Es noticia
Frustrada: el informático no me entiende
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Pase sin Llamar
Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Frustrada: el informático no me entiende

Vaya por delante que no tengo nada en contra de los informáticos. Aunque, en realidad, una cosa sí: tienden a tomarnos por tontos al común de

Vaya por delante que no tengo nada en contra de los informáticos. Aunque, en realidad, una cosa sí: tienden a tomarnos por tontos al común de los mortales porque no entendemos nada sobre lenguajes de programación.

Ésta era una vieja creencia mía desde el Pleistoceno, cuando me enfrenté por primera vez a tomar decisiones relacionadas con una web. Pero se vio confirmada la pasada semana gracias a un taxista. La conversación empezó como tantas otras de las que se tienen últimamente con este gremio:

—Por favor, tenga paciencia conmigo, que llevo muy poco en el taxi.

—¿Ah sí? ¿Y qué hacía usted antes?

—Bueno, soy informático.

—¡No me diga que también falta trabajo en ese sector!

—No, pero cada vez se gana menos. Con el taxi salgo mejor parado.

¿Un informático metido a taxista? Interesante.

—Y dígame —proseguí—, ahora que lo ha dejado, ¿confesaría usted que en general los informáticos disfrutan desconcertando a sus clientes, y que nos hablan en chino para que no nos enteremos de nada y no podamos pedirles cuentas?

Por el espejo retrovisor pude ver que sonreía.

—Hombre, no es para tanto…

—Pero algo de eso hay, que me ha pasado muchas veces.

—Pues ha tenido mala suerte —dudó un momento antes de seguir–. Lo que sí puedo decirle es que la informática no es una ciencia exacta, que no nos gusta nada meter mano en el trabajo que han hecho otros compañeros y que sí, que es fácil llevar al cliente a nuestro terreno descolocándole con palabras que sabemos que no va a entender.

—O sea, que tengo razón —digo, triunfal.

—No. Para nada.

En realidad, me sirve de poco consuelo tenerla. Llego a la oficina y me sigo enfrentando con los problemas de siempre. El trabajo que había pedido no está hecho “porque se ve que no nos hemos entendido”, me dice el informático.

Frustrante, muy frustrante. Recuerdo infinidad de conversaciones similares a lo largo de mi vida, en situaciones muy diferentes.

—Eso no se puede hacer.

—¿Por qué?

—Porque en nuestra web el streaming xml cierra el paso al monitoring html del servidor JPH y entonces el FTP se atasca [diálogo 100% simulado, claro].

—¿Y no podéis hacer nada?

—Pues rediseñar la web con otro lenguaje de programación.

¡¡¡¡¡¡Nooooooooo!!!!!! ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Si no le permito a nadie de mi equipo decirme que algo es imposible, ¿por qué tengo que envainármela con el informático? En lo más alto de mi frustración, me meto en Internet en busca de solidaridad y tecleo en Google “cómo tratar con el informático”. Y, ¡sorpresa! Lo que me encuentro son cientos de entradas con el sentido inverso a las que yo busco, todas ellas de informáticos desilusionados por la incomprensión de sus compañeros de trabajo, amigos y demás fauna tecnológica analfabeta.

Ellos se quejan de la falta de educación que empleamos para tratarles, de que les llamamos hasta para que nos arreglen la impresora, de que todo lo queremos para ya, de que no nos molestamos en escucharles cuando nos explican el problema, de que aspiramos a que nos lo resuelvan a cualquier hora del día y de la noche… Y ya, si son amigos, sus quejas van más en la línea de que les llamamos a cualquier hora de cualquier día porque no somos capaces de encender un ordenador que está desenchufado, jamás nos ofrecemos a pagarles ni a invitarles a cenar a cambio de sus servicios, les cantamos las alabanzas del software pirata y de los antivirus gratis sin ningún miramiento, les pedimos un favor para la madre de nuestra amiga tía buena, que tiene que hacerse este sábado “sin falta”…

Touché. Pero esto lo único que demuestra es que los informáticos y los demás seres humanos estamos destinados a entendernos. A lo mejor, se podría lograr con un poco de buena voluntad por ambas partes.

Nosotros, los otros, prometemos reiniciar el ordenador y comprobar que está enchufado antes de llamarles. Cuando lo hagamos, será con educación, preguntándoles si están ocupados y si son la persona más adecuada para resolver esto que vamos a pedirles. Les diremos que es urgente, sí, pero reconoceremos que sólo porque no vamos a poder trabajar hasta que nos lo arreglen. Y les daremos las gracias efusivamente cuando terminen.

Ellos, por su parte, no se comportarán con condescendencia: no tenemos por qué saber que con la versión 8 de Explorer todos nuestros problemas estarían resueltos salvo que trabajemos con Mac. No nos mirarán con lástima cuando no sepamos distinguir entre un flujo de datos html y otro xml. Tendrán que explicarnos las cosas diez veces o, simplemente, aprender a hablar con símiles y metáforas. Y, al igual que todos los demás gremios del mundo, tendrán que intentar conseguir lo que a primera vista parece imposible cuando el jefe se lo pida. ¿Quién dijo fácil?

Vaya por delante que no tengo nada en contra de los informáticos. Aunque, en realidad, una cosa sí: tienden a tomarnos por tontos al común de los mortales porque no entendemos nada sobre lenguajes de programación.