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Las ventajas de seguir conectado al 'email' en vacaciones
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Sonia Franco

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Sonia Franco

Las ventajas de seguir conectado al 'email' en vacaciones

Uno de los viajes más maravillosos de mi vida fue a la Patagonia. Durante días, navegamos por aguas australes, atravesamos el Canal de Beagle, sorteamos icebergs,

Foto: ¿Es conveniente que consultemos los correos del trabajo en vacaciones? (Corbis)
¿Es conveniente que consultemos los correos del trabajo en vacaciones? (Corbis)

Uno de los viajes más maravillosos de mi vida fue a la Patagonia. Durante días, navegamos por aguas australes, atravesamos el Canal de Beagle, sorteamos icebergs, caminamos entre pingüinos… ¡sin acceso al correo electrónico! Una delicia, diréis algunos. Bueeenooo, os contesto. Yo apenas llevaba dos meses en un nuevo trabajo y mi CEO me había dejado muy claro que aceptaba viaje como animal de compañía porque yo lo tenía contratado hacia meses, pero me advirtió de que estuviese muy pendiente de la Blackberry por si surgía algo urgente en la oficina en mi ausencia. Al desembarcar en Puerto Natales (Chile), los correos electrónicos empezaron a descargarse a toda mecha y yo, por fin, respiré aliviada.

No, no soy una adicta al trabajo. Sí, adoro viajar e irme de vacaciones. Y no creo que haya nada malo en chequear el e-mail una o dos veces al día para ver qué está pasando en la oficina en nuestra ausencia. ¿Qué qué ventajas le veo? Muy sencillo:

1. Poder marcharse de vacaciones en la fecha prevista aunque haya surgido un tema que hay que resolver sí o sí unos días después. Gracias al e-mail, la nube, las tabletas, los portátiles o lo que sea que uno use para estar online, uno puede conectarse a reuniones o mandar documentos hasta desde el Polo Norte. En la era preInternet, no quedaba otra que retrasar las vacaciones. Hoy no es necesario.

2. Cuando uno vuelve de vacaciones, el 'shock' es menos intenso que antes. Los dispositivos móviles nos han permitido seguir aunque sólo sea por encima lo que ha ido ocurriendo en nuestra ausencia, con lo cual el primer día no está lleno de estresantes sorpresas, ni hay 540 correos urgentes que exigen nuestra atención.

3. Tener que chequear 'emails' una o dos veces al día es una gran excusa para escaquearse de esa tarea estival que uno odia más, ya sea hacer los deberes de matemáticas con Pedrito o llevar a la suegra de compras al mercadillo.

Ya veo que a algunos no os parece suficiente. Y vuestros motivos no me parecen malos:

1. Para desconectar del todo y recargar las pilas de verdad, lo mejor es dejar el móvil apagado y bajo siete llaves.

2. Nuestra pareja se siente ofendida porque le hacemos más caso al teléfono que a ella o a los niños.

3. Nadie es imprescindible. Si nuestro equipo necesita hacernos consultas constantemente, es que algo estamos haciendo mal.

¿Quién tiene más razón? Supongo que depende. Aquellos a los que les guste su trabajo de verdad, o tengan elevadas responsabilidades o cuenten con su propia empresa estarán de acuerdo con los primeros argumentos. Los que estén verdaderamente quemados o ejerzan un trabajo de poca responsabilidad encajarán más en el segundo grupo.

Somos nosotros los que tenemos que trazarnos las líneas entre lo urgente y lo importante

Pero me imagino que todos estaremos de acuerdo en que la tecnología nos ha hecho más libres. Sin duda, es mucho más fácil que antes coger un fin de semana largo o vacaciones fuera del mes de agosto porque, estemos donde estemos –con no demasiadas excepciones–, vamos a estar localizables.

Como en casi todo en esta vida, el equilibrio está en el centro. Ni nuestro jefe debe abusar por el hecho de que la empresa nos pague la cuenta de móvil, ni nosotros debemos sentirnos esclavos por este motivo. Somos nosotros los que tenemos que trazarnos las líneas entre lo urgente y lo importante. Y hacerle entender al jefe que, por muy urgente que sea, ya nos hemos asegurado de que en la oficina haya alguien tan capaz como nosotros para realizar una determinada tarea. De lo contrario, sí que estaremos perdidos.

Os deseo el mejor de los veranos. ¡Hasta septiembre!

Uno de los viajes más maravillosos de mi vida fue a la Patagonia. Durante días, navegamos por aguas australes, atravesamos el Canal de Beagle, sorteamos icebergs, caminamos entre pingüinos… ¡sin acceso al correo electrónico! Una delicia, diréis algunos. Bueeenooo, os contesto. Yo apenas llevaba dos meses en un nuevo trabajo y mi CEO me había dejado muy claro que aceptaba viaje como animal de compañía porque yo lo tenía contratado hacia meses, pero me advirtió de que estuviese muy pendiente de la Blackberry por si surgía algo urgente en la oficina en mi ausencia. Al desembarcar en Puerto Natales (Chile), los correos electrónicos empezaron a descargarse a toda mecha y yo, por fin, respiré aliviada.