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Y tú, ¿has llegado a tu nivel de incompetencia?
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Y tú, ¿has llegado a tu nivel de incompetencia?

Mi tía Mari es muy lista. No sólo es una excelente médico, sino que la única novela que ha escrito ha sido finalista del Premio Planeta.

Mi tía Mari es muy lista. No sólo es una excelente médico, sino que la única novela que ha escrito ha sido finalista del Premio Planeta. Y es la única persona que conozco que rechazó un puestazo de directiva en un hospital por no estar dispuesta a llegar a su nivel de incompetencia.

Supongo que habéis oído hablar del Principio de Peter, que afirma que toda persona que forma parte de una estructura jerárquica va ascendiendo hasta que llega un momento en que no está capacitada para el puesto. Es decir, llega a su nivel de incompetencia y hace mal su trabajo, aunque fuese fabulosa en el cargo inmediatamente inferior. El sociólogo Laurence J.Peter, que enunció el principio en 1969, lo expresaba de una manera muy gráfica: la nata sube hasta cortarse.

La primera vez que me propusieron ocupar un cargo de directora, mi tía Mari me preguntó:

–¿Estás segura de que estás capacitada para ese puesto?

Yo me encogí de hombros: la verdad es que no tenía ni la más mínima idea de si lo estaba o no. Sin embargo, otros creían en mí y yo nunca he sido capaz de decirle que no a un reto.

–Pues piénsatelo dos veces. Es peor fracasar que parar a tiempo.

Entonces no paré y la jugada no me salió mal. Pero, cada vez que me enfrento a un cambio en mi carrera, pienso en mi tía y me pregunto, ¿será éste mi nivel de incompetencia?

Las empresas están plagadas de personas muy buenas en su puesto anterior, pero que no valen para lo que hacen ahoraPor desgracia, no hay muchos seres humanos en general, y españoles en particular, dispuestos a llegar a un nivel de autocrítica suficiente como para reconocer que han alcanzado el límite de su carrera. Por eso, las empresas están plagadas de personas muy buenas en su puesto anterior, pero que no valen para lo que hacen ahora. Hay excelentes vendedores o financieros sin ninguna empatía para mandar. Grandes números dos que carecen de la seguridad en sí mismos que exige ser el número uno y tomar decisiones más difíciles que las de antes. Eficaces mandos intermedios que han llegado a la alta dirección y no saben por dónde empezar sin que alguien les esboce una hoja de ruta.

Pero, ¿cómo le dice uno que no a un puesto que implica más prestigio y dinero? ¿Cómo va uno a pararse cuando desde pequeño le han vendido que debe llegar alto en la empresa? ¿Cómo rechazar un ascenso y arriesgarse a ser visto como un tipo sin ambición?

En realidad, uno confía en que sean otros los que tomen la decisión. Espera que sus superiores sean lo suficientemente clarividentes como para ver algo que uno no está viendo en sí mismo. Pero no es cierto. En las empresas las decisiones se toman basándose en lo que un empleado ha demostrado en el puesto anterior, no pensando en si tiene las aptitudes necesarias para el que viene.

El Principio de Peter es destructivo. Porque implica que las organizaciones están llenas de personas no aptas para su puesto pero que han sido útiles a la organización en uno u otro momento. ¿Qué se hace con ellas? ¿Se las deja ir? ¿Se las degrada? Toda solución implica humillación. Y frustración. E infelicidad.

Marx soñaba con una sociedad no jerárquica: “Cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”. Pero igual que a las economías capitalistas se les exige crecer sin límite, de las personas se espera que se eleven más cada vez. Hasta que están atrapadas, porque la sociedad no les permite dar marcha atrás.

¿Soluciones? Hay quién argumenta que la clave está en estructuras más planas y menos jerárquicas, en las que se pueda prosperar lateralmente, sin necesidad de ascender. Y cuando se detecte a empleados con habilidades particulares, se les debe potenciar a través del coaching, el mentoring u otras herramientas diseñadas para ello.

Pero esto deja todo el peso en el lado de la empresa. Y yo, como mi tía, creo más en la responsabilidad personal. En analizarse a uno mismo para conocer las propias limitaciones; en establecer objetivos a corto, medio y largo plazo para saber hacia dónde queremos que se dirija nuestra carrera profesional; a escuchar a nuestra intuición cuando nos dice que una determinada posición no es para nosotros por muy sexy que resulte; o, simplemente, a aprender a decir que no.

¿Es esto garantía de éxito? En absoluto. Hitler llegó a su nivel de incompetencia al meterse a estratega militar. Sócrates, al hacerse abogado. Marco Aurelio, cuando fue nombrado emperador. Si ellos dieron un paso en falso, ¿qué no vamos a hacer nosotros?

Mi tía Mari es muy lista. No sólo es una excelente médico, sino que la única novela que ha escrito ha sido finalista del Premio Planeta. Y es la única persona que conozco que rechazó un puestazo de directiva en un hospital por no estar dispuesta a llegar a su nivel de incompetencia.