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Podemos: lo peor está por llegar (y eso por no hablar de C's)
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Esteban Hernández

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Podemos: lo peor está por llegar (y eso por no hablar de C's)

Las elecciones van a ser el momento de la verdad para muchos dirigentes. Pero algunos partidos tendrán que afrontar después retos mucho más difíciles

Foto: ¿Ejemplo de unidad o retrato visual de una sopa de siglas? (Efe/Javier Lizón)
¿Ejemplo de unidad o retrato visual de una sopa de siglas? (Efe/Javier Lizón)

Después de esta agotadora precampaña, y tras una campaña que será todavía más exasperante, llegará la hora de la verdad para los partidos, las elecciones. Es un momento complicado, porque unos malos resultados pueden tener consecuencias catastróficas para cada uno de los partidos y especialmente para quienes los dirigen. El escenario electoral está muy disputado, es evidente que lo que uno pierda lo recogerá otro rápidamente, y dada la endeblez de todas las formaciones, ya sea por su deterioro o por su falta de asentamiento, un revés será mucho más que un mal momento. En algunos casos puede ser el principio del fin.

Según las encuestas, tampoco se esperan grandes sorpresas, y es lógico pensar que el reparto de posiciones después del 26-J no será sustancialmente distinto del actual. Sin embargo, habrá variaciones y eso tendrá su peso a la hora de canalizar el futuro de los partidos.

Demasiadas urgencias

En nuestra sociedad casi nadie quiere pensar a medio plazo, a pesar de que una buena estrategia en ese terreno es lo que acaba dándote el éxito. La urgencia, las presiones por los resultados y la necesidad de conseguir los objetivos son los males contemporáneos, y la política también está inmersa en ellos. Por eso no está de más echar un vistazo al horizonte, especialmente si se forma parte de C's o de Podemos.

Podemos ha sufrido un deterioro en su percepción pública a raíz no de los problemas que les han creado los demás, sino de los que se crean ellos mismos

El partido de Iglesias está en una posición peculiar. Su estrategia poselectoral no le ha dejado en mal lugar, porque era evidente que un pacto con el PSOE no era posible. Ha incurrido en algunos excesos que le han perjudicado, como esa jugada infantil de actuar al día siguiente de las elecciones como si hubieran sido el segundo partido y no el tercero y exigir la vicepresidencia del futuro Gobierno, pero su electorado está más o menos de acuerdo con la posición que han mantenido durante el periodo negociador. Al mismo tiempo, Podemos ha sufrido un deterioro evidente en su percepción pública a raíz no de los problemas que les han creado los demás, sino de los que se crean ellos mismos, con sus tensiones entre Iglesias y Errejón, las diferencias en Ahora Madrid, la posibilidad de que Ada Colau emprenda carrera sin Podemos y demás. Y para cerrar esta situación contradictoria, la posibilidad de crecer en las próximas elecciones está al alcance de la mano si llegan a un acuerdo con IU.

Del vendaval a la sopa de siglas

Pero precisamente por este conjunto de factores, el problema de Podemos no está en los resultados de junio, sino en el medio plazo. Los de Iglesias arrancaron como un vendaval, pero su escasa capacidad de gestionar el éxito los devolvió a la segunda fila. Todos los partidos emergentes exitosos en Europa han logrado un numeroso caudal de seguidores propios, identificados con la causa, y que pertenecen a distintas capas sociales. Podemos tenía todas las trazas de conseguir ese núcleo extenso, pero no lo hizo. Por utilizar sus términos, el partido es hoy más una sopa de siglas que una estructura organizada a partir de una idea común: están los pablistas, los errejonistas, los que conservan la simpatía por Monedero, los activistas, Izquierda Anticapitalista, sus dirigentes en el País Vasco o en Andalucía, y además las confluencias. Podemos se ha organizado a partir de posiciones políticas diferentes, cuyas discrepancias son algo más que estratégicas y cuyo punto de conexión tiene que ver más con la posibilidad de obtener el éxito electoral y de posicionarse contra lo establecido que con apostar por algo en lo que todos estén de acuerdo. Y para cerrar el círculo, sus posibilidades de aumentar escaños pasan por sumar más siglas, las de IU.

Cuando se pretende crecer en un territorio en el que no se tiene peso gracias a aliados locales, lo más frecuente es que se acabe muy mal

La situación de Podemos la hemos visto con mucha frecuencia, especialmente en el caso de las empresas. El partido de Iglesias fue una 'start-up' innovadora, que trasladó un sector que estaba fuera del mercado, como era el de la izquierda extraparlamentaria, al centro de la escena. Hizo visible una idea, pero le faltaban la estructura y el desarrollo. Intentó establecerse en diferentes territorios, pero pensó que era mucho más sencillo crecer a partir de sumar fuerzas existentes y diferentes que asentando su propia perspectiva. Cuando las elecciones andaluzas hicieron evidente que por sí mismos carecían de la fuerza necesaria para dar el gran salto, iniciaron una etapa expansiva a través de alianzas con otras formaciones, las confluencias, que tienen sus propios discursos e intereses. Pusieron en marcha una suerte de 'joint-ventures' y firmaron acuerdos con aliados. Y ahora tratan de repetir jugada con IU. Pero como sabemos por la experiencia en el sector empresarial, cuando se pretende crecer en un territorio en el que no se tiene peso gracias a aliados locales, lo más frecuente es que el enfrentamiento llegue pronto.

Lo difícil vendrá después

Esta es la cuestión de fondo para Podemos: podrán lograr mejores o peores resultados en las elecciones, pero el periodo posterior va a ser muy complicado. Y si sus votos disminuyen, será un infierno. Un partido nada estabilizado, que debe su desarrollo al poder del significante y a las fuerzas ajenas es un pozo de problemas. Los han tenido ya de toda índole, y les seguirán surgiendo. En algunos casos, las divergencias eran más producto de informaciones interesadas que de la realidad, pero en otros, y sustanciales, era la realidad la que superaba a las noticias periodísticas. Lo difícil para Podemos no van a ser estos comicios, va a ser después.

Si Podemos no es el segundo partido hoy es por errores propios. Ahora está en una situación compleja y su medio plazo será muy difícil de manejar

Y eso a pesar de que tenían un escenario idóneo para haber crecido masivamente: una sociedad en la que buena parte de sus ciudadanos atraviesan problemas económicos, en la que la estabilidad parece haberse esfumado, donde la esperanza en el futuro es escasa y la confianza en los viejos actores se desploma es un terreno en el que los partidos emergentes llevaban todas las de ganar. Si Podemos no es el segundo partido hoy, y con diferencia con el tercero, es por errores propios. Ahora está en una situación compleja, y su medio plazo será muy difícil de manejar.

El problema de C's

Ciudadanos goza de una mejor posición en lo que se refiere a la cohesión interna. Ha seguido un modelo de crecimiento diferente, y está más asentado organizativamente. Además, fue capaz de acabar de un plumazo con el partido que venía a sustituir (UPyD), mientras que Podemos está intentando pactar ahora con aquellos que decía que estaban acabados (IU). Y, como elemento coyuntural, Rivera ha salido reforzado del periodo poselectoral. Sin embargo, también deberá afrontar momentos muy complicados.

Experiencias anteriores subrayan que las formaciones minoritarias en el gobierno tardan entre poco y nada en convertirse en políticamente irrelevantes

En primera instancia, porque en las próximas elecciones el PP, de cuyos simpatizantes se nutre mayoritariamente C's, intentará hacer valer el voto del miedo, insistiendo en que hace falta un Gobierno que saque a España del caos de los partidos pactistas, y que ellos son los únicos que pueden ofrecer un Ejecutivo estable, un argumento que puede perjudicar a los de Rivera en las elecciones. En segundo lugar, y como asunto verdaderamente relevante, porque C's está jugando la carta de la estabilidad, ofreciéndose para formar un Gobierno constitucionalista como unidad de apoyo, y experiencias anteriores subrayan que las formaciones minoritarias en el gobierno tardan entre poco y nada en convertirse en políticamente irrelevantes. Si Rivera pacta con el PP, se verá en la difícil tesitura de intentar crecer como partido robando votos de la formación a la que está apoyando, lo que suena un tanto esquizofrénico.

De modo que, tras la euforia inicial, la situación de los partidos emergentes necesita ser reconsiderada. Y eso en un panorama donde las formaciones tradicionales también están sometidas a un deterioro enorme. Quizá la solución esté en empezar a pensar en el medio plazo en lugar de en los resultados, pero eso suena duro en una sociedad como la nuestra, obsesionada con apremiar para conseguir los objetivos ya mismo.

Después de esta agotadora precampaña, y tras una campaña que será todavía más exasperante, llegará la hora de la verdad para los partidos, las elecciones. Es un momento complicado, porque unos malos resultados pueden tener consecuencias catastróficas para cada uno de los partidos y especialmente para quienes los dirigen. El escenario electoral está muy disputado, es evidente que lo que uno pierda lo recogerá otro rápidamente, y dada la endeblez de todas las formaciones, ya sea por su deterioro o por su falta de asentamiento, un revés será mucho más que un mal momento. En algunos casos puede ser el principio del fin.

Ada Colau Ciudadanos Izquierda Unida