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3 momentos patéticos (ninguno es de Soria) y una gran lección política de la semana
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Esteban Hernández

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3 momentos patéticos (ninguno es de Soria) y una gran lección política de la semana

Los partidos tardan mucho en aprender y cuando parece que lo han conseguido, se pegan un tiro en el pie, como el PP. Estos últimos días han sido muy reveladores

Foto: El Congreso de los Diputados durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez. (Efe/Javier Lizón)
El Congreso de los Diputados durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez. (Efe/Javier Lizón)

En estos tiempos políticos en que las noticias golpean con estridencia y desaparecen casi de inmediato y los hechos pasan de ser graves a viejos en el plazo de días, es la capacidad de unirlos y darles un sentido la que realmente proporciona información. Hay gestos, palabras y actitudes que merecen ser rescatados del basurero de la realidad porque nos explican la realidad de forma muy precisa. En esta misma semana, llena de acontecimientos, como tantas otras últimamente, se han producido algunos hechos en los que conviene detenerse porque señalan claramente las prácticas políticas que están teniendo lugar en nuestra sociedad. Tres de ellos, que oscilan entre lo cargante y lo patético, sirven para describir las tácticas en las que estaban inmersos todos los partidos. El otro, de mucha mayor relevancia, quiebra esas dinámicas, y nos ofrece un enseñanza evidente respecto de la política actual. Son estos:

El regreso de Venezuela

Rafael Hernando compareció el lunes en el Congreso en rueda de prensa para contestar a una intervención de Albert Rivera. Ya habían publicado El Confidencial y La Sexta la noticia de la relación de Soria con Panamá, y lo primero que hizo fue referirse al asunto. Pero enseguida, dándolo como un tema menor, giró hacia la estrategia que su partido ha mantenido en los últimos tiempos: Hernando afirmó que Rivera estaba pidiendo explicaciones sobre Soria cuando C's acababa de sentarse con Podemos y no les habían exigido que aclarasen si Venezuela les estaba financiando.

El PP lleva toda la campaña (desde que Podemos obtuvo cinco parlamentarios en las europeas, de hecho) metido en ese eje 'nosotros o el caos' que tan útil les fue con Zapatero y que, en síntesis, traslada la idea de que los de Iglesias acabarían con este país si llegasen al poder, lo que podría ocurrir si al PSOE, por ambición o tacticismo, se le ocurriera tenderles la mano. Cierto que es un argumento banal, pero les resultaba útil en dos sentidos, ya que les permitía contraponer orden establecido y desastre, su marco discursivo por excelencia, e igualar al PSOE con Podemos, mientras que por otro lado constituía un buen refugio cuando las cosas iban mal. Cuando surgía un escándalo en el PP, aparecía por algún sitio un vínculo de los de Iglesias con los bolivarianos. Y la semana de las negociaciones ocurrió lo mismo, de modo que para qué iba a cambiar Hernando de discurso. Ese fue un primer error.

El regreso de los intelectuales

El lunes se publicó un manifiesto de intelectuales apoyando el Gobierno PSOE-C's- Podemos, que tenía tanto aroma de Fundación Alternativas como de Prisa, en el que figuras de la vieja escuela, Nicolás Sartorius, Juan Cruz, Diego López Garrido, Carlos Jiménez Villarejo, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, Aitana Sánchez-Gijón, Fernando Schwartz, Cristina Almeida y Daniel Innerarity, entre otros, querían impulsar un acuerdo en las negociaciones. Fue un buen ejemplo de las iniciativas que hoy pasan desapercibidas, fruto no tanto de que los manifiestos sirvan para poco, lo cual no es del todo cierto, como de la evidencia de que las cosas hechas como siempre se convierten en esfuerzos baldíos. Su intento de empujar en una dirección política concreta no convenció ni a los suyos, y demostró una falta de sintonía con los tiempos. El mundo filosocialista demostró tener el mismo problema del PSOE, el de utilizar la misma fórmula y los mismos ingredientes que en los ochenta y pretender que dé resultados en 2016.

El reproche insistente

Los frecuentes cruces de declaraciones entre Iglesias y Sánchez, entre Podemos y el PSOE, que tuvieron lugar en radios, teles, Twitter, diarios, etc., culpándose del fracaso de las negociaciones, fueron el tercer factor de la semana. La obsesión por que el competidor fuera visualizado como el responsable de la ruptura se convirtió en algo agotador. Todos sabíamos que las cosas no iban a funcionar, igual que lo sabían ellos: la mesa no se convocó para alcanzar un pacto, lo que era altamente improbable, sino para desgastar al oponente y minar sus simpatías electorales. Pero era algo tan evidente que ha acabado por saturar a la gente, lo que les perjudica a ambos. En el mismo escenario hay que encuadrar la consulta de Podemos a las bases, el de los asuntos que se hacen de cara a la galería, que forman parte de la estrategia de campaña, pero que tienden a alejarles de una ciudadanía harta de tantas idas, venidas y reproches.

El PP se pega otro tiro en el pie

En esas estábamos, con las claves típicas de las viejas campañas circulando libremente, con unos recurriendo a la estrategia del miedo, los otros intentando reeditar jugadas que les salían bien en los ochenta y los de más allá jugando a no perder pie, cuando llegó Soria, el cuarto factor.

Hay que aclarar un aspecto: la jugada de Rajoy de hacerse a un lado para que se peleasen los demás le había salido bien y era el momento de intentar que las cosas volvieran a su redil y de preparar los acuerdos tras las elecciones, si no se podían encontrar socios antes. Lo tenían todo encauzado, las encuestas eran favorables y no había otra opción de gobierno que no pasara por la participación del PP.

Pero aparecieron los Papeles de Panamá, lo cual no era un problema grave, y ellos solos lo convirtieron en una bomba. Primero salieron informaciones acerca de Venezuela y Podemos, luego regresó Mario Conde por una carambola del destino, incluso le metieron en prisión, y el discurso público regresaba a los lugares de siempre, a generar la sensación antipolítica de que todos son iguales. Era todo muy sencillo, hasta que llegó Soria, dio tres versiones distintas sobre el mismo tema, salieron nuevos papeles, se sumó el caso de Granada, apareció la investigación sobre Aznar y todas las miradas se volvieron hacia Soria, que se vio obligado a dimitir. Por decirlo en pocas palabras, el PP se cargó buena parte de su estrategia en un momento, algo a lo que los populares son muy dados, sobre todo si el viento sopla a su favor. Una lección muy clara.

La lección

Más allá de la particular ineficacia, por unos motivos u otros, de los actores políticos implicados, hay que entender una lección importante para la política actual, que se olvida a menudo. Los 'Panamá Papers' han desvelado conexiones de distintos miembros de gobiernos occidentales con paraísos fiscales, y el único que ha dimitido es el primer ministro de Islandia. Con los asuntos de corrupción ocurre más o menos igual, hasta que el procedimiento judicial está avanzado, nadie sale de su cargo. Las mentiras, por el contrario, sí parecen pesar a la hora de forzar la marcha de los cargos, como le ha pasado a Soria: esta misma semana, la ministra belga de transporte, Jacqueline Galant, ha presentado su dimisión tras haberse comprobado que había mentido acerca de su conocimiento acerca de un informe remitido por la UE en el que se criticaba la seguridad del aeropuerto de Bruselas mucho antes del atentado del 22 de marzo.

Parecería, pues, que la mentira está mucho más castigada políticamente que la implicación en asuntos de corrupción o de evasión fiscal: ni Soria ni la ministra belga han tenido que marcharse por haber tenido dinero fuera de España o por no valorar adecuadamente los avisos sobre seguridad, sino por mentir sobre ello. Ni siquiera el ministro islandés se fue por tener dinero en una isla perdida, sino porque el fondo que gestionaba su mujer era acreedor de deuda emitida por los bancos quebrados, lo cual suponía que el primer ministro estaba enriqueciéndose a costa de hacer pagar la deuda a los ciudadanos de su país, cuando su promesa principal en campaña había sido la renegociación con los acreedores. Hay engaños y mentiras que no se toleran.

En estos tiempos políticos en que las noticias golpean con estridencia y desaparecen casi de inmediato y los hechos pasan de ser graves a viejos en el plazo de días, es la capacidad de unirlos y darles un sentido la que realmente proporciona información. Hay gestos, palabras y actitudes que merecen ser rescatados del basurero de la realidad porque nos explican la realidad de forma muy precisa. En esta misma semana, llena de acontecimientos, como tantas otras últimamente, se han producido algunos hechos en los que conviene detenerse porque señalan claramente las prácticas políticas que están teniendo lugar en nuestra sociedad. Tres de ellos, que oscilan entre lo cargante y lo patético, sirven para describir las tácticas en las que estaban inmersos todos los partidos. El otro, de mucha mayor relevancia, quiebra esas dinámicas, y nos ofrece un enseñanza evidente respecto de la política actual. Son estos:

Rafael Hernando Mario Conde