Es noticia
¿Eres víctima de la nomofobia o el prontismo? ¡Cuidado!
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Pase sin Llamar
Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

¿Eres víctima de la nomofobia o el prontismo? ¡Cuidado!

Llego a casa después de una jornada de infarto, de esas en que los periodistas no paran de llamar (lo normal cuando te dedicas a la

Llego a casa después de una jornada de infarto, de esas en que los periodistas no paran de llamar (lo normal cuando te dedicas a la comunicación corporativa y se monta un lío en tu sector). A las 22,45 horas mi teléfono muere. Y compruebo desconsolada que mi cargador y mi agenda están en la oficina. ¡Horror! ¿Qué hago? ¿Vuelvo al trabajo? ¿Me meto en la cama? Aunque a estas horas es altamente improbable que alguien me llame, ¿voy a ser capaz de descansar? ¡Horror!

Decido acostarme, pero al rato me incorporo preocupada. ¿Seré víctima de la nomofobia, el síndrome de No-Mobile-Phone-Phobia o pánico a estar sin móvil? Ummm. Creo que no. Probablemente, mi afección tiene más que ver con el prontismo, o la obsesión por responder a las llamadas, el correo electrónico o el whatsapp al instante, como si lo contrario conllevase la pena de muerte laboral y/o social.

¿Lo habéis sentido alguna vez? Estás en una comida de trabajo y te falla la sincronización del teléfono con los mails; te encuentras de viaje y no funciona la itinerancia de datos; te has escapado de la oficina para ver la función de Navidad de tu hijo y te quedas sin batería… Te sientes solo e indefenso y eres incapaz de disfrutar de lo que sea que tengas entre manos porque, sin tu dispositivo móvil en plenas facultades, pierdes por completo la sensación de control. Tu mundo se tambalea. ¡Horror!

Todo ha de estar hecho en el actoNo es que nos hayamos vuelto majaretas, es que el prontismo se ha instalado en nuestras vidas por cortesía de los smartphones y las tabletas que tan amablemente nos pagan en el trabajo. El resultado es que las empresas ya no se conforman con hacernos víctimas del presentismo de toda la vida (aquello de calentar la silla hasta las ocho aunque ya no te quede nada por hacer, no vaya a ser, no vaya a ser…), sino que ahora nos imponen el prontismo: todo ha de estar hecho en el acto.

Hacerlo todo para ayer

La mala noticia es que, como consecuencia de todo esto, nuestros niveles de estrés están disparados y nuestra sensación de culpa no nos abandona. La buena es que los expertos creen que es una tendencia que hay que dejar atrás: el ritmo al que se trabaja en las empresas españolas no ha logrado aumentar ni su productividad ni su competitividad, pero ha desarrollado una nueva casta de ejecutivos: los directivos atolondrados que se empeñan en hacerlo todo lo más rápidamente posible y así se lo transmiten a sus equipos. Como consecuencia, “los proyectos tardan más en consolidarse y la calidad de la gestión disminuye”, afirma Gabriel Ginebra, profesor de habilidades directivas y premio Mejor Libro de Empresa de 2012 por El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo. En una entrevista con El Confidencial, recomienda a las empresas “hacer menos para poder hacerlo mejor, es decir, reducir la organización a lo humanamente gestionable”.

Un cambio en la cultura empresarial española es necesario¡Ojalá fuese tan fácil! Por muchos estudios y experimentos científicos que se hayan hecho demostrando que las interminables jornadas en la oficina (el presentismo) no hacen a los españoles más productivos, no hay tantas compañías que hayan introducido flexibilidad de horarios. Por la misma regla de tres, dudo mucho que los directivos se desenganchen de la Blackberry o el iPhone porque un gurú les diga que no van por el buen camino.

¿El problema? La falta de confianza en los empleados. En culturas empresariales en las que se confía en los individuos, al jefe lo único que le preocupa es que el trabajo esté hecho en el plazo previsto y con la calidad exigida. En aquellas en las que se desconfía, el jefe actúa de capataz, supervisando a los gandules que tiene a su cargo porque, de otro modo, jamás se haría el trabajo. Y los empleados acaban por comportarse cómo se espera de ellos: si se les da confianza, procuran ser dignos de ella. Si se les transmite control y miedo, se comportan como en el colegio, actuando a espaldas del profesor. Es el espíritu humano.

Y así (¡horror!) llegamos al mismo punto al que tantas otras veces en este blog: el necesario cambio de la cultura empresarial española para dar el verdadero salto a un mundo corporativo basado en la responsabilidad individual y el trabajo en equipo. Lo has adivinado: con la Iglesia hemos topado.  Así que queda en nuestras manos evitar la nomofobia o el prontismo. Porque, al final, lo que acaba estando en juego es la propia salud. Y eso sí que no.

Llego a casa después de una jornada de infarto, de esas en que los periodistas no paran de llamar (lo normal cuando te dedicas a la comunicación corporativa y se monta un lío en tu sector). A las 22,45 horas mi teléfono muere. Y compruebo desconsolada que mi cargador y mi agenda están en la oficina. ¡Horror! ¿Qué hago? ¿Vuelvo al trabajo? ¿Me meto en la cama? Aunque a estas horas es altamente improbable que alguien me llame, ¿voy a ser capaz de descansar? ¡Horror!