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La gran equivocación que la derecha comete con Podemos. Una y otra vez
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Esteban Hernández

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La gran equivocación que la derecha comete con Podemos. Una y otra vez

Empeñada en atacar a Iglesias, la derecha está llevando a cabo su combate por caminos erróneos. Claro que tampoco sus oponentes se quedan atrás a la hora de meter la pata. Aquí nadie aprende

Foto: Carolina Bescansa ofrece su bebé a Pablo Iglesias durante la constitución del Parlamento. (Reuters/Juan Medina)
Carolina Bescansa ofrece su bebé a Pablo Iglesias durante la constitución del Parlamento. (Reuters/Juan Medina)

Podemos es el blanco perfecto para buena parte de la derecha. Salvo en momentos concretos de las campañas electorales, donde movimientos tácticos exigían poner el acento sobre C's o el PSOE, la diana preferida han sido los de Iglesias. En gran medida, porque les era muy útil, ya que servía para atacar a dos enemigos a la vez. Los populares no creyeron en Podemos como alternativa real de Gobierno, y eran conscientes de que el PSOE continuaba siendo su principal adversario, pero también sabían que los socialistas iban a necesitar apoyo, de manera que visibilizar a sus posibles aliados como radicales e ineficientes era una manera de torpedear las posibles alternativas a su Gobierno. La ecuación era sencilla: PSOE y Podemos son lo mismo. Esta misma tarea se había realizado con éxito en otras campañas, en especial respecto de ERC, señalando a los socialistas como socios de los radicales independentistas, y equiparándoles en nivel de peligrosidad para la sociedad española.

En las campañas recientes, el riesgo ha sido uno de los elementos más significativos a la hora de movilizar a los electores, especialmente a los de la derecha: ofrecerles un contexto en el que no caben más opciones que los actuales gobernantes o los ineficientes, inexpertos o utópicos aspirantes ha contribuido a generar buena parte de sus adhesiones, y en ese contexto, Podemos era una buen blanco. Lo tenían todo: bolivarianos, jóvenes sin experiencia, antisistema, y un largo etcétera que se fue añadiendo al inicial calificativo de friquis.

La sensación no sólo es que colocan el acento en los asuntos equivocados, sino que están haciendo todo lo posible por reforzar las tesis del adversario

Es de esperar que se recrudezcan los ataques, tal y como están las cosas. Coyunturalmente, dado que la opción alternativa al Gobierno de estabilidad por el que abogan la UE, el Eurogrupo y los inversores es la unión de socialistas, Podemos y algún grupo más, es previsible que se ponga el acento sobre el partido de Iglesias. Pero también tácticamente, porque quizá sea el único partido estatal de oposición que exista en el Parlamento, y más cuando su unión con fuerzas nacionalistas añade la variable que faltaba a la ecuación.

¿Postureo?

Lo que sorprende es la torpeza de buena parte de la derecha a la hora de criticar a Iglesias y los suyos, y el reciente maremoto provocado a raíz de la toma de posesión de los parlamentarios es una muestra muy representativa. La sensación no solo es que colocan el acento en los asuntos equivocados, sino que están haciendo todo lo posible por reforzar las tesis del adversario, producto de una mala lectura de los mecanismos de transmisión de información de nuestra época.

La crítica exagerada y amplificada al máximo a través de redes y medios de comunicación de la presencia del hijo de Carolina Bescansa en el Congreso es uno de esos errores. La principal objeción era que la diputada de Podemos había hecho un uso instrumental de su maternidad para atraer la atención. Y es cierto, pero no hubo nada oculto en ello: aprovechó la ocasión para visualizar una realidad social, la dificultad de conciliar la vida laboral con la familiar (que, por otra parte, era un asunto típicamente PSOE). Era, además, una acción legítima que podía generar simpatías en buena parte de los sectores sociales. Las críticas que se formularon incidían en que estábamos ante una representación, lo cual era verdad, pero estas tesis dejaban de lado otra realidad, la de que fue producto de una reivindicación política, lo cual inhabilitaba esa clase de argumentos.

Lo que más ayudó a Podemos no fue lo que ellos contaron o hicieron, sino la retransmisión continua y amplificada de críticas sobre lo que hacían o decían

Desde el terreno pragmático, las acusaciones de postureo resultan irrelevantes, ya que el resultado que consiguieron fue exactamente el que buscaba Podemos: el mensaje que quería transmitir Bescansa salió doblemente reforzado, en el sentido de que todo el mundo se enteró de él y de que concentró los debates (mucho más que el nombramiento de Patxi López como presidente de la Mesa del Congreso, por ejemplo), pero también porque subrayó entre sus simpatizantes la idea de que hay sectores políticos retrógrados demasiado encerrados en sus ideas como para entender la importancia de la conciliación.

El mensaje equívoco de las carrozas de Carmena

Esta retroalimentación a través de las críticas es algo que ocurre con frecuencia en nuestra sociedad (muchas de las figuras de masas concitan más odios que afectos, y por eso son tan populares), y Podemos ha sacado partido de ella desde su inicio, cuando le llevaron a sus cotas máximas de visibilidad pública: lo que más contribuyó a difundir su imagen no fue lo que ellos contaron o hicieron, sino la retransmisión continua y amplificada, aunque fuera en sentido negativo, de lo que hacían o decían. La derecha multiplicó la potencia de Podemos creyendo combatirla.

Y es una lección que no han aprendido: los recientes ataques a las carrozas de Carmena son una más de las piedras en las que van tropezando. En parte por la vehemencia de sus ataques, excesiva si tenemos en cuenta la escasa importancia del asunto, y en otro sentido porque envían un mensaje absolutamente equívoco: si la mayor objeción a la gestión de Carmena son sus elecciones estéticas en una celebración, lo que están diciendo implícitamente es que está dirigiendo más que correctamente el ayuntamiento.

La cuestión de fondo es que la derecha ha tomado lo anecdótico como central, y se ha especializado en intentar construir asuntos tremendos de temas que no alcanzan la categoría de secundarios. Otorgan así mucha ventaja a sus rivales. Como se ha dicho, porque les hacen mucho más visibles, y la visibilidad hoy es esencial; y, en segundo término, porque operan en un terreno que les resulta útil. La mayor parte de las medidas que se están tomando en los lugares en que la nueva izquierda tiene el poder son simbólicos: la cabalgata, los cambios de nombres en las calles, la retirada de los bustos y demás elementos de ese orden. Aplicarse en las guerras culturales es un error, porque lo que importa hoy, el centro del poder, es la economía, y lo demás queda subordinado a sus lógicas. De modo que hacer 'casus belli' de temas simbólicos nos lleva a un terreno socialmente poco relevante, políticamente insustancial y estratégicamente dominado por quienes los proponen.

De algún modo, en Podemos han sido muy conscientes de esta ventaja, que han aprovechado convenientemente. Desde su nacimiento, tenían claro que los ataques de la derecha más cerrada les hacían subir en las encuestas y en la aceptación popular, de modo que optaron por darles cancha.

Creer demasiado en uno mismo

Sin embargo, esta convicción también tiene su trampa, y por suerte para sus oponentes políticos y por desgracia para sus fieles, Podemos no ha aprendido algunas lecciones sobre cómo funciona la comunicación, eso en lo que dicen ser expertos. Las críticas, incluso las infundadas, no solo pueden beneficiarte, también pueden hacerte bastante daño si no reaccionas adecuadamente. Su actitud usual, quizá producto de una excesiva confianza en sus lecturas de la realidad, ha sido la de ignorar las acusaciones, y después hacer sorna con ellas, como si eliminar su importancia las borrase de golpe. Parecen creer que, como todo funciona en el nivel del discurso, basta con sacar el tema del discurso para que desaparezca.

Con el asunto de la UDEF; Podemos está cayendo en los mismos errores que cometió en el caso Monedero

Ese fue el error que cometieron con el caso Monedero, el inicio de su declive como partido hegemónico (al menos en las encuestas), cuando una reacción muy débil y extremadamente tardía dejó a sus oponentes vía libre durante más de un mes, algo que pagaron muy caro. Y ese es el error que están cometiendo con el reciente asunto de la investigación de la UDEF sobre la financiación teóricamente recibida desde Venezuela vía Irán. Su táctica ha sido la usual: el silencio primero, el desprecio después. Pero estas cosas, que pueden resultar irrelevantes si se manejan bien, acaban haciendo daño si la reacción no es la adecuada. La acción más contundente ha sido la de Errejón tuiteando un artículo que niega la investigación, un acto de muy escaso alcance si tenemos en cuenta que las televisiones, periódicos y radios dan cada vez más cancha al asunto. En definitiva, que tampoco parecen haber aprendido mucho de experiencias anteriores.

Unos y otros siguen anclados en sus propios modelos, fijados en una confianza demasiado elevada en sí mismos, la suficiente como para no poder observar los hechos con cierta distancia. Y francamente, no es tranquilizador.

Podemos es el blanco perfecto para buena parte de la derecha. Salvo en momentos concretos de las campañas electorales, donde movimientos tácticos exigían poner el acento sobre C's o el PSOE, la diana preferida han sido los de Iglesias. En gran medida, porque les era muy útil, ya que servía para atacar a dos enemigos a la vez. Los populares no creyeron en Podemos como alternativa real de Gobierno, y eran conscientes de que el PSOE continuaba siendo su principal adversario, pero también sabían que los socialistas iban a necesitar apoyo, de manera que visibilizar a sus posibles aliados como radicales e ineficientes era una manera de torpedear las posibles alternativas a su Gobierno. La ecuación era sencilla: PSOE y Podemos son lo mismo. Esta misma tarea se había realizado con éxito en otras campañas, en especial respecto de ERC, señalando a los socialistas como socios de los radicales independentistas, y equiparándoles en nivel de peligrosidad para la sociedad española.

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