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Grecia en España: del caos a la patada de Tsipras a Pedro Sánchez
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Esteban Hernández

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Grecia en España: del caos a la patada de Tsipras a Pedro Sánchez

Las negociaciones por el rescate griego están teniendo consecuencias electorales en España. PP y Podemos salen beneficiados y C's y PSOE quedan dañados. ¿Serán el inicio del declive socialista?

Foto: Alexis Tsipras ha echado un cable a Podemos y ha creado un problema al PSOE. (Reuters)
Alexis Tsipras ha echado un cable a Podemos y ha creado un problema al PSOE. (Reuters)

Mucha gente en el PSOE habrá visto con cierto alivio que Beatriz Talegón haya decidido marcharse del partido, como antes vieron normal la salida de Alberto Sotillos o celebraron que Eduardo Madina haya estado calladito y que sólo interrumpa su silencio con algún tuit del que no se entera nadie. Los partidos son así, mucho más preocupados por cerrar filas y convertir en internamente irrelevantes las posturas disidentes, que por examinar lo que estos hechos pueden tener de significativo más allá de las personas que los protagonizan. El abandono de Talegón no va a producir ningún efecto en el PSOE, pero sí es un síntoma cristalino de que algo está pasando. Y como bien sabemos, los síntomas hay que tomarlos en consideración para controlar la enfermedad a tiempo.

Los argumentarios para las generales

La excusa última que invoca Talegón para marcharse, la postura socialista en la crisis griega, tiene mucho de meter el dedo en la llaga. La actitud del PSOE poniéndose de parte del Eurogrupo y de Merkel resulta indistinguible de la del PP y eso es veneno electoral, porque los convierte en una opción prescindible. Sin duda, parte de sus votantes ven con buenos ojos que se posicionen con Schauble, pero para decir eso ya está el PP, mientras que para oponerse a la actual UE ya está Podemos. El PSOE se queda en tierra de nadie en un momento en el que se juega su supervivencia.

Podemos centra sus ataques en el PP, señalándose como la única fuerza alternativa, y el PP se ceba en el radicalismo de Iglesias: ambos están cómodos así

El escenario electoral, sea cual sea la fecha de celebración de las generales, va a quedar definido por dos discursos hegemónicos; uno, el que manejan los populares, prolonga aquel que las instituciones europeas utilizaron en Grecia, y consiste en oponer un partido responsable, moderado, que cumple sus compromisos con la UE y que oferta sensatez y recuperación económicas frente a la vía del caos y del abismo que abren los radicales extremistas de izquierdas, encarnada por Pablo Iglesias y su socio irresponsable, ese partido socialista que con tal de tocar poder es capaz de hacer cualquier cosa. La otra opción discursiva es la de Pablo Iglesias, que oferta un cambio necesario y real frente a un régimen acabado y corrupto que sólo pretende perpetuarse a costa de los ciudadanos y que se asienta en una obscena falta de democracia; un marco que iguala a PP y PSOE y cuyo único matiz es el que señala que los socialistas de corazón deberían atreverse a apostar por Iglesias.

El cortafuegos del miedo

Esas van a ser las tesis centrales para las elecciones, y son especialmente peligrosas para PSOE y Ciudadanos, atrapados en un fuego cruzado que les puede crear heridas profundas. Podemos lleva tiempo centrando sus ataques en el PP, intentando hacerse visible como la única alternativa posible a los populares, y éstos se ceban en el teórico radicalismo de los podemitas y señalan que son el único partido sistémico con opciones reales de gobernar.

C's lo tiene difícil en ese contexto porque su crecimiento en votos depende de que el desgaste de los populares sea apreciable y el voto del miedo es un gran cortafuegos para evitar grandes pérdidas en el PP. El PSOE no lo tendrá mejor si no sabe introducir ideas fuerza en el debate que rompan esa polaridad que les invisibiliza. Hasta ahora no les ha ido mal a los de Pedro Sánchez, porque el segundo plano en la pelea entre PP y Podemos les ha permitido recoger algo del descontento respecto de los de Rajoy y algo del miedo respecto de los de Iglesias e insistir con cierta comodidad en que ellos pueden cambiar las cosas sin llegar a extremismos peligrosos.

Grecia ha conseguido que parte de los votantes del PSOE perciban que la única formación socialdemócrata real sea Podemos

Ese es el escenario, pero luego llega la molesta realidad, que obliga a encajar las directrices en los hechos cotidianos, lo que no siempre resulta sencillo. El referéndum griego y las negociaciones actuales con el Eurogrupo son un buen ejemplo: para el PP es una situación perfecta, porque le permite alinearse sin fisuras con las tesis de Schauble y Merkel y trasladar a España el mismo mapa del caos que hemos escuchado en Grecia estos días, aplicado para el caso de que llegase Podemos al poder (de la mano del PSOE); para los de Iglesias conforma también una tesitura inmejorable, porque les permite diferenciarse por completo del resto de partidos españoles, emitiendo un mensaje que ninguno de los otros tres grandes se atreve a enunciar, como es el del fin de la austeridad.

A C's, por el contrario, le hace daño, porque las bazas discursivas que les distinguen de otras opciones de la derecha, como las manos limpias, la eficacia en la gestión y la lucha contra la corrupción no tienen aquí ninguna validez; pero al que deja en peor situación es al PSOE, que ha dicho exactamente lo mismo que Rajoy, lo que les vuelve a situar en el escenario de partida, el del PPSOE. Grecia ha conseguido que no se les vea como una formación de izquierdas, que den sensación de ser un buen apoyo para los populares cuando las cosas vengan mal dadas, y que parte de sus votantes y de sus bases comiencen a pensar que la opción socialdemócrata real es la de Podemos. Vendrán más situaciones como esta, pero la patada de Tsipras y Varoufakis al PSOE de Pedro Sánchez ha sido notable.

Mucha gente en el PSOE habrá visto con cierto alivio que Beatriz Talegón haya decidido marcharse del partido, como antes vieron normal la salida de Alberto Sotillos o celebraron que Eduardo Madina haya estado calladito y que sólo interrumpa su silencio con algún tuit del que no se entera nadie. Los partidos son así, mucho más preocupados por cerrar filas y convertir en internamente irrelevantes las posturas disidentes, que por examinar lo que estos hechos pueden tener de significativo más allá de las personas que los protagonizan. El abandono de Talegón no va a producir ningún efecto en el PSOE, pero sí es un síntoma cristalino de que algo está pasando. Y como bien sabemos, los síntomas hay que tomarlos en consideración para controlar la enfermedad a tiempo.

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