Trabajo y sentido común
Por
Existen talentos que dejan huella en los que más lo necesitan
Marcelo Rodríguez Martín, de 38 años, aterrizó en España el 27 de diciembre del 2000, seis meses antes del corralito. Como él expresó: “no vine por
Marcelo Rodríguez Martín, de 38 años, aterrizó en España el 27 de diciembre del 2000, seis meses antes del corralito. Como él expresó: “no vine por trabajo sino escapando de una ola de violencia e inseguridad en la que no me interesaba participar”. Desde muy pequeño, con tan sólo 9 años tuvo un “pensamiento + necesidad”, como él lo denomina, que le iba acompañar el resto de su vida.
Se cuestionó qué hubiese pasado si al nacer le hubieran cambiado de familia por error. Él siente que era muy feliz en ese momento porque tenía una familia bien estructurada en la que sus padres siempre le han dado mucho cariño. Valoró mucho de ellos que siempre le dieran todo lo que eran capaces de dar sin esperar nada a cambio, o al menos él lo percibió así.
La respuesta que se dio desde pequeño parecía sencilla, en su mente aparecieron 2 escenarios posibles: el primero que su situación hubiese sido mejor económicamente, y peor afectivamente (él me comentó que viene de familia de clase media, muy modestos pero rodeado de mucho afecto); en el segundo se visualizaba en una familia desestructurada, con poco afecto, violencia y todo lo peor que podamos imaginar. Y este último escenario de imaginarse en su “vida cambiada” le dio bastante miedo. Esta reflexión le hizo preocuparse mucho por los otros niños que no tenían al menos la misma oportunidad que él tenía.
Decidió que había ahorrado dinero suficiente para intentar hacer lo que él quería
Nació en él la necesidad de hacer algo por ellos, pero no disponía de los medios. Su verdadera pasión es hacer películas. No tanto verlas. Le fascina participar en ese mágico proceso que empieza en un trozo de papel y termina en forma de luz y sonido estrellándose sobre una pantalla. Su aportación siempre fue desde la producción. Su carrera profesional desde que llegó a España giró en torno al sector comercial. Montó una tienda de regalos que duró un año, posteriormente trabajó como promotor comercial para importantes entidades bancarias. Trabajaba como comercial para ganar dinero con la finalidad de ganar libertad en el futuro e intentar desarrollar las cosas que quería hacer. En los dos trabajos le fue muy bien, porque era de los comerciales que más vendía, ganando alrededor de unos 3.000€ mensuales. Y así fue, después de estar 22 meses de comercial en stands de diversos centros, decidió que había ahorrado dinero suficiente (3.000€ al mes) para intentar hacer lo que él quería, volver a trabajar en cine o tele.
Cambiando la forma de pensar
Estuvo trabajando en una productora audiovisual conocida y ese trabajo le resultó duro e ingrato, ya que expresaba que siempre te exigía al máximo, en el que ningún día era igual y siempre aparecía un desafío nuevo que había que solucionar con mucha imaginación. El hecho de que trabajar en la tele implica precariedad laboral le hizo replantearse salir de ese sector. Continuando su periplo profesional reconoce que tuvo la suerte de trabajar para una cadena pequeña de cine durante 2 años como Director comercial, y este trabajo provocó un cambio tremendo en su forma de pensar, en su forma de emprender. Venía de un mundo 100% off-line y aterrizaba en un negocio 100% on-line. Tardó tiempo en aprender a pensar desde este nuevo punto de vista, pero una vez que entendió como funcionaban los negocios de internet, se dio cuenta de lo maravilloso que es y el potencial que tiene, en todos los ámbitos.
Tengo la suerte de saber siempre lo que quiero, y de saber hacia dónde quiero dirigir mi vida
A pesar de ganar muy bien sintió que su ciclo de vida en esa empresa había terminado y decidió abandonarlo para hacer algo que realmente le llenara por dentro, que le hiciese realmente feliz. Ya llevaba algunos meses modelando algunas ideas. Era el momento ideal para comenzar la maravillosa aventura de emprender. Él manifestaba que cuando estás en una zona de confort, en la que tu vida está organizada, tienes la parte económica más o menos cubierta y tus ingresos mensuales te satisfacen, es muy difícil tomar la decisión de emprender algo que suponga arriesgarlo todo.
En su caso comentaba: “Es inevitable, tengo la suerte (o la mala suerte) de saber siempre lo que quiero, y de saber hacia dónde quiero dirigir mi vida. Y una de las cosas más claras que tengo es la de vivir la vida antes de la muerte. Tengo claro que lo que quiero hacer debo hacerlo ahora o no lo haré jamás. El fracaso es tan relativo como el éxito, y para mí no existe ni el uno, ni el otro”. Cuando tomó la decisión de emprender, tenía claro que su negocio tenía que ser de internet, debía ser escalable y exportable a otros países, sin emplear para esto grandes recursos. Tenía varias ideas y todas le gustaban, pero necesitaba algo más que eso. Necesitaba emprender algo que le hiciera feliz por dentro, que diese verdadero sentido a su vida.
Pensando en los necesitados
Y así, como por arte de magia, volvió al pensamiento de sus 9 años y a la necesidad de ayudar a niños que no tienen las mismas oportunidades. Se dio cuenta que ese pensamiento estaba aparcado pero no olvidado, estaba esperando el momento adecuado para volver a manifestarse. El hecho de haber conocido el mundo de los negocios de internet le ayudó a poner en marcha emprender su negocio social. Tuvo la oportunidad de conocer el sector de la publicidad. Se sorprendió con las cifras que se manejan y la forma en la que los publicistas elaboran campañas para sorprendernos, para imponernos de forma unilateral que miremos sus anuncios.
Por eso pensó que si creaba un medio en el que todos pudiéramos consentir ver esa misma publicidad pero de común acuerdo con los anunciantes, ese dinero ingresado por los anunciantes podría destinarse a una causa mucho mayor como la de salvar la vida de unos niños y tratar de darles mejores oportunidades de desarrollo tanto a ellos como a sus comunidades. Y así surgió su empresa social en la que busca la sonrisa de los más necesitados. La empresa representa un hábito solidario, el dar (nuestro tiempo) sin esperar nada a cambio, solo por sentir el placer de haber iluminado algo. El movimiento acaba de empezar y afortunadamente Marcelo ha descubierto que la mayoría de la gente es muy solidaria. Él no lo sabía. El problema que piensa que tenemos es que nos cuesta ser mucho solidarios porque no sabemos cómo. Pensamos que tenemos que cambiar nuestra rutina, gastar dinero o hacer un gran esfuerzo para materializar nuestra ayuda, pero no siempre es así.
Ahora sí que no existen excusas para ayudar a los que lo necesitan
De ahí nace la razón de ser de la empresa social desarrollada por este argentino en la que demuestra que si todos nos unimos y hacemos un pequeño esfuerzo como es el ver un anuncio de 30 segundos al día podemos cumplir metas extraordinarias. Y lo mejor es que eso no nos supone dinero, ni cambios en la rutina, ni grandes esfuerzos, y al mismo tiempo nos da la satisfacción personal de saber que somos solidarios y está a nuestro alcance el mejor la vida de los demás: dejar nuestra huella en el otro es la filosofía de un gran proyecto social que consiste en mirar un anuncio que provoca dar un abrazo, sonreír, agradecer, valorar al otro, hacer el bien. Ya son más de 6.100 padrinos para 25 niños de 11 países, colaborando con 3 ONGs. Están trabajando con unos inversores con quienes se pusieron como meta el llegar a apadrinar a 1.800 niños mes a mes y hacer crecer la comunidad hasta los 120.000 padrinos y madrinas en un año.
Me resultó de gran interés contar esta historia real de un emprendedor que no solamente piensa en lucrarse en él, sino que de manera ingeniosa y creativa buscó sí o sí la implicación de los ciudadanos, sin coste alguno, salvo la voluntad de ver o invertir en un anuncio de tan sólo 30 minutos. Ahora sí que no existen excusas para no dejar nuestra huella como él la ha dejado en los que realmente lo necesitan. Gracias por esta labor.
Marcelo Rodríguez Martín, de 38 años, aterrizó en España el 27 de diciembre del 2000, seis meses antes del corralito. Como él expresó: “no vine por trabajo sino escapando de una ola de violencia e inseguridad en la que no me interesaba participar”. Desde muy pequeño, con tan sólo 9 años tuvo un “pensamiento + necesidad”, como él lo denomina, que le iba acompañar el resto de su vida.