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El efecto llamada: por qué te contratan y cómo te ascienden en los buenos trabajos
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Esteban Hernández

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El efecto llamada: por qué te contratan y cómo te ascienden en los buenos trabajos

Las vías de acceso y permanencia a los empleos cualificados están cambiando. Un informe británico subraya la importancia de las marcas de clase y de las relaciones sociales

Foto: EEUU desveló una millonaria red de sobornos para acceder a universidades de elite.
EEUU desveló una millonaria red de sobornos para acceder a universidades de elite.

Hace pocos años, ‘El Confidencial’ se hizo eco de un sorprendente estudio que subrayaba cómo los hijos de las clases medias altas tenían muchas más probabilidades de convertirse en actores que los de las clases trabajadoras: su presencia en la profesión era dominante. Era una conclusión llamativa, en la medida en que se trata de un oficio en el que el lugar social de partida debería resultar irrelevante frente al talento. Además, tradicionalmente los hijos de los estratos menos afortunados encontraban por esa vía un escape al trabajo manual y, en ocasiones, un camino de ascenso social. Eran como los futbolistas, de los que se decía que cuantos más pobres eran, más hambre tenían.

La razón de que se haya fijado este nuevo reparto es harta cierto punto comprensible. El mundo actoral tiene barreras de entrada poderosas, hay muchas personas que desean acceder al oficio, se trata de un sector muy precario y mal pagado si se es principiante o no se ha tenido éxito, y pretender hacerse un hueco supone soportar muchas negativas, insistir durante mucho tiempo y, ante todo, encontrar vías materiales de subsistencia alternativas mientras ese sueño acaba de cumplirse. La hostelería, por ejemplo, era una profesión típica para los aspirantes porque aseguraba ciertos ingresos y dejaba tiempo libre para acudir a castings y demás.

Tu carrera como actor depende en gran medida de la posibilidad de llamar a tu madre durante los periodos de escasez financiera

En ese contexto, los dos factores que actúan como condición de posibilidad del éxito son los recursos y las relaciones. El primero lo explicaba gráficamente Andy, uno de los actores entrevistados en el estudio: “Tu carrera como actor depende en gran medida de la posibilidad de llamar a tu madre durante los periodos de escasez financiera”. Una profesión con tantos altibajos y en la que es tan difícil triunfar requiere de persistencia, y esta precisa contar con un respaldo material suficiente como para seguir intentándolo. En segundo lugar, estar presente en actos públicos y fiestas varias abre la puerta para ampliar la red de conocidos, y con ella, el acceso a los contactos suficientes como para contar con información relevante y mejores oportunidades. Ambos elementos están mucho más disponibles para las clases medias altas que para el resto. Por eso, insistían los entrevistados para el estudio, muchos hijos de clases populares y de medias sin relaciones acababan abandonando, aun cuando tuvieran un especial talento para la profesión.

Entrar es difícil, quedarse más

Lo paradójico de esta situación es lo bien que define muchos de los sectores laborales que antes se encuadraban en las llamadas profesiones liberales, sectores en los que se citan muchos titulados y muchos aspirantes cuyo deseo es trabajar en un campo que encaja con su vocación, y que se definen por la falta de puestos de trabajo o de empleos decentemente remunerados, por su precariedad y sus dificultades de permanencia. El periodista, el consultor, el abogado, el economista, el arquitecto, o el investigador en cualquier área, entre otros, sabe que sus posibilidades reales de trabajar en lo que le gusta, sobre todo en buenas condiciones, no son muchas. Cuesta mucho entrar, permanecer es difícil y ascender bastante complejo y más aún en España. Y los factores que permiten unas y otras cosas tienen que ver con las mismas causas que en el mundo actoral.

Un estudio realizado por la Fundación Sutton y la Comisión de Movilidad Social británica ha concluido que una pequeña élite de personas educadas en centros universitarios privados y en particular en Oxford y Cambridge, continúan copando los mejores puestos de trabajo. Por el contrario, el deporte (particularmente el fútbol), el mundo artístico y los gobiernos locales son las áreas que cuentan con menor número de personas provenientes de instituciones educativas exclusivas.

En recursos humanos se valora mucho el encaje de la personalidad con la firma, por lo que se prefiere a quienes tienen marcas de clase y 'habitus' similares

Es una consecuencia lógica de la estructura laboral contemporánea. Dejando de lado otros sectores, en general peor retribuidos, el empleo en las clases profesionales se ha bifurcado en puestos bien remunerados, con capacidad real de decisión y promoción, y los mal pagados, con bastante circulación y poco recorrido. Dado que cada vez hay menos clase media, el paso de uno a otro suele ser difícil.

Las puertas que se abren

Acceder a empleos de este tipo no es sencillo y hay quienes parten con ventaja. Como es obvio, hay más titulados que provienen de las clases con recursos que de las trabajadoras, y sus recorridos académicos suelen ser diferentes, ya que tienen acceso a universidades mejor valoradas, en especial extranjeras, y por tanto sus currículos poseen más valor en el mercado. Además, los reclutadores de las firmas más importantes suelen fijarse en centros de élite determinados para captar a sus futuros empleados, y cuando no es así, la red de contactos suele tener mucho peso para lograr la contratación. Y en las entrevistas, los especialistas en recursos humanos valoran mucho el encaje de la personalidad con la firma, por lo que suelen preferir a quienes tienen marcas de clase y habitus similares.

El estancamiento es la norma, con trabajadores cualificados que alcanzan cierta permanencia, pero no la estabilidad ni el salario pretendidos

Tanto para acceder a la profesión como para permanecer en ella, hay que tener en cuenta aquello que nuestros jóvenes actores subrayaban, la capacidad de resistencia. No sólo por contar con el aguante necesario mientras llega el empleo en el sector soñado, sino porque las profesiones contemporáneas suelen tener trayectorias quebradizas, con entradas y salidas habituales del trabajo, y porque los salarios de inicio son bajos (o inexistentes) con mucha frecuencia.

Edades que se prolongan

Sin embargo, esas situaciones no se dan sólo la inicio de la trayectoria profesional, sino que se prolongan durante mucho tiempo, o reaparecen cuando se creían resueltas. Afectan a personas que tienen entre 20 y 30 años, pero también a quienes alcanzan los 40. Máxime cuando las situaciones de estancamiento son la norma, con trabajadores cualificados que consiguen cierta permanencia en el empleo, pero no alcanzan ni la estabilidad pretendida, ni el aumento salarial que necesitan para vivir sin aprietos ni el recorrido profesional al que aspiraban. La universidad, con todo tipo de categorías inestables y salarios bajos con los que es difícil subsistir, es uno de los sectores de los que más hemos oído hablar, pero cada vez más las condiciones se vuelven similares en otros ámbitos cualificados. En ese estancamiento, quien tiene más recursos y, por tanto, menos urgencias materiales, puede aguantar mejor hasta conseguir el puesto pretendido.

Los ascensos suelen llegar por la pertenencia a un grupo de referencia que suele preferir a aquellos que ya se les parecen

Una vez más, las marcas de clase ayudan mucho a resistir, pero también a mejorar. No sólo por el dinero y los contactos, sino por su capacidad de establecer mejores relaciones en el seno de la empresa. Los ascensos suelen llegar por la pertenencia a un grupo de referencia, y lo cierto es que, en esos espacios informales, suele producirse un efecto llamada por el que el grupo acepta a aquellos que ya se les se parecen y con quienes comparten habitus, modales, aficiones, gustos, perspectivas de la profesión, aspiraciones vitales y visiones políticas del mundo.

Que no se note tu origen

Dado que en las empresas que ofrecen los mejores empleos, como bien recuerda el informe británico, los lugares dominantes los copan las clases altas y medias altas, suelen preferir a quienes provienen de su mismo estrato social. Quien llega desde otro espacio debe integrarse en ellos de un modo en el que su origen no se haga expreso, y aprender rápido cómo comportarse, qué expresiones utilizar, a qué restaurantes ir y qué vinos tomar, qué ropa llevar, en qué lugares dejarse ver y cuáles son las opiniones políticas aceptadas. Todo esto, que es habitual, y en cierta forma natural (la gente suele juntarse con quienes son como ellos), se transforma en un círculo cerrado en la medida en que la mayoría de ellos pro vienen de los mismos lugares sociales y por tanto, tienden a captar a los que ya son suyos. Una vez más, las marcas de clase suelen resultar una ventaja en el juego laboral.

Hace pocos años, ‘El Confidencial’ se hizo eco de un sorprendente estudio que subrayaba cómo los hijos de las clases medias altas tenían muchas más probabilidades de convertirse en actores que los de las clases trabajadoras: su presencia en la profesión era dominante. Era una conclusión llamativa, en la medida en que se trata de un oficio en el que el lugar social de partida debería resultar irrelevante frente al talento. Además, tradicionalmente los hijos de los estratos menos afortunados encontraban por esa vía un escape al trabajo manual y, en ocasiones, un camino de ascenso social. Eran como los futbolistas, de los que se decía que cuantos más pobres eran, más hambre tenían.

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