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Niños y adolescentes ante las nuevas tecnologías
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Sandra Toribio Caballero

Relación Padres e Hijos

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Niños y adolescentes ante las nuevas tecnologías

Los tiempos han cambiado. Si antes los padres podían pasar horas al teléfono con sus amigos y amigas, o si simplemente tenían que bajar a la

Los tiempos han cambiado. Si antes los padres podían pasar horas al teléfono con sus amigos y amigas, o si simplemente tenían que bajar a la calle para reunirse con sus iguales, los niños y adolescentes de hoy organizan su tiempo de socialización de forma bien distinta. ¿Cómo afecta esto a las relaciones sociales? ¿Pueden los padres hacer algo para que sus hijos despeguen los ojos de la pantalla?

Delante del ordenador

No cabe duda que tener un ordenador en casa es contar con una herramienta importante para que los niños y adolescentes puedan hacer labores de búsqueda e investigación con fines educativos. Acceder a internet puede facilitar la elaboración de trabajos para el colegio o instituto. Sin embargo, surgen varios temas a tener en cuenta ante esta situación.

Igual que no le dices a un desconocido donde vives, tampoco debes hacerlo a través de internet

Por un lado, existen determinados “peligros” de que el niño o niña maneje internet solo: es posible que entre en chats por curiosidad y bajo el aparente amparo del anonimato (“no me ven”). Es importante que, en función de la edad y madurez que tenga el niño, los padres sepan que pueden servirse de controles parentales para limitar el acceso a determinadas páginas, y que puedan decidir sobre si aplicarlos o no. También en este terreno, es importante la comunicación entre padres e hijos, para no quedarnos sólo en una prohibición “porque sí” o “porque lo digo yo”: que los hijos puedan entender la importancia de no dar datos personales o mandar fotografías a desconocidos, ya que aunque lo normal es que “no pase nada”, por desgracia no son infrecuentes los casos de acoso (por ejemplo) que terminan denunciándose. Es decir, entenderlo como una precaución y una medida de responsabilidad: igual que no le dirías a un desconocido donde vives, tampoco lo debes decir a través de un chat.

Además, no podemos perder de vista que, aunque internet sirva y sea útil para “investigar”, nada puede sustituir a la experiencia “en vivo”. Por ejemplo, si hay que hacer un trabajo sobre Gaudí, y vivimos en Barcelona, además de buscar quién es Gaudí en internet, sería importante que pudiéramos hacer una visita al Parque Güell o a la Sagrada Familia. La experiencia real no puede ser sustituida por la experiencia de ver a través de la pantalla: los colores no son los mismos, ni las emociones o sensaciones.

Enganchados al teléfono móvil

Más allá del uso de internet a través del ordenador, el boom de los teléfonos móviles con acceso a la red ha supuesto, una vez más, una revolución a la hora de comunicarnos. A veces hace que nos sintamos más cerca de los demás, menos solos y más acompañados, compartiendo a través de fotos y actualizaciones dónde estamos, cómo estamos o cómo nos sentimos.

Los padres no deben dejar que los hijos chateen si están sentados en la mesa cenando o si es hora de estudiar

Pero si miramos a nuestro alrededor (en el metro o en el autobús, en un centro comercial o en la calle) veremos el alto porcentaje de personas (especialmente adolescentes… pero no sólo) con la mirada “pegada” a la pantalla del móvil. Chats como WhatsApp, o el acceso directo a Twitter, Facebook o Tuenti están muy presentes en el día a día de los adolescentes –más que en el “día a día”, podríamos hablar del “minuto a minuto”–. ¿Estamos hablando de una nueva forma de adicción?

Es importante que los padres puedan entender que algo ha cambiado y la importancia que esta comunicación tiene para el adolescente de hoy en día. Ahora bien, eso no significa que los padres no puedan o deban poner unos límites (al igual que hacen con otras cosas): por ejemplo, no chatear si estamos sentados en la mesa cenando, o si es hora de estudiar.

No debe ser la única forma de comunicación

Además de los peligros y conflictos que puedan surgir en el ámbito familiar, ¿se pierden algo los adolescentes a consecuencia de esta “revolución”? Quizás por estar tan “conectados” vía online dejan de estarlo en la vida real. A raíz de la existencia de los chats, en muchas ocasiones ya ni siquiera hablan por teléfono. Las comunicaciones, de esa manera, son más frías, y en muchas ocasiones las palabras pueden prestarse a malos entendidos, ya que no es posible añadir a lo que se dice literalmente un tono o intención.

Además, los perfiles en páginas como Facebook o Tuenti dejan al descubierto (casi por completo) la intimidad. En ocasiones pueden llegar a servir de vehículo a nuevas formas de bullying o acoso escolar, posibilitado de nuevo desde la (aparente) protección del no estar “cara a cara”.

Es preferible invertir la balanza y dedicar más tiempo a estar con los amigos que a chatear con ellos

Una vez más, vemos que hay partes positivas en esta nueva forma de relacionarnos, pero no hay que perder de vista lo que puede pasar si ésa se convierte en la única forma de comunicación. No es igual contar una anécdota o un problema vía email que en persona: la comunicación es mucho más que lo que se dice, es el cómo se dice… y esto, de momento, no tiene sustituto vía online (ni siquiera cuando es a través de una videoconferencia).

¿Qué pueden hacer los padres?

Como decíamos al principio, existen opciones en el ordenador a través de las cuales se pueden establecer controles parentales que bloquean el acceso a determinadas páginas (con contenido explícito de violencia, sexo,…). También hablábamos de poder controlar los tiempos de acceso (al igual que muchos padres hacen con las videoconsolas: por ejemplo, media hora al día, los fines de semana, si se acaban los deberes a tiempo,…). Que los padres puedan hablar con sus hijos sobre la importancia de que haya un mínimo de privacidad (limitar quién tiene acceso a su perfil y accede así a su información y fotografías) es también fundamental, al igual que orientar a los hijos para que no publiquen información demasiado personal (dirección, teléfono…).

Pero, sobre todo, quizás lo que los padres puedan transmitir a sus hijos es la importancia de que está bien disponer de teléfono móvil y ordenador, pero que en la medida de lo posible, es preferible invertir la balanza y dedicar más tiempo a ESTAR con sus amigos que a CHATEAR con ellos.

Los tiempos han cambiado. Si antes los padres podían pasar horas al teléfono con sus amigos y amigas, o si simplemente tenían que bajar a la calle para reunirse con sus iguales, los niños y adolescentes de hoy organizan su tiempo de socialización de forma bien distinta. ¿Cómo afecta esto a las relaciones sociales? ¿Pueden los padres hacer algo para que sus hijos despeguen los ojos de la pantalla?