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Las noticias que dan el triunfo a las nuevas derechas (y quiénes las difunden)
El crecimiento del dextropopulismo ha venido instigado por campañas en redes, foros y grupos de Whatsapp que revelan mucho del funcionamiento de nuestras sociedades
Es un término que hemos vuelto a oír, por si no lo conociéramos suficientemente, con motivo de las elecciones brasileñas: 'fake news'. Cada vez que la derecha más dura va ganando posiciones electorales, como ocurrió con Trump, el Brexit, Le Pen o Salvini, entra en juego una campaña de noticias falsas difundidas por las redes o por los grupos de Whatsapp que lleva a que el apoyo social del candidato antisistema crezca enormemente.
La explicación tiene un punto tranquilizador y otro perverso. La tesis de que las masas son engañadas a través de una falsa conciencia construida con memes, noticias inventadas, exageraciones y demás, instigada por malvados que logran manipular sus mentes, suena un poco extraña; pero al mismo tiempo permite a quien la enuncia conservar el lugar de la razón, la cordura y la sensatez. Porque ellos no son engañados, no como esa gente.
Adiós a los viejos medios
Lo peor de dar por buena esta tesis es que nos impide acercarnos a un fenómeno social real que refleja cambios sociales de peso. El primero es estructural y tiene que ver con los mecanismos de transmisión de la información. Las televisiones, radios, periódicos y revistas, que coparon la relación entre los hechos, sus interpretaciones y los ciudadanos, han sufrido cambios sustanciales en los últimos años. No sólo por la transformación digital, la nueva organización interna de los medios, el taylorismo informativo, las guerras por las audiencias y la generación de valor para el accionista como objetivo, asuntos todos que han operado juntos, sino por la creación de un nuevo circuito de distribución de la información que ya no está en manos de los medios. Google, Facebook, los grupos de Whatsapp, los foros de Internet y Twitter han creado un mercado de la atención paralelo que en muchos casos absorbe y supera a los grandes medios.
Se ha reconstruido el modelo de negocio de la información de una forma que perjudica claramente a los productores
En el caso de Google es evidente, ya que se está convirtiendo en el mediador esencial, el que hace visible con mayor rapidez y eficacia las noticias que otros producen, lo cual es más un problema para el periodismo que una solución. Ocurre en medida menor con Facebook, pero su mediación ha sido importante durante mucho tiempo, y menos aún con Twitter. Pero, en todo caso, este movimiento supone una reconstrucción del modelo de negocio en la que el productor sale perdiendo, y contiene una deriva con notables filos políticos.
Facebook y la extrema derecha
La falta de transparencia de estas empresas abre un espacio de sospecha: como nadie conoce la forma de funcionamiento de sus algoritmos, tampoco podemos saber si hay una intencionalidad ideológica en las noticias que prioriza, difunde y amplifica. Sabemos que Facebook fue el canal principal de comunicación de informaciones que favorecían a Trump o al Brexit, que era el instrumento del que se benefició la tan subrayada influencia rusa en las elecciones, que la ultraderecha europea ha crecido gracias a la empresa de Zuckerberg, o que Cambridge Analytica compró los datos que esta tenía. Ahora, con el caso brasileño, se habla de la construcción de la información a través de Whatsapp, que es una empresa perteneciente a Facebook. De modo que ese espacio de sospecha crece, como bien afirmó Merkel en cuanto tuvo ocasión.
Según esta tesis, están los medios de referencia, con información fiable y, por otra parte, las redes y el Whatsapp, un nido de bulos
Entender cómo funciona hoy la transmisión de información supone también ser conscientes de que no existen dos espacios claramente diferenciados, una tesis que gusta a quienes culpan a las noticias falsas de los cambios sociales: por una parte, estarían los medios de referencia, que proporcionan información fiable y contrastada, y por otra las redes y los grupos de Whatsapp, donde proliferan las mentiras, las noticias interesadas, y los bulos, que acaban siendo creídos por gente poco formada.
Los sesgos
No es así. Los medios de comunicación se aprovechan también de esos circuitos para potenciar que sus informaciones lleguen al mayor número de gente posible, y es ahí donde Google o Facebook extraen rentabilidad. Los bulos circulan por las redes, pero también los medios de comunicación prestigiosos incluyen informaciones interesadas o sesgadas, del mismo modo que se puede acceder a través de las primeras a noticias o reflexiones de gran validez que difícilmente aparecen en los segundos.
En lo político, la satirización, la confrontación y el malestar fueron ganando terreno en las redes y acabaron con sus mejores posibilidades
Sin embargo, esto no significa que los nuevos canales de comunicación no estén siendo utilizados políticamente, y que en esa guerra de la propaganda no existan vencedores. Que Trump emplee Twitter no es una casualidad, ya que supone toda una declaración de intenciones: no le hace falta pasar por el mediador habitual, los grandes medios, porque son estos los que después le otorgan la máxima visibilidad. Ya que sus tuits se convierten en noticia, maneja él la agenda y las declaraciones según le conviene.
Los dardos
Las redes, los grupos de Whatsapp, los foros, fueron espacios en los que se fueron construyendo mensajes alternativos, diferentes de lo que se podía encontrar en los medios tradicionales, lo que fue celebrado desde una lado y desde el otro del espectro político, ya que prometía una libertad y unas opciones expresivas e informativa mucho más amplias. Con el paso del tiempo, hemos visto cómo esas posibilidades han sido escasamente aprovechadas y que muchos de los contenidos de las redes o de los foros no eran más que la reproducción airada o cómica de lo que se veía en la televisión o se escribía en los diarios. En lo político, la satirización, la confrontación y el malestar fueron ganando terreno, hasta llegar al escenario presente, en el que, hay que esquivar muchos dardos para alcanzar el material aprovechable.
La construcción de una sociedad en decadencia, sujeta a riesgos frecuentes, ha sido el arma principal de estos nuevos movimientos
Este contexto ha favorecido el florecimiento de las nuevas derechas. Como ya hemos explicado, la construcción de un imaginario de decadencia, de riesgos frecuentes, que nos muestra un mundo con cada vez menos sensatez y al que es necesario poner límites por la fuerza ha sido el arma principal de estos nuevos movimientos. De hecho es uno de los marcos preferidos de las nuevas derechas, las que han ido sucediéndose desde Reagan, y ha sido uno de sus principales bazas para hacerse con el poder.
La sociedad que se hunde
Ya fuera por los inmigrantes y su creciente violencia, por el daño que nos hace Bruselas, por la falta de decencia y de valores, por los patinazos mentales de la gente muy ideologizada, o por demás argumentos similares, esta visualización de una sociedad que se hunde ha sido muy útil para que los nuevos movimientos crezcan. Aquí es también donde ha operado Bolsonaro, creando la sensación de que hacía falta firmeza y mano dura para salvar un país que iba hacia la ruina.
Los problemas de las instituciones de las democracias neoliberales están siendo explotados con éxito las nuevas derechas
Estos escenarios no se construyen en el vacío. Si funcionan hasta el punto de que logran convencer a un porcentaje importante de votantes, es porque existe un contexto adecuado y eso no es culpa de la extrema derecha. Si las cosas marchasen bien en nuestras sociedades, su capacidad de llegada sería mucho menor. Las 'fake news' no son la causa de nada, son un síntoma que no hace más que subrayar la debilidad institucional de las democracias neoliberales contemporáneas, cuyos problemas están explotando con éxito las nuevas derechas.
La ruptura de la confianza
El ejemplo de los medios de comunicación es evidente. Se puede seguir utilizando la tesis de la gente estúpida y cabreada que se cree los bulos, pero la realidad es que si eso ocurre, es en parte por la falta de confianza de los ciudadanos en los medios actuales. Hay un porcentaje sustancial de gente que ya no confía en los medios por culpa de los medios y ha buscado otros caminos para recibir información más fiable. Al igual que pasa con las instituciones, los errores no se pueden esconder tras el riesgo de la extrema derecha, la credibilidad ingenua de las poblaciones occidentales o la gente cabreada que no quiere razonar. La mejor manera de combatir a ese enemigo que se señala permanentemente con el dedo no es insultar a quienes le votan o creen lo que se les cuenta, sino arreglar lo que se ha roto. Este es un instante crucial de los regímenes políticos occidentales, porque estamos en pleno giro, y no parece que hacia un lugar mejor. Pero si se sigue insistiendo en que la forma de detenerlo es cerrar los ojos ante los fallos institucionales y señalar con el dedo a quienes se aprovechan de sus consecuencias, entonces será simple cuestión de tiempo que entreguemos nuestros países a las derechas neoliberales nacionalistas, como Trump.
Es un término que hemos vuelto a oír, por si no lo conociéramos suficientemente, con motivo de las elecciones brasileñas: 'fake news'. Cada vez que la derecha más dura va ganando posiciones electorales, como ocurrió con Trump, el Brexit, Le Pen o Salvini, entra en juego una campaña de noticias falsas difundidas por las redes o por los grupos de Whatsapp que lleva a que el apoyo social del candidato antisistema crezca enormemente.