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José Mourinho, Vicente Del Bosque y la gestión de egos
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Sonia Franco

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Sonia Franco

José Mourinho, Vicente Del Bosque y la gestión de egos

Mourinho se marcha. Y la única certeza es que no deja a nadie indiferente. A unos, por cómo ha manejado el equipo. A otros, por cómo

Mourinho se marcha. Y la única certeza es que no deja a nadie indiferente. A unos, por cómo ha manejado el equipo. A otros, por cómo ha toreado a la prensa. A todos, porque su ego superlativo ha dejado huella en este Madrid nuestro.

Mis amigos futboleros se han pasado la semana hablando de ello. Y, entre las muchas cosas que han comentado –la mayor parte, sin sentido para una profana del fútbol como yo–, hay una que me ha llamado especialmente la atención:

Con el Madrid no hay quien acierte. Primero echan a Del Bosque porque le falta carácter para manejar a los galácticos. Después a Mourinho, porque le sobra carácter y no es capaz de entenderse con la plantilla. Con ego o sin ego, con Del Bosque ganamos dos copas de Europa. Y España, el Mundial. Y con Mourinho, ¿qué?

¡Ajá! Así que, en el fondo, se trata de una cuestión de egos. O, mejor dicho, de la gestión de egos. Todo aquel que haya liderado un equipo sabe de lo que hablo: gestionar personas se reduce al final a manejar con habilidad el equilibrio humano dentro de las organizaciones con el fin último de que las personas trabajen en equipo hacia un objetivo común. ¿Lo ha hecho Mou? ¿Lo hace Del Bosque?

Con ego o sin ego, con Del Bosque ganamos dos copas de EuropaCierto es que hay personas que tienen serias dificultades para ello porque su ego se interpone entre ellas y los demás (¿Mou?). No son capaces de ponerse en los mocasines de los otros, de ver el mundo desde otros puntos de vista que no sean el propio. El resultado es que cuando hay que encajar equipos, negociar, resolver conflictos… se muestran incapaces. Yo, mi, me, conmigo.

En el extremo opuesto, se sitúan las personas que, con generosidad, esfuerzo y predicando con el ejemplo (¿Del Bosque?), logran que los demás les respeten y trabajen hacia ese fin último que toda organización persigue. Llámese Real Madrid o España SA.

Algunos diréis:

–Pero, dirigir a un equipo como el Real Madrid, en el que hay tanto talento, tendría que ser fácil…

Y así debería ser: si uno cuenta con un equipo altamente cualificado realmente lo único que tiene que hacer es una correcta gestión del talento. Pero ahí está la dificultad, porque las personas no venimos con un manual de instrucciones bajo el brazo.

Fulanito, el de Finanzas, es un tipo estupendo, muy servicial y todos le quieren, pero desde que se ha separado no hay quien lo soporte. Zutanito, de Legal, es un escaqueador profesional. Sin embargo, desde que se ha enamorado de la secretaria del presidente, se va todos los días el último del departamento y se ofrece a hacer todo tipo de trabajos. ¿El jefe? No se entera de nada: no pregunta, porque no le interesamos. Lo único que le preocupa es que el trabajo esté hecho a tiempo para poder irse a jugar su partidita de mus. Así que sigue tratando a tanto a Fulanito como a Zutanito como si nada. ¿Os suena?

El diálogo y el conocimiento de las personas son el primer paso para hacer una buena asignación de tareas (¿Del Bosque?). Saber identificar tanto a la gente problemática como aquellos comportamientos que pueden poner en riesgo todo el trabajo en equipo, la segunda parte. Y, hecho esto, aún quedará un largo y arduo trabajo por delante. Todos los días.

Me diréis que las personas que saben hacer esto bien son, precisamente, los líderes. Efectivamente. Para que un equipo funcione es fundamental que haya un líder encabezándolo. Sin líder, no hay equipo (¿el movimiento del 15-M?).

¿Quiere esto decir que Mourinho no es un líder? No seré yo quién me atreva a hacer semejante afirmación, porque madera no parece faltarle y yo no entiendo una palabra de fútbol (aunque ya he dejado de preguntar qué es el fuera de juego). Lo que sí parece claro es que no ha sabido gestionar los egos del Real Madrid. Por el bien de mis amigos madridistas, espero que el año que viene no se cumpla aquella máxima de otros vendrán que bueno te harán. Claro que con Del Bosque no pasó…

Mourinho se marcha. Y la única certeza es que no deja a nadie indiferente. A unos, por cómo ha manejado el equipo. A otros, por cómo ha toreado a la prensa. A todos, porque su ego superlativo ha dejado huella en este Madrid nuestro.