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Quién manda en el mundo de la información y qué ideología tiene
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Esteban Hernández

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Quién manda en el mundo de la información y qué ideología tiene

Un estudio revela un factor clave en los ataques a refugiados en Alemania durante los dos últimos años: en las poblaciones en las que más se usaba Facebook, más agresiones había

Foto: La comparecencia de Zuckerberg. (Aaron P. Bernstein/Reuters)
La comparecencia de Zuckerberg. (Aaron P. Bernstein/Reuters)

Desconozco si el uso de redes sociales disminuye con las vacaciones estivales, o si plataformas como Instagram o Facebook aumentan su tráfico en estos meses por el afán de contar a los demás los lugares que visitamos y por difundir una versión mejorada de nosotros mismos y de nuestras vidas. En mi caso, aprovecho para desconectar. Utilizo las redes habitualmente, máxime cuando mi profesión obliga a ello, y salir de aquí de vez en cuando viene bien mentalmente, porque el clima no suele ser muy benigno.

Cuando digo que estoy obligado a utilizarlas como periodista no incurro en retórica alguna. No se trata solo de que se hayan convertido en un instrumento útil para recibir información, establecer contactos o promocionar el trabajo que se realiza, sino de que se han conformado como una vía difícilmente eludible de transmisión de información. Empresas como Facebook, Google y Twitter dicen mucho acerca de cómo se ha reestructurado el capitalismo, de cómo funcionan hoy los negocios, de cuáles se ponen en marcha y de los réditos que se obtienen. Forman parte de esa serie de empresas surgidas del ámbito tecnológico que se olvidan de la producción y se centran en la distribución, firmas altamente capitalizadas que tratan de convertirse en monopolios u oligopolios, que han dado lugar a lo que se llama capitalismo de contenedor o de plataforma y que alcanzan sus rentabilidades de modos novedosos y a menudo socialmente empobrecedores.

El viraje de la prensa para satisfacer a Google y Facebook es muy negativo: ahora mandan ellos y no son empresas nada transparentes

En lo que se refiere a la prensa, el papel de Facebook y de Google es clave (Twitter tiene su importancia, pero es menor), porque de ellos depende en buena medida que las noticias alcancen grandes audiencias en el ámbito digital. Dado que el número de lectores a los que tales empresas llegan es muy elevado, muchos medios canalizaron sus esfuerzos para producir contenidos que fueran amigables para tales plataformas, y pensaron más en ellas que en los usuarios finales.

Posición de dominio

Este viraje, como no podía ser de otra manera, ha terminado siendo problemático para los medios, para la sociedad y para los mismos usuarios. Facebook y Google no son empresas transparentes. Seleccionan los contenidos a los que dan visibilidad y a los que sepultan en el fondo del armario mediante algoritmos cuyo funcionamiento y criterios son desconocidos, pero que les permiten fijar una posición de dominio a la que los medios deben someterse si quieren alcanzar audiencias mayores. A menudo, como ocurre con FB, estas plataformas establecen mediaciones artificiales solo con el propósito de aumentar su poder. Por supuesto, buena parte de los ingresos publicitarios han ido a parar a estos mediadores.

Merkel acusó a Google y FB de la deriva xenófoba de Alemania: estas empresas habrían favorecido a la extrema derecha germana

Pero más allá de la recomposición del mapa comercial, su uso está generando también cambios sociales. El papel político que están jugando es muy relevante, en la medida en que son tales empresas las que dan visibilidad a unas informaciones y se las restan a otras. No olvidemos que todo aquello de las noticias falsas, expresión que se hizo popular a partir del Brexit y con la que se quería señalar cómo una serie de informaciones inventadas circularon por las redes y generaron un clima favorable a la salida británica de Europa, se produjo gracias a la existencias de estas redes. Además, se ha acusado repetidamente a Facebook de haber favorecido a Trump durante las elecciones estadounidenses, y toda la historia de la teórica injerencia rusa surge también porque la empresa de Zuckerberg dio visibilidad a informaciones que beneficiaban a la 'alt-right'. Tampoco podemos olvidar el problemilla con Cambridge Analytica. Y Merkel acusó a Google y FB de la deriva xenófoba de Alemania: estas empresas habrían favorecido el tipo de mensajes que llevaban a la gente a identificarse con la extrema derecha germana, la AfD.

Un estudio concluyente

Un reciente estudio, 'Fanning the Flames of Hate: Social Media and Hate Crime', realizado por dos investigadores de la universidad de Warwick, Karsten Müller y Carlo Schwarz, analizó los 3.355 ataques a refugiados producidos en Alemania en los dos últimos años. Tomaron en cuenta todo tipo de variables, desde el nivel económico hasta la ideología dominante en las poblaciones en los que tenían lugar pasando por la demografía o el origen social de los atacantes. Hubo un factor que destacó, y con mucha diferencia: las poblaciones en las que Facebook tenía más usuarios eran aquellas en que más agresiones se producían.

Las poblaciones en las que se producían los ataques eran aquellas en las que Facebook tenía más usuarios y era más utilizado

El estudio da la razón a Merkel, de modo que podemos preguntarnos legítimamente si es posible analizar el ascenso de la derecha europea, la populista y la extrema, sin el papel que Facebook ha jugado. Si nos atenemos a los resultados, la respuesta es obvia: ha sido parte importante del ascenso de ideologías reaccionarias.

¿Empresas apolíticas?

Se habla mucho de la función de los medios de comunicación, de las noticias falsas, de la necesidad de una prensa libre, de un periodismo que sea un contrapeso para el poder y no su simple vasallo. A menudo, esos análisis siguen anclados en elementos típicos del pasado, los relacionados con la producción, pero pasan por alto algo central hoy, como es la distribución. Los temas que más circulan, los que más se leen, los que acaban generando reacciones sociales e incluso modifican las agendas políticas, encuentran su forma principal de difusión a través de Google y Facebook. ¿Vamos a seguir pensando en estas empresas como libres de ideología y vinculadas únicamente a la intención de ganar dinero? ¿No habría que comenzar a pensar también en que, dado que sus algoritmos no son públicos y que no sabemos cómo funcionan, pueden estar alentando unas u otras creencias políticas? De un medio en concreto es más o menos sencillo saber cuál es su filiación ideológica, lo cual sirve también para orientar al lector sobre la información recibida. Sin embargo, y por algún extraño motivo, creemos que los directivos y accionistas de Google y Facebook carecen de posición política, y que simplemente eligen una u otra noticia según mecanismos cristalinamente objetivos, como son los algoritmos. Pero dado que estos son una mera creación humana y también pueden diseñarse para alcanzar objetivos concretos, y como desconocemos el modo en que operan, se convierten en un buen ejemplo de por qué deberíamos dejar de creer en el mito de que la tecnología carece de ideología. Hasta el momento, y si nos remitimos a los hechos, y en el caso de Facebook es bastante evidente, está favoreciendo determinadas opciones políticas.

No son solo las informaciones que visibilizan: también crean un clima en el que la polarización política se cultiva con mayor éxito

Pero en segundo lugar, no se trata únicamente de las informaciones que se visibilizan, sino del clima que crean. Las redes sociales están contribuyendo a generar frecuentes interacciones negativas. Los demás dicen estupideces que es necesario rebatir y combatir de inmediato, o privilegian el exhibicionismo o la vanidad o la ira: aquello que se decía de los siete pecados capitales de las redes tenía cierta razón. Obviamente, no se trata de demonizar las redes, que tienen otros usos, y que gestionadas de otra forma podrían dar lugar a un contexto mucho mejor, pero hoy suelen generar más malestar que placer. Y ese es un clima en el que la polarización política se cultiva con mucha mayor facilidad.

En este orden, no se trata únicamente de una cuestión tremendamente importante, la de qué empresas se han convertido en las mediadoras indispensables de la información y qué mecanismos están empleando sino de los contenidos que están privilegiando y del clima que ayudan a crear. Todo ello va de la mano. Y todo ello tiene relevancia política y social.

Desconozco si el uso de redes sociales disminuye con las vacaciones estivales, o si plataformas como Instagram o Facebook aumentan su tráfico en estos meses por el afán de contar a los demás los lugares que visitamos y por difundir una versión mejorada de nosotros mismos y de nuestras vidas. En mi caso, aprovecho para desconectar. Utilizo las redes habitualmente, máxime cuando mi profesión obliga a ello, y salir de aquí de vez en cuando viene bien mentalmente, porque el clima no suele ser muy benigno.

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