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Sonríe: tienes trabajo
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Sonríe: tienes trabajo

Suena el despertador. Es lunes. Abro un ojo y compruebo que ya no estoy en una casita rural de la Costa da Morte, sino en mi

Suena el despertador. Es lunes. Abro un ojo y compruebo que ya no estoy en una casita rural de la Costa da Morte, sino en mi casa de Madrid. Y tengo que ir a trabajar. Llego al despacho y enciendo el ordenador. Los e-mails sin leer se acumulan. Asuntos viejos, asuntos nuevos… Un sinfín de historias que requieren solución. Abro la agenda: reunión, comida de trabajo, otra reunión. Suspiro sin demasiadas ganas de nada. Hojeo los periódicos on y offline: la prima de riesgo sube, varios bancos siguen en riesgo, otra empresa anuncia recorte de salarios… Uf. Miro el calendario: queda la friolera de 20 días para el próximo festivo.

Entonces me enderezo: no tengo derecho a sentirme desanimada cuando estoy entre los españoles que tienen trabajo, están bien pagados y apenas se han visto afectados por la crisis. Pero, aunque soy una afortunada, empiezo a correr el riesgo de dejarme atrapar por la nube negra que cubre el país. Hay cosas que no están en mi mano. Como resolver los dramas personales que me rodean, insuflar confianza a la economía, poner coto a los desplomes del Ibex… Pero hay otras que sí. Puedo, por ejemplo, intentar controlar el miedo a perder mi empleo poniendo todo de mi parte para que eso no ocurra. Puedo también no dejarme llevar por el desánimo, por la sensación de que las cosas sólo pueden ir peor. Y no hablo de dejar de leer los periódicos, sino de intentar actuar en aquellas pequeñas cosas que están en mi mano.

Porque, si los que trabajamos nos dejamos llevar por los oscuros titulares y las quejas de nuestro alrededor, ¿cómo vamos a sacar el país adelante? Así que ¿qué puedo hacer para evitarlo?

-Hay cinco millones de personas que no se han ido de vacaciones porque no tienen trabajo. Conviene no perderlo de vista cuando uno siente que le arrancan un brazo a medida que va dejando la playa atrás…

-La motivación sale de uno mismo. En la oficina todo continúa como lo dejaste. Tu jefe sigue apático y quejica, así que no esperes que vaya hasta ti para que te entren ganas de trabajar. Ponte solito, hombre, que ya eres mayor.

-Puedes ser el siguiente, pero obsesionarte con ello sólo puede empeorar las cosas. Todos sabemos que hoy no hay nadie fuera de peligro y que en nuestra empresa los despidos pueden continuar o empezar en cualquier momento. Pero pensar todo el tiempo en ello no va a ayudarte a salir de la lista (si la hay). Mejor dale vueltas a cómo puedes estar entre los empleados más valiosos, a los que nadie va a querer echar.

-No hay que esperar a que escampe, hay que hacer que escampe. No es el momento de pensar qué puede hacer tu empresa por ti, sino qué puedes hacer tú por tu empresa. ¿No crees que si todos remamos hacia el mismo sitio a lo mejor superamos el bache?

-Si todo está muy parado, piensa fuera de la caja. No hay presupuesto es la frase que más has oído en los últimos dos años. ¿No te aburre? Pues saca tu creatividad y propón iniciativas que no cuesten dinero.

-Es el momento de retomar los proyectos olvidados. A lo mejor ni siquiera tienes que sacarte de la manga nuevas y brillantes ideas. ¿Recuerdas todas aquellas que descartaste porque sonaban tontas o cutres en época de vacas gordas? Rescátalas, que igual ahora te dan juego.

-Sonríe. Bajar a tomar café con los compañeros es una pesadilla, porque nadie para de quejarse. Sonríeles. La sonrisa genera emociones positivas, ayuda a pensar y da confianza. A lo mejor toca que alguien vea de una vez la botella medio llena. ¿Por qué no tú?

-Hay cosas que dependen de ti, pero otras escapan de tu control. De todos modos, hay listas de las que no hay manera de salir. En ese caso, ¿por qué preocuparse por ellas? Si crees que estás en una de posibles despedidos, dedica un tiempo a pensar en tu Plan B. Así sabrás qué hacer si llega el momento.

-Si, a pesar de todo, no consigues animarte, a lo mejor debes empezar a prepararte para cambiar de trabajo. Hay situaciones que poco o nada tienen que ver con la crisis. Puede que antes ya estuvieses quemado, que sea una cuestión de falta de química con el jefe o que simplemente crees que es hora de cambiar. Probablemente no sea el momento ideal para triples saltos mortales con tirabuzón, pero sí para ir pensando quién debe saber cómo te sientes y puede ayudarte, o ir dándole vueltas a que quieres hacer después.

Sea como sea, la próxima vez que vuelvas deprimido de vacaciones, recuerda: tienes trabajo.

Suena el despertador. Es lunes. Abro un ojo y compruebo que ya no estoy en una casita rural de la Costa da Morte, sino en mi casa de Madrid. Y tengo que ir a trabajar. Llego al despacho y enciendo el ordenador. Los e-mails sin leer se acumulan. Asuntos viejos, asuntos nuevos… Un sinfín de historias que requieren solución. Abro la agenda: reunión, comida de trabajo, otra reunión. Suspiro sin demasiadas ganas de nada. Hojeo los periódicos on y offline: la prima de riesgo sube, varios bancos siguen en riesgo, otra empresa anuncia recorte de salarios… Uf. Miro el calendario: queda la friolera de 20 días para el próximo festivo.