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Cómo ayudar a los niños a relacionarse
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Rebeca Recio

Relación Padres e Hijos

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Cómo ayudar a los niños a relacionarse

El ser humano necesita combinar espacios de intimidad con otros de carácter más social. Por ello, desde los primeros meses de vida muestra interés por otras

El ser humano necesita combinar espacios de intimidad con otros de carácter más social. Por ello, desde los primeros meses de vida muestra interés por otras personas. Estas interacciones evolucionan a medida que el niño desarrolla sus capacidades cognitivo-afectivas.

Hasta que entra en la escuela infantil o guardería la mayor parte de sus experiencias han transcurrido en el contexto seguro que le otorga la familia. Este contexto está compuesto principalmente por adultos conocidos por el niño y en él la posibilidad de experimentar situaciones es limitada.

El grupo de iguales es el lugar donde el niño vive la mayoría de las experiencias de socializaciónLas experiencias previas a su entrada en la escuela van a variar dependiendo de las familias, es decir, del número de hermanos, familiares o amigos de edad similar con los que pueda relacionarse. Pero es en el aula donde el niño va a tener más posibilidades de relacionarse con niños de su misma edad. El grupo de iguales es el lugar en el que el niño aprende a relacionarse y dentro de cual vive la mayoría de las experiencias de socialización. Por lo que el lugar que ocupe en el grupo y la calidad de sus relaciones van a influir en la manera en que percibe a los demás y a sí mismo.

Dentro del grupo los niños van a ocupar posiciones variadas. Algunos son el centro de todo lo que ocurre en la clase, otros caen bien, otros pasan desapercibidos, etc. Estas posiciones van a depender tanto del temperamento de cada niño, es decir, de características innatas (como la adaptabilidad, el estado de ánimo, la actividad/inactividad, etc.), así como de las habilidades relacionales que posea (la capacidad para acercarse a los demás de forma positiva, para respetar turnos, para compartir, etc.).

El lugar que ocupa un niño en el grupo puede condicionar el número de relaciones que establece y lo a gusto que se encuentra en ellas, así como su gusto por ir al colegio.

Las relaciones entre iguales son necesarias para el adecuado desarrollo de los niñosA medida que el niño crece, las relaciones se amplían y se vuelven más complejas, requiriendo el desarrollo de más habilidades para relacionarse exitosamente. Entre las que se encuentran: expresar deseos y preferencias de forma clara, la habilidad para no ser fácilmente intimidado por otros niños, expresar su frustración e ira de forma adecuada, mostrar interés por los demás, ofrecer ayuda se necesita, etc.

¿Por qué es importante que tengan amigos?

Las relaciones entre iguales son necesarias para el adecuado desarrollo de los niños. Tener amigos les permite sentirse parte del grupo y recibir apoyo en aquellos momentos en que lo necesiten, compartir experiencias, intereses y gustos, establecer relaciones de confianza y al mismo tiempo les ayuda a construir una imagen adecuada de sí mismos.

La cantidad y calidad de relaciones que establece el niño va a influir en su bienestar minimizando la sensación de soledad, aumentando el disfrute, autoestima, etc. Además, le va a permitir aprender qué conductas son adecuadas en cada contexto y cuáles no, ocupar diferentes roles, ensayar interacciones o manejar conflictos.  Pero sobre todo va a funcionar como un factor de protección ante situaciones difíciles.

¿Qué dificultades pueden tener?

Los niños, al igual que los adultos, pueden mostrar diferentes tendencias al relacionarse. Algunos pueden mostrarse inhibidos, manifestando dificultades para expresar sus opiniones o dando menos importancia a sus sentimientos y necesidades que a las de los demás, así como adaptándose en la mayor parte de las ocasiones a los deseos de la otra persona. Los adultos pueden percibir esta forma de ser como adecuada, ya que el niño obedece con facilidad y no suele rebelarse, pero los otros niños pueden percibirlos como inseguros. Al no darle un lugar importancia a sus opiniones o deseos, están haciendo más probable que los demás tampoco se la den. Y esto va a  afectar a la imagen que tienen de sí mismos. En ocasiones estos niños se sienten poco respetados, valorados, escuchados, etc.

En el otro extremo están aquellos niños que sobrevaloran sus necesidades, intereses o deseos, por encima de los de los demás. Establecen relaciones en las que las otras personas no tienen mucho espacio, y en ocasiones prefieren no participar en el juego antes de aceptar que el otro elija, o jugar en segundo puesto. El resto de niños tenderá a verlos como “autoritarios”, pues siempre se tiene que hacer lo que ellos digan. Al relacionarse de este modo, no permiten que los demás participen de verdad en la relación, desencadenando dos posibles reacciones, cuya aparición dependerá de la situación y los compañeros de juego: que se adapten a sus deseos o se nieguen a jugar bajo sus condiciones. Ante la primera reacción, el niño se siente satisfecho, pero cuando no es seguido puede sentir frustración y malestar, que en muchas ocasiones no sabe manejar de forma adecuada y se convierte en enfado.

No hay posiciones correctas o incorrectas. Pero si una tendencia de comportamiento se convierte en algo rígido, que no varia según los diferentes contextos, puede generar dificultades al menor. Lo adecuado es que el niño pueda tener un amplio abanico de respuestas (adaptarse a las necesidades del otro, exponer sus deseos, escuchar, proponer, etc.) que pueda desplegar en función de las necesidades de cada situación.

¿Cómo podemos ayudar a los niños a relacionarse?

Tanto padres como profesores pueden ayudar a los niños a relacionarse de una forma adecuada. Algunas pautas para llevarlo a cabo son:

  • Valorar las ideas, opiniones y deseos del niño

La autovaloración se construye a partir del reconocimiento y valor que nos otorgan las personas importantes. Por lo que es necesario que los padres y profesores escuchen y  aprecien lo que dice, siente y hace el niño. Podemos ponerlo en práctica, estando atentos a los avances del niño y reforzándolos. Ejemplo: "Qué bien que te has acordado de recoger los juguetes tú solito".

  • Cuidar nuestras relaciones

Los adultos son figuras de referencia para los niños por lo que van a servir como modelo.  De este modo, las relaciones que establecen los adultos, van a influir las relaciones de los niños.

  • Negociar

En toda situación hay aspectos negociables y otros que no lo son. Cuando negociamos con los niños les permitimos practicar habilidades como la argumentación o la búsqueda de diferentes posibilidades, pero también la capacidad para mantenerse firmes en una posición. Por ejemplo, no queremos negociar que el niño meriende fruta (consideramos que es lo adecuado para su salud), pero sí podemos permitir que dentro de la fruta, elija manzana o pera. Se debe poner especial atención para que no consiga llevar a cabo sus deseos a través de procesos que no sean adecuados (rabietas, quitar las cosas por la fuerza, etc.).

  • Ayudarle a tomar conciencia de su malestar ante determinadas situaciones, así como a identificar las causas y posibles soluciones

Si observamos que el niño se muestra más nervioso de lo habitual, podemos preguntarle qué le sucede y si les cuesta identificarlo, ayudarle a ponerle nombre a cómo se siente: "¿puede ser que estés triste?" Si su reacción es negativa podemos intentarlo con otra opción: "¿a lo mejor estás enfadado?". Siguiendo este proceso ayudaremos al niño a encontrar las posibles causas, así como alternativas de solución: "¿Hay algo que puedas hacer para sentirte mejor?, ¿qué te ayudaría?"

  • Mostrarle los efectos de sus acciones sobre los demás

Los niños necesitan conocer las consecuencias de sus acciones, ya que esto les permite modificar sus conductas, en función de los objetivos que quieran obtener. Si cuando el niño va perdiendo en un juego quiere dejarlo o estropea la partida, podemos ayudarlo a que se ponga en nuestro lugar y mostrarle cómo nos sentimos sin culpabilizarle. "¿Cuando tú ganas una partida yo dejo de jugar o me pongo contenta por ti? Si yo nunca puedo ganar, no tengo muchas ganas de volver a jugar”. 

  • Respetar el espacio del otro

Para que una relación sea satisfactoria, ambas partes necesitan poder elegir, decidir, etc. En ocasiones los adultos dejamos que los niños sean los que seleccionen los juegos, ya que para nosotros no es tan importante elegir a qué jugar. Pero el niño necesita aprender a dar valor a sus deseos y expresarlos, respetando y dando lugar a los deseos del otro. Por ejemplo, si cuando jugamos con el niño, él siempre tiene que decidir el argumento del juego y los juguetes que utiliza cada uno, podemos ayudarle a que respete nuestras elecciones. “Hoy me toca elegir a mí el juego, ¿te acuerdas que ayer elegiste tú los coches?" E ir poco a poco tomando un lugar dentro del juego.

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El ser humano necesita combinar espacios de intimidad con otros de carácter más social. Por ello, desde los primeros meses de vida muestra interés por otras personas. Estas interacciones evolucionan a medida que el niño desarrolla sus capacidades cognitivo-afectivas.