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Renta básica: el experimento de Silicon Valley
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Esteban Hernández

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Renta básica: el experimento de Silicon Valley

Una iniciativa que se está llevando a cabo en Oakland, realizada por Y Combinator, pone de manifiesto algunas de las contradicciones de fondo sobre lo que la renta básica significa

Foto: Marc Andreessen es uno de los billonarios de Silicon Valley que aboga por la renta básica. (Reuters/Lucy Nicholson)
Marc Andreessen es uno de los billonarios de Silicon Valley que aboga por la renta básica. (Reuters/Lucy Nicholson)

El siglo XXI es el de la desigualdad. No se trata sólo de que sus niveles hayan aumentado en las últimas décadas, sino de que se prevé que en los próximos años la tendencia se acelere. Estamos en un mundo en transición, y los tiempos que vienen crearán mucha riqueza, pero concentrada: una buena parte de la sociedad no notará los efectos de esos cambios y, si lo hace, será a peor. La brecha se ampliará y la dualización en ingresos y nivel de vida seguirá aumentando.

Buena parte de estas previsiones vienen animadas por las promesas que el sector tecnológico está realizando, y por las visiones que proyectan sobre nuestro futuro. La automatización y la inteligencia artificial van a eliminar el 47% de los empleos. Los trabajos más físicos, desde conductor de camiones hasta los empleos fabriles, serán sustituidos por robots o por sistemas automatizados, pero también los profesionales del conocimiento sufrirán en los tiempos que vienen: desde médicos hasta abogados, pasando por contables, ingenieros o periodistas, todos tendrán que competir por muchos menos puestos, ya que los nuevos sistemas de gestión permitirán prestar más servicios con menos personas.

Vivir sin ingresos

De modo que eso nos arroja no a una sociedad dualizada como la actual, con una clase media en sustancial retroceso y con una división evidente entre quienes gozan de elevados ingresos y quienes sobreviven en empleos precarios sino a un contexto mucho más complejo, ya que parte de la población carecerá de fuentes de ingreso. Y la situación se complicará en la medida en que el colchón de seguridad acumulado por las familias en los años fordistas se está agotando, y más tras una crisis muy dura.

Las máquinas realizarán gran parte del trabajo, y la gente podrá destinar su tiempo a aquello que desee, ya sean actividades creativas, productivas o de ocio

Este entorno está comenzando a manifestarse, lo que también está provocando que aparezcan nuevas teorías sobre el nuevo mundo. La izquierda, como ocurre con el postcapitalismo o con el postwork, ve en este cambio una oportunidad de reorganización social: en un mundo en el que las máquinas realizarán gran parte del trabajo, buena parte de la población podrá destinar su tiempo a aquello que desee, ya sean actividades creativas, productivas o simplemente de ocio, en función de sus deseos. Dado que nos liberaríamos de la necesidad material gracias a las nuevas posibilidades informáticas y al desarrollo de la inteligencia artificial, sólo quedaría articular un método que permitiera el aprovechamiento de todas esas posibilidades: para la izquierda, la renta básica sería ese mecanismo, una forma de asegurar la subsistencia y permitir que el tiempo de nuestra vida nos perteneciera.

La solución de Ciudadanos

Parte del mundo liberal, en especial aquel más ligado a la innovación tecnológica, coincide en la solución. Billonarios como Marc Andreessen comienzan a percibir la renta básica como la vacuna contra la desigualdad social en el siglo XXI, y muchos partidos de esa ideología, y Ciudadanos es un buen ejemplo, ya se han atrevido a considerarla en sus programas. Se han realizado diversos experimentos en diferentes ciudades y Silicon Valley es el último caso. La iniciativa que ha puesto en marcha la influyente incubadora Y Combinator repartirá a 100 familias de Oakland, California, un ingreso de entre mil y dos mil dólares mensuales en un periodo que irá de seis a doce meses, y después analizará los resultados. El joven presidente de Y Combinator, Sam Altman, fue invitado a la última reunión del Club Bildelberg.

En la solución que propone Ciudadanos, el dinero estatal supliría esa parte de renta salarial que las empresas ya no están proporcionando

Sin embargo, aunque todos ellos coincidan en el nombre de la solución, las semejanzas en el contenido concreto son mucho menores. El modelo de Ciudadanos, por ejemplo, lo que propone es complementar las rentas del trabajo insuficientes: dado que los salarios cada vez son más bajos en la mayoría de los sectores, este tipo de ingresos proporcionaría esa cantidad añadida necesaria para una vida digna, de modo que figuras como el working poor desaparecerían. Dicho de otro modo, vendría a suplir con dinero estatal esa parte de renta salarial que las empresas ya no están proporcionando.

La renta básica, al asegurar la subsistencia, permitiría que los empleados flexibles y 'just in time' crecieran mucho en número

Para buena parte del mundo tecnológico, la renta básica es importante no sólo porque sea el mecanismo social que respalde sus continuas promesas de un mundo mucho más evolucionado, sino porque permite que sus nuevos modelos de negocio posean un alcance del que de otro modo carecerían. Uber es buen ejemplo: los empleados que la empresa necesita son autónomos que corran con todos los gastos derivados de la actividad (desde la adquisición del automóvil hasta su mantenimiento pasando por la gasolina o los seguros sociales y de responsabilidad civil) y que además estén disponibles en el instante preciso. Uber asegura que con su modelo de empleo las personas podrán trabajar lo que quieran y cuando quieran y que, según prefieran, dedicarán más tiempo a la obtención de ingresos o a actividades más placenteras. El problema es que su propuesta sólo funciona, dada la escasa retribución y los elevados gastos, para aquellas personas que quieren tener un ingreso extra. La renta básica, al asegurar la subsistencia, permitiría que los empleados flexibles y 'just in time' crecieran mucho en número, porque entonces esa actividad adicional cobraría valor y sentido.

El modelo de negocio

No es una cuestión que competa sólo a Uber: la mayoría de los nuevos modelos de negocio de Silicon Valley requieren de esa flexibilidad y esa fragmentación que las normas típicas del mundo laboral occidental ven mal. Pero una cantidad que permita la subsistencia cambiará también la visión, y mucha más gente optaría por el trabajo ocasional y complementario: la inversión en renta básica sería también una inversión en el negocio.

La renta básica se pagaría en lugar de la prestación estatal de los servicios básicos, que pasarían a ser proporcionados por empresas privadas

La versión más liberal tiene un modelo diferente, como apunta el experimento finlandés. Gran parte de las ideas de Silicon Valley, como he contado en 'Nosotros o el caos', tienen que ver con la sustitución de las estructuras institucionales contemporáneas y su rearticulación a partir de la acción privada. Muchos de los billonarios tecnológicos, con Peter Thiel a la cabeza, comparten una visión del mundo libertaria, y piensan en la renta básica como un instrumento especialmente útil para dirigir la sociedad hacia ese propósito. Su opción consiste en proporcionar una cantidad a los ciudadanos por el simple hecho de serlo, y que ellos la inviertan en los servicios de sanidad, educación o seguridad que entiendan adecuados. En lugar de la habitual provisión estatal de esta clase de bienes, cada individuo decidiría qué parte de la renta que se le asigna iría a parar a estos servicios esenciales, que serían prestados por empresas privadas.

Mismo nombre, distintas soluciones

En definitiva, que todos señalan una solución con el mismo nombre, pero difieren esencialmente en intenciones y contenidos. Cada una de estas versiones parte de una visión política distinta y construye una sociedad diferente. Pero más allá de la dirección que cada cual aporte, lo cierto es que vamos a oír hablar de renta básica con frecuencia en el futuro. Si las previsiones se cumplen (aunque sólo sea en un 30%) las transformaciones sociales van a ser sustanciales, y van a requerir de acciones político-institucionales profundas, en especial en lo referido a una desigualdad que seguirá aumentando. Y recordemos que una sociedad que se parte en dos genera siempre inestabilidades profundas en su conjunto. Los cambios en el voto político de los últimos años son una expresión evidente, pero hay otras, y pueden ser mucho peores.

El siglo XXI es el de la desigualdad. No se trata sólo de que sus niveles hayan aumentado en las últimas décadas, sino de que se prevé que en los próximos años la tendencia se acelere. Estamos en un mundo en transición, y los tiempos que vienen crearán mucha riqueza, pero concentrada: una buena parte de la sociedad no notará los efectos de esos cambios y, si lo hace, será a peor. La brecha se ampliará y la dualización en ingresos y nivel de vida seguirá aumentando.

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