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Disculpa, ¿quieres ser mi mentor?
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

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Sonia Franco

Disculpa, ¿quieres ser mi mentor?

Hace unas semanas asistí a una conferencia sobre liderazgo femenino en la que varias señoras que han llegado a CEOs narraron su experiencia. Ya volviendo a

Hace unas semanas asistí a una conferencia sobre liderazgo femenino en la que varias señoras que han llegado a CEOs narraron su experiencia. Ya volviendo a casa y metida en un monumental atasco, se me ocurrió buscar un punto en común a todas las historias que había escuchado a lo largo de la sesión. Y hubo uno: todas las mujeres que intervinieron citaron a sus mentores como un ingrediente importante de su éxito.

¿Qué es un mentor? Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), es un consejero o guía, además de un personaje de la Odisea. Según Wikipedia, es la persona que, con mayor experiencia o conocimiento, ayuda a una persona de menos experiencia o conocimiento.

¿¿He tenido yo un mentor?? A lo largo de mi carrera ha habido algunas personas que me han aconsejado bien, pero entran más en la categoría de amigos que en la de guías. Además, en la mayor parte de los casos su experiencia era similar a la mía. Buenos consejeros sí, pero mentores no.

Y haberlo tenido, ¿¿¿hubiese supuesto un impacto positivo en mi trayectoria profesional??? Difícil saberlo. Pero reconozco que no me hubiese venido mal cuando asumí mi primer puesto al frente de un equipo o en otros momentos complicados de mi trayectoria. Así que decido indagar algo más sobre el tema.

Advertir de los errores más comunes

Lo primero que descubro es que hay muchas más personas de lo que me imaginaba que tienen algo parecido a un mentor. En algunos casos, se trata de padrinos del entorno familiar que deciden tomar a esa persona bajo su tutela y se convierten en su ángel de la guarda. También existen los mentores espontáneos en el puesto de trabajo: ven que un empleado con poca experiencia tiene madera y deciden tutelarlo. O, simplemente, puede ser alguien que uno conoce a lo largo del camino. Con un poco de suerte, esas personas te observan, te escuchan y te aconsejan durante una parte o toda tu vida laboral sin mayor interés que tu propio éxito o bienestar.

Suena genial, ¿no? Pero no todos tenemos tanta suerte. Y, sin embargo, cuánto más fácil hubiese sido nuestra vida si al llegar a aquel primer puesto de trabajo alguien nos hubiese contado los cuatro trucos para sobrevivir en la empresa. O si, cuando nos lanzamos a emprender, alguien nos hubiese advertido de los errores más comunes. Y cuánto hubiésemos agradecido un consejo más profesional que el de nuestra familia y amigos cuando nos encontramos con aquellas dos ofertas encima de la mesa.

Un momento, un momento. Si esto es así, ¿por qué no buscar nuestros propios mentores? Las mujeres CEOs de la conferencia a la que asistí hablaron de que ellas los tenían, pero no de que ellos hubiesen ido a casa a buscarlas. Quizá fueron ellas quiénes tomaron la iniciativa y salieron a buscarlos, conscientes de su importancia. A lo mejor se acercaron a alguien al que admiraban y le preguntaron ¿quieres ser mi mentor? ¿Por qué no?

Alguien a quien no conocemos también es una opción

Además, existe el mentoring profesional, una disciplina que se va consolidando en España. Según el Consejo Europeo de Mentoring y Coaching, el mentoring es la ayuda que una persona presta a otra para hacer transiciones significativas en conocimiento, trabajo o pensamiento. Rosa Matías, directora de Wellcomm, coach (muy buena, doy fe de ello) y mentora, se define a sí misma en este último papel como “agente de cambio”.

Si se trata de aclimatarnos a una nueva empresa, probablemente lo mejor sea contar con la ayuda de alguien de dentro (de hecho, muchas compañías tienen sus propias programas de acogida para empleados junior). Pero si de lo que hablamos es de enfrentarnos a un ascenso, un cambio radical de puesto u otras posibilidades laborales más o menos traumáticas, quizás alguien a quién no conocemos, que puede mirar las cosas con perspectiva y con el que vamos a firmar un contrato profesional sea la mejor opción.

Llegados a este punto, ¿qué pedirle a nuestro futuro mentor, ya sea amateur o profesional? Por lo menos, que sea realista y objetivo; que sus conocimientos estén basados en la experiencia; que destile sabiduría y sentido común; que sea generoso. Y que a nosotros nos provoque admiración.

“De hecho, eres su mentora”

Voy a reconoceros algo: andaba con ganas de escribir este post desde hace semanas, en concreto desde que asistí a la conferencia de la que os hablaba al principio. Pero no me he animado hasta hace unos días, a raíz de una conversación con una buena amiga de mi familia. Os la cuento:

-El otro día estuve con el hijo de una amiga, Jaime (el nombre es ficticio), que ha trabajado contigo. Fuiste su jefa hace unos años-, me cuenta.

-Sí, hablamos de vez en cuando. Siempre me llama cuándo se cambia de trabajo o tiene algún tema laboral-, contesto.

-Me lo dijo, me lo dijo. Te admira mucho. De hecho, dice que eres su mentora.

Sonreí, entre sorprendida y halagada. ¿Yo, una mentora? Suena bien.

Hace unas semanas asistí a una conferencia sobre liderazgo femenino en la que varias señoras que han llegado a CEOs narraron su experiencia. Ya volviendo a casa y metida en un monumental atasco, se me ocurrió buscar un punto en común a todas las historias que había escuchado a lo largo de la sesión. Y hubo uno: todas las mujeres que intervinieron citaron a sus mentores como un ingrediente importante de su éxito.