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Carta a las chicas que (aún) no son feministas
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Carta a las chicas que (aún) no son feministas

En su momento yo también me negué a reconocer que existía desigualdad. Ahora me siento más libre. Quizá si alguien me hubiera advertido, me hubiera ahorrado muchos disgustos

Foto: Todas podemos despertar, pero no necesitamos a ningún príncipe.
Todas podemos despertar, pero no necesitamos a ningún príncipe.

Entiendo perfectamente que haya mujeres que no comulguen con la lucha feminista porque yo también he estado ahí. Todos y todas hemos sido educados bajo este sistema machista y, desde luego, las mujeres no tenemos un impermeable por el que nos resbalan décadas de cultura patriarcal. Es muy difícil abrir los ojos porque hemos normalizado conductas, situaciones y lugares comunes. Hemos asumido, sin cuestionar por qué, que no es recomendable que vayamos solas de noche por la calle o que la juventud sea un valor que pese más que nuestra experiencia.

Yo también me negué a reconocer que existía cierta y notoria desigualdad: mi carácter me impedía colocarme en el equipo que llamaban débil. Ahora, desde luego, me siento más libre. Cada día somos más porque por fin nuestra historia fluye, los medios de comunicación empiezan a recoger nuestra opinión y las redes sociales hacen una labor imprescindible de visibilización de logros e injusticias. Se nos escucha y por eso cada vez hay más mujeres despiertas.

Quizá si alguien me hubiera advertido, en vez de haber absorbido ciertas situaciones como algo normal e inherente a la vida de una mujer me hubiera ahorrado muchos disgustos. Es por eso que, de cara a este 8-M, quiero escribir una carta a las chicas que dudan y a las adolescentes que fuimos una vez. Allá voy.

Quizá cuando llegue el 8-M consideres que merece la pena comprometerse con la historia de las mujeres que se entregaron para que podamos votar


“Hola, no nos conocemos de nada, pero me gustaría contarte algunas cosas que ya he vivido y que, si no hacemos nada, es bastante probable que tú también padezcas.

Queda muy poco para que recibas tu primer 'puta'. Yo durante mi adolescencia me llevé unos cuantos. No entendía muy bien por qué me lo llamaban, porque yo follaba gratis muy gustosamente con los chicos que me atraían. Seguramente, y a modo de gracia, también te mandarán a fregar chavales de tu edad. No es que crean que en tu casa sois unos guarros que dejáis la pila sin recoger, es que han aprendido que una mujer en cualquier lugar que no sea una cocina es una intrusa.

Verás que, quizás, algún adulto les reprima. Ese mismo adulto que te puso una película sobre una joven que se pasa los días limpiando la mierda de siete enanos y que huye de otra que quiere matarla solo porque es más guapa que ella. El 'bukkake' de información patriarcal a esta edad es apabullante. La inmensa mayoría de las películas que te pondrán y de los libros que te mandarán leer en la escuela contarán con personajes femeninos parecidos. Las protagonistas nunca tendrán una profesión, ni amigas, y su vida se solucionará con la llegada de un príncipe. Sin embargo, te insistirán en que de mayor deberás estudiar y trabajar para ser una mujer independiente. Calculo que a los cinco años ya debías tener claro que querías ser madre.

*(Ilustración: Instagram María Luque @maria.j.luque)

Debes saber que en el cole y en el instituto te levantarán la falda y te tocarán el culo. Si dices algo al profesorado, te tacharán de chivata y nadie será castigado: son cosas de niños, te dirán. Quizá prefieras ir a clase con pantalones, pero el uniforme no contempla esa posibilidad para ti. Si lo verbalizas, te llamarán marimacho, es el precio por querer jugar sin tener que enseñarle las bragas a medio colegio.

Verás que será más sencillo quedarte en un rincón con tus amigas charlando sobre cualquier cosa mientras esquiváis balones: vuestros compañeros de clase sí pueden moverse con libertad. Seguramente estén jugando al fútbol. En alguno de estos momentos de relax, criticarás a las chicas que, sin importarles lo que digan, corren, saltan y dan volteretas enseñando sus piernas y ropa interior. Querrás ir con ellas, pero ya habrás aprendido que no es así como debes comportarte.

Foto: Un uniforme escolar en el mostrador de unos grandes almacenes madrileños (Efe) Opinión


A medida que avancen los cursos, quizá pienses que a los encargados de elaborar los libros de texto su perro les comió parte del trabajo. Solo así te explicarás por qué literatas, políticas, científicas, poetas, filósofas o arquitectas no aparecen por ninguna parte. Las mujeres que estudies serán esposas o hijas de reyes. Tendríamos que establecer monarquías en cada comunidad autónoma para que al menos algunas niñas pudieran cumplir con la vocación de princesas que tan concienzudamente les han inculcado. Se te pasará por la cabeza ser directora de cine, médica o piloto, pero sentirás que no es para ti. Algo te dice que tendrás muchas más oportunidades de ejercer como enfermera, azafata o periodista cultural.

Amiga, te dirán que a la gente se la valora por su conocimiento, que la belleza está en el interior, pero no dejarás de consumir imágenes de mujeres desnudas en portadas de revistas, marquesinas, páginas de internet, anuncios o programas de televisión desde que te levantes hasta que te acuestes. Sin embargo, señores de todas las edades —con canas, unos calvos, otros gordos, algunos guapos— sí se ganarán la vida en los medios de comunicación. Incluso los habrá que escribirán columnas sobre el físico de otras colegas. Criticarán, por ejemplo, su corte de pelo cuando a ellos les asoman alfileres negros por las ventanas de la nariz.

Te darás cuenta de que las mujeres de más de 50 desaparecen de los 'mass media'. Que las que hay son jóvenes, guapísimas y normalmente con 10 años menos que su 'partenaire' de pantalla. Con toda seguridad, y sin saber muy bien por qué, empezarás a hacer dieta con 15 años y ya nunca lo dejarás. Te avergonzará tu edad y sentirás el paso del tiempo como una losa inesquivable. Sin embargo, te ves tan atractiva, delgada y esbelta, que el esfuerzo te compensa.

*(Ilustración: Instragram Paula Bonet @paulabonet)

Saldrás de fiesta y cuestionarán la ropa que lleves puesta. Te dirán que así vestida podría pasarte algo. Ese algo es una violación. No lo dicen sin motivo, en nuestro país se denuncia una cada ocho horas. Le dirán a tu hermano pequeño que te vigile, que intente quedar contigo para que volváis juntos por la noche. Fíjate que cuando estéis en casa solos la cosa cambia, serás tú la que se queda al mando. La realidad es que todo el mundo parece saber que la calle es un lugar peligroso para las mujeres en este país.

También te darán consejos, como que no dejes que un chico se aproveche de ti. Por si no entiendes qué quiere decir esto, te estarán aconsejando que no tengas sexo con él. Sí, no les importa que tú puedas sentir deseo y que realmente te apetezca estar a su lado unas horas. Eres un objeto que solo un chico que haya pasado un par de meses contigo, haya comido en tu casa, le haya caído bien a toda la familia y muestre intención de morir a tu lado aunque tenga 17 años, se merece estrenar.

Siento comunicarte que a estas alturas ya habrás llamado puta a alguna chica de tu clase que sí tiene sexo con los chicos que le gustan. Incluso tú lo habrás tenido también, a escondidas, y rogarás cada noche en silencio que él no cuente nada a nadie.

Cuando llegues a la universidad, es muy probable que en tu clase haya más chicas que chicos y que vuestras notas sean considerablemente más altas que las suyas. Sin embargo, cuando salgas al mercado laboral, verás que son tus compañeros quienes se colocan antes, que entrarás a trabajar en oficinas en las que ellas hacen las tareas administrativas y ellos las creativas. Quienes limpian siempre serán mujeres y quienes mandan, quienes ocupan los cargos directivos, salvo excepciones, serán hombres.

En un descuido, por ejemplo una conversación durante el desayuno, descubrirás que el chaval que se sienta a tu lado gana más que tú. Le preguntarán sobre esta cuestión a nuestro presidente del Gobierno y él contestará que es mejor no entrar en esos temas.

*(Ilustración: Instagram Esther Gili @esthergili)

Descubrirás que los días que te alises el pelo y maquilles tus compañeros de la oficina te prestarán más atención. También te percatarás de que con frecuencia harán referencia a que ese vestido o ese peinado te queda estupendamente, pero rara vez tendrán en cuenta tus ideas o destacarán tus logros. Es posible que en más de una ocasión propongas algo en una reunión y no lo consideren adecuado, pero que uno de tus compañeros lo repita y todos aplaudan y verbalicen que es una idea brillante.

Si te enfadas por esto, no lo muestres. Dirán que eres una histérica. Ya, ya sé que cuando ellos se mosquean les dibujan como a hombres con carácter, que se preocupan por su profesión, pero a estas alturas ya habrás comprendido que no eres como ellos.

En el caso de que te quedes embarazada, también tienes que saber que surgirán complicaciones en tu entorno laboral. Es curioso, porque hasta entonces te habrán estado acribillando a preguntas sobre si querías ser madre. Parecía que todo el mundo estaba deseando que te preñases hasta que sucedió. Entonces es posible que te hagan 'mobbing' en tu empresa.

También puede pasar que cuando vuelvas de tu baja de maternidad te despidan, así se ahorrarán guardas legales y jornadas reducidas. O quizás algún puesto de jefatura se quede libre y en alguna reunión salga tu nombre. Alguien recordará que acabas de ser madre y que no vas a poder con todo. Simplemente, te descartarán sin haberte consultado. Si tu pareja trabaja contigo, y es un hombre, quizá se lo ofrezcan a él. Al fin y al cabo, saben que ahora sois uno más y que el nuevo salario os vendría bien en casa.

No te extrañes si el padre de tu hijo renuncia a su mes de baja por paternidad, te pone excusas a la hora de cambiar los pañales o sigue siendo incapaz de tender o programar una lavadora. Quizá te desesperarás cuando veas que la nevera está vacía y que no ha sido capaz de bajar a hacer la compra. O peor: irá al supermercado y te llamará cada cinco minutos para que tú tomes decisiones absurdas como la marca de los yogures. Le notarás azoradísimo, como si hubiera mezclado ácido clorhídrico con sulfato de sodio y lo único que le pasa es que no diferencia el pollo de la ternera.

Foto: De paseo por el barrio. Opinión

Te darás cuenta de que no te hacía falta haber parido un bebé para ejercer de madre. Probablemente lo lleves haciendo desde el día en que os fuisteis a vivir juntos. Empezarás a pensar que quizá dejar el trabajo es buena idea. Llevar una casa y un niño es demasiado. Él no ayuda nada y eres tú quien gana menos. Visto así, suena bastante lógico.

Verás en los periódicos y en las noticias que en otros países venden a las niñas, las mutilan porque creen que su placer es una deshonra, las prostituyen en locales de tu barrio y las tiran a la basura al descubrir que nacieron con vagina, eso obliga a la familia a pagar una dote cuando se case y en muchos casos constituye una carga económica que no podrán soportar. En otros lugares, si alguien las viola se considera que han cometido un delito de infidelidad y serán lapidadas por ello. Pensarás que es una suerte no haber nacido en uno de esos países, que aquí las mujeres no estamos tan mal y que tenemos más oportunidades que en ningún otro sitio.

Los feminicidios y las cifras de violencia de género aumentarán año tras año y en los titulares seguirán destacando que murieron al caer por una ventana. Casualmente, el marido estaba al lado y en ocasiones se suicidó después. Me sorprende que aún nadie haya mentado el 'balconing' en algún titular. Al tiempo. Nuestros redactores tienen un ingenio abrumador para encontrar la manera de evitar escribir que un hombre asesinó a su esposa. Cada vez que las noticias abran con un nuevo caso, pensarás que tienes un marido maravilloso, que a ti jamás te pasarían esas cosas y que vaya mala suerte tienen algunas: hay mucho loco suelto.

*(Campaña del Ayuntamiento de Madrid)

Pero quizás un día, de pronto, te notes cansada, hables con una amiga y empieces a vislumbrar que estos problemas siguen un patrón: solo nos suceden a nosotras. Quizás empieces a leer y a comprender que aquellas cosas que creías normales no lo son tanto y que la meritocracia es una falacia que nos excluye. Quizás entonces te frustre tener que esforzarte cuatro veces más que tus compañeros para obtener la misma recompensa y decidas irrevocablemente dejar de ser una esclava en tu hogar.

Espero que no sea demasiado tarde y no sientas que tiraste por la borda tu futuro profesional en beneficio del de tu pareja. O que nunca llegaras a trabajar y él abandonase vuestra familia para comenzar una relación con alguien más joven y te veas sin ingresos ni posibilidad de futura pensión. Espero que mucho antes de todo esto entiendas que el sistema en el que vivimos nos perjudica y aprisiona. Quizás entonces, cuando surja la próxima convocatoria del 8 de marzo, consideres por fin que merece la pena comprometerse con la historia de todas las mujeres que se entregaron para que hoy podamos trabajar, tener una cuenta bancaria y votar.

Cuando eso ocurra, nos harás muy felices, hace tiempo que te estamos esperando. Ojalá ese día sea este mismo 8 de marzo, porque la revolución será feminista o no será. Y créeme: será”.

*Este artículo no tiene firma porque ha sido escrito por una periodista que hoy hace huelga.

Entiendo perfectamente que haya mujeres que no comulguen con la lucha feminista porque yo también he estado ahí. Todos y todas hemos sido educados bajo este sistema machista y, desde luego, las mujeres no tenemos un impermeable por el que nos resbalan décadas de cultura patriarcal. Es muy difícil abrir los ojos porque hemos normalizado conductas, situaciones y lugares comunes. Hemos asumido, sin cuestionar por qué, que no es recomendable que vayamos solas de noche por la calle o que la juventud sea un valor que pese más que nuestra experiencia.

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