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La UE hizo todo lo posible para que ganase el 'no'. Y es bueno para España
La pregunta que deja el referéndum no es qué pasará con Grecia, sino si los representantes europeos son los mejores para nosotros: lo han hecho todo mal
Había señales evidentes de que el ‘no’ triunfaría. Para quienes no tenemos acceso a la realidad griega de una manera directa, sólo nos quedaba leer las señales: las encuestas que han circulado estos días hablaban de empate técnico, pero ninguna había sido realizada por medios de referencia o por empresas solventes; la insistencia en los terribles perjuicios que acarrearía el ‘no’ tenían un carácter mucho más amedrentador que descriptivo; las manifestaciones por el ‘no’ fueron mucho más concurridas que las de sus oponentes; y los mensajes que se emitían desde los medios de comunicación europeos, como la insistencia en un país dividido o las críticas a la persona que habían convocado el referéndum son los que se filtran habitualmente cuando una de las partes sabe que va a perder. Y eso sin contar con algo evidente, que si un gobierno convoca un referéndum suele ser porque está seguro de que saldrá reforzado.
Nadie tuvo valor para dar la cara
Pero, sobre todo, era claro que iba a ganar el oxi desde el momento en que ningún líder de la Unión Europea quiso dar la cara, presentarse en suelo griego y apoyar el programa de reformas. Puede argumentarse que se trataba de un referéndum interno, y que por tanto cualquier intervención en ese sentido podía verse como una interferencia, pero se trata de un razonamiento banal si tenemos en cuenta que en las anteriores elecciones generales griegas muchos líderes hicieron acto de presencia para respaldar a sus candidatos preferidos, y que las declaraciones desde la UE a favor del ‘sí’ han sido numerosas en estos días.
Lo que deja el ‘no’ es la sensación de que la burocracia de Bruselas es demasiado incompetente
Quizá se trate más bien de que ha faltado valor para pisar Atenas y decir en persona aquello que se repite desde los micrófonos de las ruedas de prensa, y hablar allí de catástrofe, abismo y muerte. Tanto Wolfgang Schauble (ministro de Finazas alemán) como Jeroen Dijssembloem (ministro de Finanzas holandés y presidente actual del Eurogrupo) o Martin Schultz, (presidente del Parlamento Europeo) no han tenido problemas en hacer declaraciones incluso el mismo día de celebración del referéndum insistiendo en la tesis del miedo, de modo que hubiera estado bien que lo hubieran dicho a la cara.
Y quizá tengan motivos sobrados para esconderse detrás de la prensa. Wikileaks filtró esta semana una conversación telefónica de 2011, recogida por el Süddeutsche Zeitung, en la que Angela Merkel ya reconocía la conveniencia de una quita a la deuda griega. El FMI proponía eso mismo en un papelito en la semana previa a la celebración del referéndum, justo cuando se rechazaba la última oferta de Tsipras sin tenerla siquiera en consideración porque solicitaba la reestructuración de la deuda. Un sinsentido, máxime cuando la Troika al completo había prometido que esa quita llegaría cuando Atenas pusiera sobre la mesa unas cuentas con superávit primario, lo que ya ocurrió el año pasado, y cuando resulta evidente para la mayoría de los especialistas que en la situación actual ese movimiento es indispensable si se quiere recuperar buena parte de lo prestado. La respuesta del Eurogrupo y del Banco Central Europeo fue reveladora: obligó a los bancos griegos a cerrar cortándoles el grifo.
El Gobierno griego falseó las cuentas para entrar en el euro y nosotros hemos puesto al frente del BCE a Mario Draghi, que les ayudó en el maquillaje
La burocracia de Bruseles ha actuado de forma muy incompetente en distintos planos. En el terreno económico han fracasado de una manera lamentable, se escoja la arista que se quiera. Llevan cinco años imponiendo las condiciones presupuestarias y económicas a los griegos, y lo único que han conseguido es que vayan a peor, rescate tras rescate, lo cual implica una de estas tres opciones: 1) Se han dictado medidas ineficaces y han insistido en ellas a pesar de que la realidad las desmentía, que es la tesis que sostienen Krugman, Stiglitz o Piketty. 2) Las medidas podían funcionar, pero los gobiernos las han aplicado de manera ineficiente. 3) Las medidas eran inútiles, porque Grecia no tenía posibilidad de salir del pozo.
En las tres hipótesis, la responsabilidad del fracaso recae sobre los gestores europeos, porque estaba en su mano tomar otras medidas o bien obligar a los gobiernos a cumplir las dictadas o bien no insistir en rescatar a los griegos. Un detalle de su ineptitud: es increíble que cinco años después pretendan ahora rebajar el presupuesto de defensa argumentando que es uno de los más elevados del mundo… ¿Han tardado un lustro en darse cuenta? ¿Sí? No nos hagamos trampas al solitario: el gobierno griego falseó las cuentas para entrar en el euro y nosotros hemos puesto al frente del Banco Central Europeo a Mario Draghi, vicepresidente para Europa de Goldman Sachs en la época en la que esta firma ayudó a los helenos a maquillar sus cuentas. Este es el nivel de competencia.
Europa y "Los siete samuráis"
Se ha puesto a los griegos en una situación en la que piensan que, como tienen poco que perder, mucho mejor plantar cara
Pero, sobre todo, han sido enormemente torpes en lo político: puede que ahora se quejen del auge de Syriza, pero han sido ellos mismos los que lo han provocado, de un modo que recuerda a aquella maravillosa película de Akira Kurosawa, Los siete samuráis. Recordemos el argumento: un pueblo de campesinos vive sometido a una banda de forajidos que anualmente exige buena parte de la cosecha recogida. Pero ese año el clima ha sido particularmente malo, y los campesinos temen la venganza de los criminales cuando les entreguen mucho menos de lo habitual. Entre la espada y la pared, toman una determinación que habían desechado hace mucho tiempo, la de luchar. Son un pueblo pacífico, más bien cobarde, y harían cualquier cosa por evitar el enfrentamiento, pero saben que ya no tienen otra opción, por lo que prefieren invertir lo poco que tienen en contratar a unos cuantos samuráis caídos en desgracia para que les ayuden a pelear antes que ponerse de nuevo en manos de los cuatreros. La sensación es que la UE ha conseguido que calen en Grecia ambas percepciones: que las instituciones europeas son como esa gente que viene a cobrar todos los años con independencia de cómo haya sido la cosecha y que como ya hay poco que perder es preferible el enfrentamiento.
Y ahora, Podemos
Dicho de otro modo: Syriza está gobernando Grecia porque ninguno de los partidos del sistema supo plantar cara a unas formas de gestión irracionales e ineficaces que están perjudicando a los griegos y a los europeos. Y esto es lo que está ocurriendo en España: quienes han criticado a Podemos olvidan que fueron los únicos que manifestaron una voluntad clara de romper con esa unión de clientelismo, corrupción, torpeza gestora y desdén por los ciudadanos en la que se había convertido nuestra democracia; que la nueva política trajo algo que la vieja no podía o quería ofrecer: tuvo que ser un actor minoritario y exterior el que viniera a recordar que hay unos mínimos que deben ser siempre respetados.
El problema de la EU no es Tsipras, sino la ineficacia con que se está dirigiendo el proceso europeo
Si esa tarea de autocorrección hubiera estado presente en el sistema, el ascenso de Podemos hubiera sido mucho menor; pero nadie se preocupó de ello, pensando que con la tesis del miedo bastaría. No ha sido así, ni lo será en el futuro: mucha gente piensa que la tensión griega tendrá efectos negativos para los de Pablo Iglesias, que si la gente visualiza las colas en los cajeros y las imágenes falsas de supermercados desabastecidos, quedará asustada y desactivará las opciones políticas poco favorables a los dictados de quienes nos gobiernan desde Bruselas.
Pero es absurdo pensar eso si nos fijamos en los ejemplos que tenemos alrededor, empezando por Grecia (y terminando por Francia): es probable que si hubieran apoyado económicamente a los helenos seis meses antes de las elecciones, como solicitó Samaras, el destino de las elecciones hubiera sido otro. Pero les dio igual porque pensaron que con la tesis del miedo sería suficiente. Después de ese fracaso político, se negaron a acordar medidas económicas coherentes pensando que Tsipras firmaría lo que fuera porque no le quedaba otro remedio, porque pensaron que con el argumento bastaría, y se volvieron a equivocar. Cada vez que se les ha planteado un problema han hecho lo mismo, pero con más intensidad, y el resultado ha sido el mismo. Y eso ocurrirá con Podemos: cuanto más se utilice el afianzamiento intransigente en unas posturas caducas, y más se critique con el argumento del abismo a quien las denuncia, más reforzados saldrán.
¿Y España?
El problema último no son Iglesias ni Tsipras, sino la ineficacia con que se está dirigiendo el proceso europeo. Es probable que haya un mal diseño de la Eurozona, es evidente que en la UE hacen falta mecanismos más democráticos, pero quizá debamos empezar por lo más inmediato, que es reconocer que estos dirigentes no están capacitados para seguir adelante con el proceso, por ineficaces. Grecia no debe salir del euro, pero alguien tiene que explicar a quienes imponen las normas que están haciendo todo lo posible para que Europa fracase. Hay que girar el rumbo de las instituciones, convertirlas en más sensatas, racionales y eficaces. El 'no' debería servir, al menos, para iniciar ese camino. Y más nos vale a los españoles, porque los siguientes seremos nosotros.
Había señales evidentes de que el ‘no’ triunfaría. Para quienes no tenemos acceso a la realidad griega de una manera directa, sólo nos quedaba leer las señales: las encuestas que han circulado estos días hablaban de empate técnico, pero ninguna había sido realizada por medios de referencia o por empresas solventes; la insistencia en los terribles perjuicios que acarrearía el ‘no’ tenían un carácter mucho más amedrentador que descriptivo; las manifestaciones por el ‘no’ fueron mucho más concurridas que las de sus oponentes; y los mensajes que se emitían desde los medios de comunicación europeos, como la insistencia en un país dividido o las críticas a la persona que habían convocado el referéndum son los que se filtran habitualmente cuando una de las partes sabe que va a perder. Y eso sin contar con algo evidente, que si un gobierno convoca un referéndum suele ser porque está seguro de que saldrá reforzado.