Es noticia
Cómo afrontar los terrores infantiles
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Relación Padres e Hijos
Iratxe Sánchez

Relación Padres e Hijos

Por

Cómo afrontar los terrores infantiles

El miedo  es una de las emociones básicas y tiene una función adaptativa en nuestro desarrollo. Cuando creemos que estamos en peligro, se activa el miedo,

El miedo  es una de las emociones básicas y tiene una función adaptativa en nuestro desarrollo. Cuando creemos que estamos en peligro, se activa el miedo, provocando una reacción con el objetivo de protegernos, como pueden ser la huida, el enfrentamiento o la parálisis. De igual forma ocurre con nuestros hijos. Los miedos que surgen cuando crecen tienen la función de protegerlos. Se van haciendo mayores y por tanto son cada vez más autónomos e independientes. Los miedos surgen como defensa, ya que los niños están aprendiendo a valerse por sí mismos y determinadas situaciones son para ellos nuevas y desconocidas.

Los miedos infantiles evolucionan desde temores más físicos a temores de orden interpersonal. Un bebé, por ejemplo, se asusta ante ruidos fuertes u objetos que se mueven, mientras que un niño de seis años puede tener miedo a la oscuridad. La segunda infancia es una etapa de cambios significativos en su desarrollo cognitivo, social y emocional. En concreto, el desarrollo cognitivo del niño y su capacidad fantasiosa son mayores. Los miedos también evolucionan y se adaptan al momento vital del pequeño.

Qué perturba a los niños

A los seis años, los niños temen a seres imaginarios o fantásticos y pueden mostrar miedo a algún monstruo, a la oscuridad, a las tormentas fuertes, etc. Es propio del período de la segunda infancia que el pequeño vaya adquiriendo la capacidad de diferenciar las representaciones internas de la realidad objetiva. Esto quiere decir que en la medida que el niño crezca, los miedos que antes tenía a seres imaginarios como monstruos y fantasmas irán despareciendo y serán sustituidos por miedos más reales y específicos, acordes a los cambios que van teniendo a nivel intelectual y físico o a sucesos que han observado, ya sea en su entorno o en medios de comunicación.

Debido a su desarrollo cognitivo, empiezan a tener una mayor conciencia de la importancia de la escuela, y pueden surgir miedos al fracaso escolar, a no ser capaces de conseguir los objetivos académicos, etc. Las relaciones sociales cobran importancia, y pueden provocar diversos temores en la relación con sus iguales, como el  miedo a no ser aceptados, miedo a la crítica, etc. Empieza también a ser importante el aspecto físico: la ropa que llevan, cómo es su pelo, etc. El miedo a la separación o divorcio de los padres está más presente en aquellos casos en los que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores, debido a que son más conscientes del significado y de los cambios que supondría.

Unos consejos

Es importante que cuidemos cómo nos mostramos ante las situaciones que nos generan preocupación o miedo y adaptemos la forma en la que nos expresamos para poder enseñar a nuestros hijos. Por ejemplo, si nuestro hijo empieza a mostrar excesiva preocupación por ser aceptado por sus compañeros, es importante que podamos contener su emoción y ayudarlo a resolver la situación.

A continuación, presentamos una lista de estrategias para llevar a cabo en estos casos:

- Atender al miedo del 'peque' y darle un espacio para que se sienta atendido. Intentar vivir la situación del niño con tranquilidad, sin mostrar excesiva preocupación.

-Trazar un plan de forma que podáis crear aproximaciones sucesivas al estímulo que le genere temor. Por ejemplo, no podemos pretender que un niño que siente miedo a la oscuridad lo supere inmediatamente por mucho que se lo razonemos. Hay que crear una gradación de situaciones para que el niño vaya progresando. Hay que avanzar paulatinamente. No debemos dar importancia a los retrocesos sino celebrar los pequeños pasos.

-Se puede actuar la conducta temida con el objetivo de desmitificarla. Por ejemplo, estar en la habitación a oscuras, para enseñar al niño que no sucede nada.

- Es importante cuidar el entorno, tanto los mensajes que demos como los juegos o actividades que deben estar en consonancia con la edad del peque.

-Puede resultar también útil ayudarle a relajarse, enseñándole a respirar, con algún masaje…

-Hay situaciones que por su gravedad es normal que generen una respuesta de rechazo por parte del niño. Supongamos que nuestro hijo se ha quemado jugando en la cocina, es lógico que al principio cualquier situación parecida le genere miedo o rechazo. Tanto más cuanto mayores fueron las consecuencias, como en un accidente, la muerte de algún ser querido, etc.

El miedo  es una de las emociones básicas y tiene una función adaptativa en nuestro desarrollo. Cuando creemos que estamos en peligro, se activa el miedo, provocando una reacción con el objetivo de protegernos, como pueden ser la huida, el enfrentamiento o la parálisis. De igual forma ocurre con nuestros hijos. Los miedos que surgen cuando crecen tienen la función de protegerlos. Se van haciendo mayores y por tanto son cada vez más autónomos e independientes. Los miedos surgen como defensa, ya que los niños están aprendiendo a valerse por sí mismos y determinadas situaciones son para ellos nuevas y desconocidas.