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¿Estás quemado? ¿Eres de la Generación Desánimo Subprime?
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

¿Estás quemado? ¿Eres de la Generación Desánimo Subprime?

Cada vez estoy rodeada de más gente quemada con su trabajo. Menuda novedad, me diréis. Qué quieres, en plena crisis. Pues no lo tengo yo tan

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¿Estás quemado? ¿Eres de la Generación Desánimo Subprime?

Cada vez estoy rodeada de más gente quemada con su trabajo. Menuda novedad, me diréis. Qué quieres, en plena crisis. Pues no lo tengo yo tan claro: ninguna de las personas a las que me refiero ha sido despedida o parece estar en riesgo de serlo. Ni siquiera les han bajado el sueldo o les han quitado el bonus. Qué va. En la superficie, nada parece haber cambiado para ellos. Sin embargo, cuando les pregunto, todo son evasivas.

—¡Bah! Más de lo mismo.

—Un c-----, como siempre.

—No le des más vueltas. Estoy harto. Punto.

Convencida de que no puede ser casualidad que cada vez haya más amigos en las filas de los quemados, me pongo a indagar (desde que sigo la serie de Sherlock Holmes en Antena 3, lo hago cada vez con más ganas; lástima de gorrito).  Y los expertos dicen que sí, que efectivamente. Como los directivos están hartos de remar para salir de esta crisis, transmiten todo ese estrés emocional a lo largo y ancho de la cadena de mando, de modo que  hasta el último becario se siente afectado por la negrura del momento.

Recomendaciones de los expertos

De hecho, ya se habla de la Generación Desánimo Subprime (GDS), en honor a las hipotecas basura que desencadenaron la crisis allá por 2008. Se trata de una generación de ejecutivos pesimistas y depresivos que no ve la luz al final del túnel, y que toma más del 40% de las decisiones enfadado o irritado. Es más, según un estudio de IE Business School, España vive una fuga de talento como consecuencia de ese estrés emocional: más del 50% de los directivos se plantea dejar el país para mejorar sus condiciones profesionales.

¿Y qué proponen los expertos para luchar contra ello? Realizar una auditoría de riesgos psicosociales en la empresa. Aumentar el salario emocional (paquetes de beneficios de salud, formación, etcétera). Coaching para los empleados más valiosos. Salario variable para todos. Gestionar en función de las personas y no de los objetivos. Aparcar al jefe capataz y fomentar el jefe coach…

Las chorradas que nos proponen

Supongo que, a estas alturas, la mayoría estáis sacudiendo la cabeza y a punto de dejar de leer. Claro, justo cuando nos recortan hasta en papel higiénico vamos a pensar en el salario emocional. Está el jefe ahora como para hacerme coaching a mí. Menuda sarta de chorradas.

Bueno, bueno, tranquilos. Todo eso que sugieren está muy bien, incluso para las épocas de bonanza. Pero no tengo nada claro que a mis amigos quemados o a los directivos GDS un nuevo plan de salud o un curso de chino les vayan a sacar del hoyo. Así que retomo mi faceta Sherlock y vuelvo a por ellos. Pero esta vez cambio la pregunta. ¿Qué pequeño cambio necesitarías en tu vida laboral para sentirte mejor?

Pasar menos horas en la oficina. Ahora hay menos trabajo y estamos allí tanto o más que antes.

Tener más claro lo que se espera de mí. Estoy harto de recibir órdenes contradictorias.

Ver que mi trabajo tiene un significado. La mayor parte de las veces no sé qué sentido tiene lo que me toca hacer.

Las respuestas son buenas, salvo por un pequeño detalle: yo había preguntado por “pequeños cambios” y hemos dado con la madre del cordero. Más flexibilidad y más sentido al trabajo de uno son probablemente dos de las peticiones que haríamos todos nosotros. Recurro de nuevo a los expertos para definir el bonito concepto de felicidad laboral. Según parece, suele darse cuando una empresa/jefe sabe identificar los puntos fuertes de las personas y utilizarlos, en vez de desaprovecharlos. A mí me suena bien. Pero tanto quemado a mi alrededor me hace sospechar que muy bien muy bien no se está aplicando…

Se deprimen los ricos, los pobres no tienen tiempo

Sigo leyendo sobre el tema y detecto algo curioso: frente a todo lo que se nos está comparando con los trabajadores alemanes a raíz de la reforma laboral, cuando se trata de estrés emocional la atención se vuelve hacia los franceses. Y, más concretamente, a su caso más dramático: el suicidio hace unos años de una treintena de trabajadores de France Telecom, que se enfrentó a la acusación de acoso moral y puesta en peligro de la vida de terceros.

Bueno, pues los expertos franceses, que se ve que tienen bien estudiado el asunto, apuntan temas interesantes: es el trabajo y no las personas el que está enfermo; el exceso de carga profesional y la falta de reconocimiento, la imposibilidad de conciliar, y la sensación de no saber por qué se trabaja son grandes riesgos psicosociales; hay una degradación creciente de las relaciones laborales; lo peor es la sensación de soledad y aislamiento… Si nos ponemos, los españoles podríamos añadir ahora algunos efectos colaterales de la reforma laboral, como son una mayor sensación de desprotección o una tendencia al individualismo anglosajón (¿quién dijo malo?).

¡Uf! Releo el post y se me pone cara de El Grito de Munch, tan de moda gracias a la subasta de Sotheby’s. No me extraña que mi hermana haya dejado de leerme por ser tan pesimista. Pero es que estamos viviendo un cierto efecto sálvese quien pueda, que quizá no sea consecuencia directa de la crisis, pero sí tiene mucho que ver con ella. ¿La solución? Por desgracia y por mucho que digan los expertos, no nos quedan muchas opciones más que sacar la motivación desde lo más profundo de nosotros mismos. Dicen que los pobres no se deprimen, que eso es cosa de los ricos. Apliquémonos el cuento: quemarse es cosa de los que tenemos empleo; los que no lo tienen, no se lo pueden permitir. Pues eso.

Cada vez estoy rodeada de más gente quemada con su trabajo. Menuda novedad, me diréis. Qué quieres, en plena crisis. Pues no lo tengo yo tan claro: ninguna de las personas a las que me refiero ha sido despedida o parece estar en riesgo de serlo. Ni siquiera les han bajado el sueldo o les han quitado el bonus. Qué va. En la superficie, nada parece haber cambiado para ellos. Sin embargo, cuando les pregunto, todo son evasivas.