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Todo es teatro: gobernará el PP porque no hay otra solución
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Esteban Hernández

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Todo es teatro: gobernará el PP porque no hay otra solución

Las exigencias que la Unión Europea y los mercados están planteando a España serán la clave de los pactos electorales. Y en ese contexto, una alianza entre PSOE y Podemos parece muy complicada

Foto: Pedro Sánchez cuenta con varias opciones, y todas malas. (EFE)
Pedro Sánchez cuenta con varias opciones, y todas malas. (EFE)

En este tiempo lento de escenificación política y de partidas de ajedrez para desgastar al contrario, todavía nos queda un trecho por recorrer. La falta de una solución que conjugue las necesidades electorales de cada partido con las personales de los líderes, y éstas con las exigencias europeas, compone un equilibrio precario que casi ninguno sabe cómo romper sin salir perdiendo. Hay dos fuerzas que tienen sus líneas de acción bien marcadas pero a las que les faltan el poder necesario para desarrollarlas, el PP y Podemos. Hay otras dos que ocupan posiciones complejas, porque los socialistas y Ciudadanos tienen muy difícil salir de esta sin desgastarse por algún lado, y más en un contexto general en que se necesitan al menos tres partidos para sumar lo necesario. De modo que ha llegado el momento de la estrategia, esa en la que Iglesias y Rajoy se están sentando a esperar a ver cómo el cadáver de Sánchez pasa por delante de su puerta.

El hecho determinante

En momentos como estos, haríamos mejor en tomar distancia y examinar la situación con perspectiva más que vivir cada paso del proceso como si fuera el último y dejarnos llevar por las especulaciones de cada día, por las luchas de poder semanales en los partidos, por el último movimiento táctico de cada jugador. Porque el telón de fondo, que usualmente termina determinando las acciones de los contrincantes, no ha variado ni un ápice. La realidad es esta: desde la Unión Europea y desde las instituciones internacionales se presiona para que España siga adelante con el proceso de reformas y para que siga operando en la misma linea seguida por Guindos, pero profundizando en ella. Nos dicen que el trabajo no está hecho, y que queda mucho camino por recorrer.

Si los representantes electos se plantean tomar medidas que vayan en contra de lo que la UE y los mercados desean, habrá consecuencias graves

Esta es la cuestión crucial, porque todos hemos puesto en el foco en el diálogo, en los pactos, en quiénes se quedarán por el camino, en cómo los líderes lograrán sortear los obstáculos para no dañarse en esta carrera, cuando el hecho inevitable es que quien llegue a la Moncloa tendrá que cumplir con lo recetado o enfrentarse a Bruselas y a los mercados, con las obvias consecuencias a las que aboca.


Hay un momento tremendamente llamativo en el debate que 'El Confidencial' organizó entre Daniel Lacalle y Nacho Álvarez, en el que el popular economista le plantea una pregunta esencial al economista de Podemos: “Día uno después de llegar al Gobierno: ¿cómo te financias?” Porque es evidente que esa es una cuestión que hay que afrontar. Si los representantes electos se plantean tomar medidas que van en contra de lo que la UE y los mercados desean, habrá consecuencias, en forma de dinero mucho más caro para una España que lo necesita porque cuenta con una deuda elevada, en menor inversión y en capital español que busca refugio fuera de España. Existen varias alternativas para salvar esos escollos, pero la principal pasa por convencer a la UE de que adopte otra postura, y eso parece estar lejos de que suceda. De modo que si el PSOE y Podemos llegasen a la Moncloa tendrían que afrontar esa pugna entre los mercados y su Gobierno, con el desgaste que apareja, en un contexto en el que carecen de la fuerza social necesaria para que no se les vuelva en contra.

Una alianza de dos partidos que están intentando acabar el uno con el otro no puede ser duradera cuando tienen que ir en contra de sus promesas

La otra opción es que un Gobierno del PSOE apoyado por Iglesias decidiera hacer lo que instituciones internacionales y los inversores les piden, seguir con los recortes, afinar la reforma laboral y elevar algunos impuestos, lo que sería muy difícil de soportar para el electorado socialista e imposible para el de Podemos. Si hacen eso, los dos quedarían en estado de coma. Hay otra alternativa, que el PSOE presionase para seguir con adelante con las reformas, lo cual le brindaría un escenario idóneo a Podemos para el sorpasso. Por decirlo de otro modo, una alianza de dos partidos que están intentando acabar el uno con el otro no puede ser duradera cuando el contexto les obliga a ir en contra de sus promesas, porque cualquier excusa sería buena para replegarse a la estrategia y olvidarse de la gobernabilidad.

¿Una cabeza de turco?

El PP y Ciudadanos carecen de esos problemas, porque están alineados con las demandas exteriores. Les sería fácil poner el acento en plantear reformas institucionales y aplicarse en las económicas al mismo tiempo que ofrecen alguna cabeza de turco para que la corrupción pase a un segundo plano. Es cierto que, con una deuda tan elevada y siguiendo las recetas que se están marcando a España, la consecuencia obvia será la acentuación de las desigualdades, algo que no parece importar a Bruselas, y que la deuda continúe aumentando, pero ese será un asunto a resolver en el futuro, y y el futuro en política siempre queda lejos. La cuestión ahora es otra, la de sumar el tercer socio necesario para gobernar.

La abstención permite al PSOE hacer lo de siempre, plantar batalla al PP en cuestiones culturales mientras coincide en los temas económicos

Y ese será el PSOE. Ciertamente, hacer pronósticos en un contexto como el actual supone tener muchas papeletas para equivocarse. Pero si analizamos el conjunto del mapa, no parece quedar otra opción que un PSOE que se abstenga para facilitar el Gobierno del PP. Los socialistas han sido la segunda formación en votos, hay una parte relevante del PSOE que no desea la alianza con Podemos, y un Gobierno conjunto con Pablo Iglesias supondría una confrontación estratégica constante en la que Podemos tendría más papeletas para ganar. Abstenerse les permite seguir haciendo lo que llevan muchos años haciendo, plantar batalla al PP en cuestiones culturales mientras coinciden en los temas económicos, y tener algo de tiempo para plantear la estrategia para el futuro. Y si por el camino pueden pedir la cabeza de Rajoy o rascar alguna ventaja en los ministerios, mejor. Desde luego, es una solución que les perjudica, pero nunca se sabe cómo estarán las cosas dentro de un par o más de años, cuando lleguen nuevas elecciones, por lo que a muchos socialistas les parece pragmático posponer grandes decisiones sobre su identidad hasta saber las bazas con las que contarán en ese futuro hipotético.

Ganar tiempo

En el fondo, un Gobierno del PP con la abstención del PSOE es la solución que mejor les viene a casi todos. Al PP porque regresa al Gobierno; a Podemos porque le permite ser el único actor que juega a la contra y ocupar un espacio cada vez más amplio por el deterioro del PSOE; y a los mismos socialistas, porque consiguen ganar tiempo.

Si esta tesis es la correcta, es decir, si el seguimiento de las directrices que Bruselas, Berlín y Fráncfort ordenan es imperativo, haríamos bien en visualizar todas estas declaraciones, disensiones rupturas y recuperaciones del diálogo como lo que son, algo más espectacular que real. Son mucho más luchas por ganar posiciones como partido y de no perderlas como líderes y dirigentes, que negociaciones por cambiar el futuro de España.

En este tiempo lento de escenificación política y de partidas de ajedrez para desgastar al contrario, todavía nos queda un trecho por recorrer. La falta de una solución que conjugue las necesidades electorales de cada partido con las personales de los líderes, y éstas con las exigencias europeas, compone un equilibrio precario que casi ninguno sabe cómo romper sin salir perdiendo. Hay dos fuerzas que tienen sus líneas de acción bien marcadas pero a las que les faltan el poder necesario para desarrollarlas, el PP y Podemos. Hay otras dos que ocupan posiciones complejas, porque los socialistas y Ciudadanos tienen muy difícil salir de esta sin desgastarse por algún lado, y más en un contexto general en que se necesitan al menos tres partidos para sumar lo necesario. De modo que ha llegado el momento de la estrategia, esa en la que Iglesias y Rajoy se están sentando a esperar a ver cómo el cadáver de Sánchez pasa por delante de su puerta.

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