creencia de “trabaja duro que, más pronto o más tarde, te será reconocido”. Pero nadie nos explicó que el mundo de la empresa está lleno de espinas y que la política de pasillo (saber quién dice qué de quién dónde y procurar estar en el sitio apropiado en el momento justo) es igual o más importante que dejarse las cejas por la compañía. Y que hacer un buen trabajo no vale de nada si no se entera quién debe enterarse de que está bien hecho. O Pitagorín se encargará de difundir lo contrario y de colgarse tus medallas.

Pero tengo una buena noticia: Pitagorín no está de moda. ¿Por qué digo esto? Porque, escribiendo este post, me vinieron a la mente las últimas veces que me han pedido recomendaciones sobre ex compañeros de trabajo a los que alguien se planteaba contratar. Y se repetían insistentemente algunas preguntas: ¿Es buena persona? ¿Es buen compañero? ¿Genera buen ambiente?

Así que lo comenté con un amigo que lleva siglos trabajando en esto de los Recursos Humanos corporativos. Fue tajante:

A las empresas cada vez les gustan menos los lobos con piel de cordero y los tiburones con el colmillo retorcido. Prefieren profesionales de buen trato, con habilidades para trabajar en equipo, de esos en los que las personas confían. Te aseguro que, a la larga, son mucha mejor inversión para cualquier compañía.

Probablemente, tiene razón. Entre dos profesionales más o menos igual cualificados, con el paso del tiempo nos acordamos de aquel que nos dejó mejor sabor de boca como ser humano. Y ese es al que recomendaremos o contrataremos nosotros mismos. Jamás a Pitagorín. ¿Os dais cuenta de que estos compañeros tóxicos no suelen cambiar de empresa? Porque, aunque el director de Recursos Humanos se resista a despedirles, nadie los quiere tener cerca. ¿Será verdad eso de que al final el tiempo pone a cada uno en su sitio?

Hace unos años, cuando la blogosfera era aún un territorio poco explorado, me enganché al blog de una señora de unos treinta y pocos años, recién divorciada, que se reincorporaba al mundo de la empresa como jefa de departamento y contaba cada día sus peripecias laborales y personales. Los consejos dirigidos a la protagonista eran muchos y muy variados, pero había un personaje que levantaba pasiones y generaba los comentarios más airados: Pitagorín.