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La parábola navideña de hace 75 años que anticipó el periodismo y la sociedad de hoy
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Héctor G. Barnés

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La parábola navideña de hace 75 años que anticipó el periodismo y la sociedad de hoy

"Hace cuatro años me despidieron del trabajo y aún no he sido capaz de encontrar otro. El paro no es solo culpa de los rastreros políticos. A mi alrededor, el mundo se derrumba"

Foto: El director del periódico, otro moderno Prometeo, y el Frankenstein que acaba de crear.  (Warner Bros)
El director del periódico, otro moderno Prometeo, y el Frankenstein que acaba de crear. (Warner Bros)

Reproduzco aquí el mensaje que llegó el otro día a mi bandeja de entrada, un reflejo de lo que ocurre en el mundo actual. "Querido señor Barnés, hace cuatro años me despidieron del trabajo y aún no he sido capaz de encontrar otro. Al principio estaba enfadado con la Administración porque pensaba que el paro es culpa de los rastreros políticos. Pero al mirar alrededor, parece que todo el mundo se derrumba, así que en protesta me suicidaré saltando desde la azotea del Ayuntamiento en Nochebuena. Firma un ciudadano español indignado, Juan Pérez". A lo mejor deberían ser otros los que arrojasen desde una azotea, creo yo.

Como habrá adivinado el lector avezado, no existe tal correo electrónico. Es una adaptación de la falsa columna que Ann Mitchell (Barbara Stanwyck) inventaba al comienzo de 'Juan Nadie', la película de 1941 de Frank Capra que, tres cuartos de siglo más tarde, sigue vigente como una advertencia sobre los peligros que amenazan a la sociedad en general y a la industria periodística en particular (actualizados y agravados en el 'hipernormal' nuevo milenio). Podría haber prolongado la misiva en sucesivos artículos detallando cada uno de los avatares de este tal Juan Pérez, quizá despedido del sector de la construcción en 2007, desilusionado por la situación del país, enfadado por la corrupción, el separatismo o la polémica del día y el lector lo habría seguido creyendo. Ese es el poder y la responsabilidad de la prensa, alertaba la película hace 75 años, y es algo que comprobamos en un día a día en el que bulos y desmentidos se suceden sin cesar.

El éxito de la viral columna es el de encajar en una fórmula parecida a "dile al lector lo que quiere escuchar, pero no le deprimas demasiado"

La primera gran lección que aquella película proporcionaba no era que la prensa tuviese un poder omnipotente para inventar cualquier noticia ante la pasividad del lector. En realidad, el guión resultaba benévolo con la columnista al mostrar que debajo de esa invención había un trasfondo de desencanto y desesperación auténticas que tan solo buscaba ser expresado en las palabras adecuadas. Su columna, reforzada por la invención física de un Juan Nadie con los rasgos de Gary Cooper —en realidad, un mendigo que busca cualquier trabajillo para costearse una operación de codo— pulsa tantas teclas sensibles en el lector que se convierte en un rentabilísimo éxito de ventas (de 'clicks', se diría hoy). Esto lleva a que el director del periódico, frotándose las manos, encargue más, muchas más columnas de Juan Nadie, aunque sean mentira. Huele a 'fake news', posverdad y todos esos eufemismos de moda.

Foto: La sede central de Al Jazeera en Doha. (Reuters/Fadi Al-Assad) Opinión

"Ya hay muchos columnistas políticos que se quejan", era el consejo que en la película le daba a la escritora su madre, y parece casi una guía de estilo para la era de los 'clicks'. "Si tienes que escribir algo, por qué no intentas que sea algo sencillo y real, pero con un poco de esperanza". El éxito de la viral columna es el de encajar a la perfección en una fórmula que se parece bastante a "dile al lector lo que quiere escuchar, pero no le deprimas demasiado". Sabemos muy bien, quizá demasiado bien (porque lo aprendemos día tras día), que tocando los resortes indicados podemos generar una reacción inmediata en el público. Sus sentimientos existen desde antes, sí, pero son la gasolina perfecta para la locomotora del negocio publicitario. Porque, entre otras cosas, esto es un negocio.

La precariedad a través de los tiempos

'Juan Nadie' comienza con la imagen de un obrero arrancando un decimonónico cartel de la pared de 'The Bulletin' que afirma: "Una prensa libre significa un pueblo libre". En su lugar se coloca otro, con una tipografía mucho más ágil y dinámica que reza: "Un periódico eficiente para una era eficiente". Esto se traduce, básicamente, en recortar gastos a través de 40 despidos después de que el periódico sea adquirido por un magnate llamado D.B. Norton (la FAPE, por cierto, cifraba en más de 10.000 los periodistas despedidos durante la crisis). Una de las afectadas es Mitchell, una huérfana que tiene que mantener a su madre y sus dos hermanas. Para el nuevo editor, contratado porque no le tiembla el pulso al echar a nadie, sus artículos son "cursis y anticuados". No quiere contar con ella ni aunque se rebaje el sueldo.

"Pretendo multiplicar la tirada con periodistas que creen polémica", explica a la periodista su superior. "¿Quiere sensacionalismo? Se lo daré", responde


Así que la joven se lanza a inventarse un personaje icónico, contratando incluso a un falso actor (con el apoyo del medio) ante el aplauso de sus jefes. Hace casi un siglo, una película ya mostraba cómo la necesidad un producto eficiente —en el que cada dólar gastado sea rentable— termina conduciendo a una competencia feroz por publicar el artículo más viral, más sentimental o que llegue a un mayor número de personas apelando al mínimo denominador común de los sentimientos. No digamos ahora, en un momento en el que la atención del lector es cada vez más limitada y la oferta, cada vez mayor. "Pretendo multiplicar la tirada con periodistas que provoquen polémica", anuncia el editor. La periodista, por lo tanto, aprende la lección que debe conocer para mantener su puesto, y la aplica. "Quiere sensacionalismo, ¿eh? Muy bien", se dice.

El resultado es Juan Nadie, un personaje de rasgos casi mesiánicos que apela a los viejos valores universales —sobre todo, el respeto y amor hacia el vecino desconocido— sin definirse políticamente en un sentido u otro. Es lo que hoy se clasificaría rápidamente como populismo (¡otro de esos términos que no se nos caen de la boca!), al masajear el ego del supuestamente olvidado hombre medio. Sin embargo, Capra nos hace creer en su mensaje, ya que el guión legitima a la articulista haciendo que, en las siguientes columnas, la "mentirosa" Mitchell ponga en la boca de su títere las enseñanzas de su fallecido padre, otro de esos hombres comunes que vivieron en un pasado mejor. Un guardián de las esencias.

placeholder 'Un periódico eficiente para una era eficiente'.
'Un periódico eficiente para una era eficiente'.

¿Quién es Juan Nadie? Todas esas personas "grandes y pequeñas, ignorantes y sabias. Es el hombre a quien van dirigidos los anuncios, a quien todo el mundo vende algo. Es el que siempre acaba pagando el pato, pero también la mayor fuerza del mundo. Hemos construido las pirámides, hemos visto a Cristo crucificado, hemos remado en las carabelas de Colón, hemos salido de Moscú con Napoleón y nos hemos congelado con Washington en Valley Forge. Hemos aportado nuestro grano de arena desde los inicios de la Historia. En nuestra lucha por la libertad, hemos caído muchas veces, pero siempre hemos vuelto porque somos el pueblo y somos fuertes". Es lógico que de repente se sienta con fuerzas para cruzar el Rubicón. Ese era el objetivo de este discurso que Juan Nadie pronunciaba en la radio, lanzándole al estrellato… y la política lo sabe.

Sentimiento legítimo, apropiación interesada

¿Qué es, exactamente, el pueblo? La película muestra en su arranque una sucesión de imágenes de mineros, oficinistas y comerciantes que, en teoría, conforman esa masa sin rostro que es "la sociedad". Es fácil simpatizar con ellas: incluso el magnate más poderoso se ve reflejado en la imagen del duro trabajador. Cuando Juan Nadie da su primer mitin, los rostros viejos y jóvenes, blancos y negros, forman un conjunto sin diferenciar, en el que todos comparten, en teoría, un mismo objetivo. Quizá el gran defecto político de la obra de Capra sea creer sin ambages en esa masa anónima, capaz de aupar a falsos ídolos y derrumbarlos en cuestión de segundos. Es la misma a la que apelan siempre los políticos, ese español (o catalán, o estadounidense...) anónimo y silencioso en el que se proyectan los supuestos anhelos y miedos del hombre común. Un conjunto vacío electoralista.

Quizá la lección definitiva sea que lo que debe hacer el "pueblo" es poner en duda las imágenes halagadoras que se crean para complacerle

Pero el problema no es lo que el pueblo piense o sienta, sugiere la película. Capra realiza una división entre su sentimiento, un tanto simplón e inocente pero auténtico, y la posterior utilización que el ambicioso D.B. Norton hace de él para crear una carrera en política a partir de los "millones de votos" que su marioneta le proporcionará. No se puede acusar al lector de sentir simpatía por una mentira diseñada para conquistar su corazón, pero sí a aquellos advenedizos que se sirven de ello para promocionar su interés personal, sugieren los autores. Una buena pregunta es si la precariedad económica de los periodistas y las exigencias de rentabilidad a directores de medios pueden terminar favoreciendo los intereses de esa élite que apela, paradójicamente, a su condición apolítica para hacer carrera política o influir en la sociedad.

2017 se parece a 1941 en muchas cosas, aunque difieran en otras tantas. A comienzos de los 40 la crisis causada tras el crac del 29 estaba quedando atrás —aunque sus efectos no dejaron de notarse hasta mucho después—, tras una década de paro, escasez e inestabilidad política. Como ocurría entonces, hoy nos sentimos en plena transición entre un momento de decadencia y un futuro amenazado por fuerzas más allá de nuestro control. Como explica Mary Halnon, de la Universidad de Virginia, la película refleja los peligros del fascismo espoleado por los medios de comunicación, aunque no los cite explícitamente. Quizá 2017 no sea 1942, pero no debemos perder de vista que el nazismo vuelve con fuerza, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Y, como ocurría en 'Juan Nadie', disfrazado de buen vecino, de amigo de los indefensos, de patriota que conoce de verdad lo que se cuece en el corazón de los hombres.

placeholder El hombre más querido del pueblo, el que dice lo que nadie se atreve a decir.
El hombre más querido del pueblo, el que dice lo que nadie se atreve a decir.

¿Qué aprenden los personajes en la película y qué conclusión podemos sacar nosotros? La columnista mentirosa, que a veces es preferible quedarse sin trabajo que participar en una conspiración dañina. El editor ambicioso, que "el mundo del periodismo se ha corrompido", y que él probablemente haya sido quien más ha contribuido a ello. El mendigo al que han utilizado, que no hace falta que se convierta en mártir para conseguir que la gente siga creyendo en sus ideas, puesto que lo importante son estas, no el emisor. El maligno magnate, que incluso saliendo derrotado ha sido capaz de decidir cómo y cuándo acaba la leyenda de Juan Nadie. Él erige y derriba mitos utilizando la herramienta más peligrosa, la buena voluntad de la gente. Quizá la lección definitiva sea que lo mejor que puede hacer el "pueblo" es poner en duda todas las imágenes halagadoras que son creadas para complacerle.

Reproduzco aquí el mensaje que llegó el otro día a mi bandeja de entrada, un reflejo de lo que ocurre en el mundo actual. "Querido señor Barnés, hace cuatro años me despidieron del trabajo y aún no he sido capaz de encontrar otro. Al principio estaba enfadado con la Administración porque pensaba que el paro es culpa de los rastreros políticos. Pero al mirar alrededor, parece que todo el mundo se derrumba, así que en protesta me suicidaré saltando desde la azotea del Ayuntamiento en Nochebuena. Firma un ciudadano español indignado, Juan Pérez". A lo mejor deberían ser otros los que arrojasen desde una azotea, creo yo.

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