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Soñar y aprender a ser optimista es lo que hace que cumplas tus deseos
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

Soñar y aprender a ser optimista es lo que hace que cumplas tus deseos

Hace ya unos cuantos años que creo a pies juntillas en el pensamiento positivo. El principal culpable fue mi padre. Después de leerme El secreto, el

Hace ya unos cuantos años que creo a pies juntillas en el pensamiento positivo. El principal culpable fue mi padre. Después de leerme El secreto, el best seller de Rhonda Byrne que dio la vuelta al mundo y vendió millones de ejemplares con la teoría de que enfocarse en cosas positivas puede modificar los resultados de la propia vida (incluyendo mejoras en la salud, riqueza y felicidad), comenté con él que algunas cosas me parecían una soberana chorrada.

–Dice el libro que si deseas fervientemente tener cien mil dólares, los tendrás –le conté a mi padre, en tono despectivo.

Él me contestó muy serio.

 –¿Y cómo crees que estoy venciendo yo mi enfermedad?

Mi padre vivió diez años con un linfoma crónico. En un principio le habían dado sólo tres años de vida. Y estoy convencida de que cuando se fue, lo hizo porque, con tantos achaques y dolores, su vida ya no se podía llamar vida.

Esta semana he recordado esta anécdota por tres motivos. El primero, porque mi amiga Lola me ha llamado emocionada porque asegura que tiene un sueño (laboral) y que se va a poner las pilas para conseguirlo. El segundo, porque otra buena amiga, Maribel, me recordó una frase mía de hace un tiempo, cuando ella buscaba trabajo desesperada y se sentía una fracasada.

No es que hayas fracasado, es que has tenido mala suerte –le dije yo.

Y el tercero es que ha caído en mis manos el libro Learned Optimism, de Martin Seligman, que defiende que el pensamiento positivo puede aprenderse cambiando conscientemente cualquier forma negativa de hablar sobre nosotros mismos. El libro –que se hace muy largo porque describe pormenorizadamente los experimentos realizados por el autor y otros psicólogos– invita a los pesimistas (que son más proclives a la depresión, la mala salud y el fracaso laboral y/o personal) a comportarse como optimistas, que suelen conseguir más cosas en la vida y disfrutan de mejor salud.

La importancia del optimismo

Dejó de cuestionar su valía personal y profesional y decidió que, si la suerte no venía hacia ella, tendría que buscársela

Y habla mucho del estilo explicativo de cada uno: los optimistas creen que las cosas malas que les pasan son temporales, mientras que los motivos de las cosas buenas son permanentes, al contrario que los pesimistas. Los pesimistas piensan que un acontecimiento malo influye en todas las áreas de su vida, mientras los optimistas lo circunscriben al ámbito al que pertenece. Los optimistas no creen ser los culpables de todo lo malo que les pasa y son más confiados. Los pesimistas se culpan siempre y desconfían. Según Seligman, para aprender el optimismo hay que saber identificar y entender tanto nuestras reacciones como nuestras interpretaciones de la adversidad, y después actuar sobre ellas.

No suena sencillo, ¿verdad? Sin embargo, Maribel cuenta que dejar de pensar en sí misma como una fracasada para echarle la culpa a la mala suerte fue todo un alivio. Dejó de cuestionar su valía personal y profesional y decidió que, si la suerte no venía hacia ella, tendría que buscársela. Así que anda enfrascada en la creación de una empresa que no va a tardar en ver la luz. Y es feliz porque ha vuelto a conectar con su lado más creativo.

Pensamiento positivo y fuerza de voluntad

Mi amiga Lola aún no me ha contado su sueño, pero lo importante es que ya ha dado el primer paso: tenerlo. ¿Habéis oído hablar de la teoría de la profecía autocumplida o del efecto Pigmalión, sobre el que escribía hace unos días en este periódico Mario Alonso Puig? Afirma que las personas se comportan de modo que llegan a confirmar sus propios deseos o miedos, por lo que para llegar a algo hay que soñarlo, visualizarlo, quererlo. Es decir, que lo que consigas en la vida depende de tus expectativas.

El verano es la etapa ideal para dejarse llevar por la imaginación y el buen rollo

Pero a Lola le queda lo más difícil: pasar a la acción. Y aquí ya no basta el pensamiento positivo, sino que entra en juego la voluntad. Dicen los expertos que cuanto antes te sientes a planificar cómo vas a conseguir tu sueño, muchas más posibilidades tendrás de cumplirlo. Ese plan de acción debe incluir unos objetivos alcanzables con hitos intermedios, un calendario de acciones para evitar la procrastinación y mucho rigor en el seguimiento para, si es necesario, replanificar.

La verdad es que suena agotador pero, ¿y qué? Hay tantas y tantas personas a nuestro alrededor descontentas con su puesto de trabajo o esperando muertas de miedo a que las echen, que no está de más empezar a pensar en un plan B. Lo llames como lo llames, pensamiento positivo, optimismo aprendido, profecía autocumplida, efecto Pigmalión, la clave está en armarse de grandes dosis de autoconfianza y soñar, soñar, soñar. Al fin y al cabo, el verano es la etapa ideal para dejarse llevar por la imaginación y el buen rollo, ¿o no? 

Hace ya unos cuantos años que creo a pies juntillas en el pensamiento positivo. El principal culpable fue mi padre. Después de leerme El secreto, el best seller de Rhonda Byrne que dio la vuelta al mundo y vendió millones de ejemplares con la teoría de que enfocarse en cosas positivas puede modificar los resultados de la propia vida (incluyendo mejoras en la salud, riqueza y felicidad), comenté con él que algunas cosas me parecían una soberana chorrada.