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"El momento María Antonieta" o el duro ataque de 'Financial Times' a las élites
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Esteban Hernández

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"El momento María Antonieta" o el duro ataque de 'Financial Times' a las élites

Un artículo publicado en 'Financial Times' pone de relieve la gran disfunción de nuestro sistema: la incapacidad de quienes lo dirigen de tomar las decisiones correctas

Foto: El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. (EFE)
El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. (EFE)

Debería ser un momento de cambio de rumbo en la UE. El aumento en popularidad y voto de los partidos populistas, las tensiones económicas, las dudas sobre el euro y demás elementos de nuestra actualidad parecen obligar a un giro en las políticas que se siguen si se quiere tener una UE fuerte (o, si apuramos, si se desea que no se rompa). Sin embargo, nada apunta a ello.

La capacidad de autocorrección del sistema, algo indispensable en cualquier régimen político y económico para su supervivencia, parece estar bajo mínimos, tal y como apunta un expresivo artículo publicado en 'Financial Times', de título “El momento María Antonieta de las élites”. La ceguera de quienes toman las decisiones, que acaba instigando aquello de lo que querían defenderse, no ha sido infrecuente a lo largo de la historia. Y hoy, subraya Wolfgang Münchau, su autor, estamos en uno de esos instantes.

Un equilibrio extraño

Hasta la fecha, las democracias occidentales habían sabido canalizar el descontento y lidiar con sus contradicciones sin necesidad de cambiar de rumbo. Hoy no es así: el crecimiento de los populismos, que han conseguido dar sentido a los sentimientos y aspiraciones sociales de buena parte de las poblaciones europeas, así como su impulso 'antiestablishment', apunta claramente a que el escenario ha cambiado. El Brexit y Trump son buenos ejemplos.

Ha crecido una forma de entender la sociedad que se apoya en dos ideas clave: “Nuestro país, para sus nacionales” y “Europa nos perjudica”

Europa es una tecnocracia, basada en las prescripciones de los macroeconomistas, cuyas directrices están provocando notables tensiones. Ocurre entre países, ya que el Estado que sale ganando con la dirección de la actual UE es Alemania, mientras que los perjudicados somos los países del sur, y cada vez más. Grecia no va a levantar cabeza, los bancos italianos seguirán sometidos a mucha presión porque no se confía en ellos, probablemente con razón, la deuda española sigue aumentando, con el coste para el futuro inmediato que se deriva de ello, y Francia está siendo instigada para que se someta a reformas cada vez más profundas. Es evidente que Le Pen o Beppe Grillo se apoyan en este contexto. Pero, al mismo tiempo, los países más ricos también se ven amenazados en su nivel de vida: los efectos de esta transformación liderada por los expertos económicos generan problemas entre sus poblaciones, en especial entre las clases medias y las populares, lo cual abona el terreno para nuevas formaciones políticas.

El núcleo ideológico

En un entorno en el que hay menos empleo, salarios más bajos, menos prestaciones sociales y una perspectiva de futuro mucho más débil, ha crecido una forma de entender la sociedad que se apoya en dos ideas clave: “Nuestro país, para sus nacionales” y “Europa nos perjudica”. En sus distintas formas, este núcleo ideológico, al que se suma la recuperación de un pasado económicamente mejor y un futuro nacional al que se pueda mirar con orgullo, está reorientando la política europea.

Hemos visto un 'establishment' coagulado y vociferante que se agarraba a las fórmulas del pasado y que trató de generar miedo. Eso ya no funciona

Este es el telón de fondo en el que se desenvuelve nuestro continente, y esta es la clase de sentimientos y aspiraciones a los que las élites políticas y económicas no están sabiendo dar salida. En gran medida, porque sus formas de reaccionar resultan sorprendentemente torpes. Una vez más, el Brexit y Trump han sido buenas muestras de esta particular ceguera, que piensa que haciendo lo mismo que en el pasado, pero más intensamente, los problemas desaparecen. Como hasta ahora la táctica había sido señalar al adversario como potencialmente peligroso para el bien común, como alguien mentiroso, desinformado, iluso o ambicioso, o todas esas cosas a la vez, y les había funcionado, pensaron que actuando del mismo modo y apretando el acelerador, las opciones de triunfo de los rivales se desvanecerían.

No se dieron cuenta de que los votantes querían que las cosas cambiasen, y que cuanto más se mostrasen como el 'establishment', más rechazo provocaban

En el referéndum británico y en sucesivos procesos electorales europeos, hemos visto un 'establishment' coagulado y vociferante que se agarraba a las fórmulas del pasado y que trató de generar miedo en la población. Eso funciona cada vez peor, y en algunos casos resulta claramente perjudicial: en lugar de mitigar el poder de los rivales, contribuyó a reforzarles. No se dieron cuenta de que los votantes querían que las cosas cambiasen, y que cuanto más se mostrasen como el 'establishment', como lo de siempre, más animadversión provocaban.

Defender su poder

Las reacciones están siendo muy torpes en lo político. Ante la grave situación italiana, un país que fue sometido a un especie de protectorado en la etapa de Mario Monti (antes, cuando querían pacificar un Estado, ponían al frente a un militar, hoy a un tecnócrata económico) y que continúa en cierta forma en él, lo que ha hecho Renzi no ha sido combatir los problemas de su país, sino trazar una reforma electoral para perjudicar a Cinque Stelle. En Francia, la elección de François Fillon llevaría, si concurrieran él y Le Pen en segunda vuelta, a que el electorado de izquierdas y el centrista tuvieran que elegir entre lo malo y lo peor, sin identificar bien qué es qué, lo que animaría mucho las posibilidades de Le Pen. En España, no hay un partido populista de derechas mínimamente fuerte, pero si existiera, tendría muchas más opciones de las que creemos.

Las élites, en lugar de resolver los problemas que alimentan el extremismo, han encendido más fuegos

Tampoco las reacciones económicas están siendo muy afortunadas, ya que las políticas que se siguen amenazan con provocar más tensiones sociales, lo que aumenta esa desigualdad creciente. Como recuerda Wolfgang Munchau en su artículo, lo lógico sería “dejar de insultar a los votantes, resolver los problemas de un sector financiero fuera de control, los flujos incontrolados de personas y capitales y la distribución desigual de los ingresos”. No es así, por lo que “ocho años después, todavía hay inversores que están apostando por un colapso de la zona euro”.

Negar la realidad

Del mismo modo que Renzi ha aprovechado su capital político para consolidar su poder en lugar de arreglar Italia, Merkel ha optado por hacer lo mismo con la influencia de Alemania sobre sus socios, lo cual genera múltiples crisis en la zona euro. Las élites, en lugar de resolver los problemas que alimentan el extremismo, han decidido encender más fuegos.

La UE necesita dar un rumbo, pero siguen anclados en el mundo ficticio de la macroeconomía, encerrados en ese confortable castillo de grandes certezas, y pensando que lo que ha fallado no son sus fórmulas, sino el no aplicarlas lo suficiente o lo suficientemente bien. Los hechos políticos y sociales lo desmienten. Que medios como 'Financial Times' estén insistiendo en esto, y que haya muchas voces moderadas y prosistema que lo subrayen, debería ser una señal inequívoca de que el sistema debería empezar a autocorregirse. Pero no hay ninguna pista que indique que las élites estén dispuestas a entender lo que ocurre y a ponerle solución. Más bien están rebelándose contra sus intereses a través de la negación continua de la realidad.

Debería ser un momento de cambio de rumbo en la UE. El aumento en popularidad y voto de los partidos populistas, las tensiones económicas, las dudas sobre el euro y demás elementos de nuestra actualidad parecen obligar a un giro en las políticas que se siguen si se quiere tener una UE fuerte (o, si apuramos, si se desea que no se rompa). Sin embargo, nada apunta a ello.

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