Es noticia
Horarios flexibles, ¿un sueño inalcanzable?
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Pase sin Llamar
Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Horarios flexibles, ¿un sueño inalcanzable?

Me estoy preparando para teletrabajar desde casa durante un par de semanas a causa de una sencilla pero latosa operación. Ya he cargado en mi portátil

Me estoy preparando para teletrabajar desde casa durante un par de semanas a causa de una sencilla pero latosa operación. Ya he cargado en mi portátil el acceso al correo y los archivos importantes. He pedido acceso vía multiconferencia a un par de reuniones importantes que no me quiero perder y he descartado conectarme a otras tantas porque estoy segura de que me van a aportar entre poco y muy poco. He cancelado tres comidas de trabajo. He escaneado varios artículos antiguos e informes que me interesan y que nunca tengo tiempo para leer. Me he comprado dos libros, un ensayo sobre el sector en el que trabajo y una novela. Y, de repente, me paro en seco. Un momento, un momento. ¿Por qué estoy considerando que al quedarme en casa me va a lucir el tiempo más que en la oficina?

A lo largo de la jornada perdemos mucho tiempo en tareas no laborales

La respuesta es fácil: porque en el trabajo se pierde mucho tiempo. ¿Qué no? Empezad a sumar minutos del día. El atasco de por la mañana (todo el mundo entra a las 09:00) suele significar diez minutos de retraso como media. El café, entre veinte minutos y media hora. Si caen cuatro pitillos durante la jornada laboral, entre 30 y 40 minutos, que se alargan si uno aprovecha, ya que está, para llamar a los padres o al colegio del niño. Para comer, de hora y media a dos horas. Y, si es comida con cliente o proveedor, incluso más de dos, cuando no se pueden rechazar la copa y el puro. Luego vienen las reuniones, que nunca empiezan a en punto porque nadie llega a tiempo porque saben que nunca empiezan a en punto. Y a saber cuándo acaban. Si encima Rodríguez te para en el pasillo para contarte el último cotilleo, apaga y vámonos. A lo tonto, hemos perdido hora y media de jornada. Pero ya son los ocho y aún estamos en el curro…

¿Os suena? Probablemente sí, si trabajáis en España. Y no, si lo hacéis en Alemania o Estados Unidos. Y, probablemente, al igual que yo, rabiáis cuando oís que los alemanes trabajan menos horas, pero nos aventajan en productividad, competitividad y demás factores que tanta falta nos hace mejorar. Por eso me encantó leer en El Economista, de la pluma de la gran Ángeles Caballero, que la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles ha recopilado en un libro casos de éxito que demuestran que las empresas que rompen con los horarios salen ganando.

Las empresas con horarios flexibles ven crecer su productividad

¿Por qué? Escuchemos a los expertos: El horario continuo ha supuesto más productividad, más satisfacción y menos rotación para Asefarma. En Iberdrola, con una rotación que ronda el cero por ciento, el horario de 7 a 15,00 ayuda a atraer y retener talento. Sodexo ha empezado a cerrar sus puertas a las 19,00 y la gente se siente tan satisfecha por haber racionalizado sus horarios, que no echa de menos la hora del bocata. En Banco Santander, hay flexibilidad de hora de entrada y salida, por lo que los empleados pueden planificarse para saltarse el atasco o llevar a los niños al colegio. En definitiva, estas empresas aseguran que sus empleados están más contentos y son más leales, a la vez que se ha reducido el absentismo.

¿No os parece una gran noticia? Claro pero, si te vas antes, te arriesgas a perder clientes, me diréis alguno. ¿Por qué, si ahora estamos todos conectados las veinticuatro horas? Asefarma presume de cerrar a las cinco y de no haber perdido ni una sola venta. Sí, pero ¿y los contactos con el equipo de Estados Unidos?, aduciréis otros. Si las reuniones van a ser virtuales de todos modos por la distancia horaria, ¿qué más da conectarse desde casa? En las largas comidas con clientes se hacen muchos tratos, será otro argumento. Es posible, pero europeos y americanos son capaces de cerrar operaciones todos los días sin ponerse morados a cordero y sellar los pactos con Bombay Saphire…

La realidad se impone: en España tenemos una tendencia muy marcada a la ineficiencia laboral, algo que intenta en parte remediarse con la reforma, y que no es del gusto de algunos, como ha demostrado la huelga general de ayer.

La buena noticia es que se puede cambiar. La mala, que es muy difícil, por tratarse de una cuestión cultural. Y el drama que, para acometer este tipo de cambios, es fundamental el compromiso del equipo directivo. ¿Y a cuántos jefes conocéis dispuestos a renunciar a las comilonas, a ser puntuales con los tempos de las reuniones, con los horarios de salida de los empleados, o a aceptar el teletrabajo como animal acuático? Para empezar, podemos regalarles el libro de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles a ver si se les pega algo… ¡La esperanza es lo último que se pierde!

Me estoy preparando para teletrabajar desde casa durante un par de semanas a causa de una sencilla pero latosa operación. Ya he cargado en mi portátil el acceso al correo y los archivos importantes. He pedido acceso vía multiconferencia a un par de reuniones importantes que no me quiero perder y he descartado conectarme a otras tantas porque estoy segura de que me van a aportar entre poco y muy poco. He cancelado tres comidas de trabajo. He escaneado varios artículos antiguos e informes que me interesan y que nunca tengo tiempo para leer. Me he comprado dos libros, un ensayo sobre el sector en el que trabajo y una novela. Y, de repente, me paro en seco. Un momento, un momento. ¿Por qué estoy considerando que al quedarme en casa me va a lucir el tiempo más que en la oficina?