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El consultorio psicológico del siglo XXI

"Tenía un buen trabajo y ahora no. Mucha gente que conocí me ha decepcionado"

En la vida moderna los vaivenes en el éxito laboral son muy grandes y hay que estar preparados para entender tanto el éxito como el olvido en la carrera profesional

Foto: Istock.

"Hola Luis. Durante bastantes años aparecía a menudo en medios de comunicación. Me invitaban a programas de televisión y radio como experto en mi materia. No se puede decir que fuera famoso, pero sí bastante conocido. Era habitual que me pararan por la calle y me felicitaran por mi labor. No echo de menos esa parte de la fama. Pero sí me ha decepcionado la actitud de muchas personas que creí que eran amigos míos. Ahora ya no me llaman nunca, siento que les persigo, que no cuentan conmigo para actos sociales, ha cambiado completamente su actitud. Tengo la sensación de que he perdido valor como profesional, ya no se me tiene en cuenta. Y eso sí me está afectando mucho más de lo que creía."

Hola. En el mundo moderno ganamos y perdemos estatus profesional a gran velocidad. Es habitual disfrutar durante años de puestos de trabajo que generan capital simbólico (miradas de admiración, halagos continuos, concesión de pequeñas prebendas, etc.) y perder ese nivel en poco tiempo. Antes asociábamos ese fenómeno al mundo del espectáculo: llamábamos "juguetes rotos" a los artistas que habían pasado de la cresta de la ola al desdén del público. Pero hoy en día esos altibajos se dan en muchas áreas laborales. Un ejecutivo al que acaban de ascender, un trabajador que recibe un premio en su empresa o un sindicalista al que acaban de nombrar para un cargo reciben también una gran cantidad de elogios puntuales que desaparecerán con el tiempo.

Sin embargo, seguimos estando psicológicamente poco preparados para los altibajos profesionales. Nadie nos advierte de que los beneficios del éxito desaparecerán cuando la fortuna nos deja de sonreír. Ocurre, por ejemplo, con las amistades. El actor Kirk Douglas afirmaba: "Si te conviertes en famoso, tú no cambias: son los demás los que cambian". Al igual que te ha sucedido a ti, la gente nos trata de forma diferente en la fama y en el anonimato. Nos deberían recordar que el trato de los demás tiene que ver con nuestro rol, pero nadie lo hace. Solo identificamos el papel que ha jugado el estatus social en nuestras relaciones cuando lo perdemos.

Los prepotentes necesitan constantemente que sus méritos sean ratificados por quienes les rodean

Te recomiendo empezar por cuestionarte tu nivel de narcisismo. Las personas que puntúan más alto en este factor son las que peor toleran el fracaso. Seth Rosenthal, especialista de la Universidad de Yale, encuentra en sus estudios sobre el tema que los prepotentes necesitan constantemente que sus méritos sean ratificados por aquellos que les rodean. Tienden a asociar los elogios a sus cualidades, no a la situación puntual de liderazgo que están viviendo. Y por eso suelen convertir cualquier altibajo del éxito en un cuestionamiento de su persona.

Deshacerte del ego te ayudará a liberarte de la culpabilidad. El éxito y el fracaso, como decía Rudyard Kipling, son dos grandes impostores y por eso hay que tratarlos con indiferencia. Lee investigaciones y verás que los altibajos de la fortuna tienen mucho más que ver con las circunstancias de lo que solemos creer. El divulgador Malcom Gladwell, en su libro 'Fueras de serie', recopila datos y estadísticas que muestran que nuestra probabilidad de obtener logros depende en gran parte de una acumulación estable de ventajas. El lugar y la época en que nacemos (¿cuántos triunfadores actuales lo son gracias a cualidades completamente inútiles hace cincuenta años?), las condiciones materiales de la sociedad en la que nos criamos (¿por qué es más fácil tener éxito siendo estadounidense?), venir de una familia con prestigio en una determinada área (la endogamia sigue funcionando en todas las profesiones) son, por ejemplo, factores muy importantes. Gladwell afirma que la hipótesis de la omnipotencia de la actitud no se sostiene: el azar influye mucho más de lo que nos han hecho creer.

Fuerza interior

Si aceptas que la fortuna es arbitraria, tu ego dejará de ser un problema. Y quizás puedas entonces adoptar una estrategia que ha servido a muchas personas en tus circunstancias: convertir la disminución de estatus en una crisis del sentido vital. El psiquiatra Viktor Frankl estuvo recluido durante el nazismo en campos de concentración junto a millones de personas que vieron destruidas la mayoría de cosas que valían la pena en sus vidas. Sin embargo, en medio de condiciones brutales, algunos individuos conservaban una impresionante fuerza interior. Frankl observó que se trataba de personas para los que la vida merecía la pena porque habían encontrado un nuevo significado profundo a lo que les ocurría.

Uno de los factores de esa crisis que han hecho los que han perdido estatus suele ser renunciar a guiarse por la motivación de poder. Dejaron atrás el tipo de impulso que nos lleva a intentar controlar el comportamiento de las demás personas intentando que el mundo se ajuste a nuestros planes. Para dar ese paso, reconsideraron, casi siempre, el alto precio que nos hace pagar el poder. Te puede ayudar en esta reevaluación revisar un experimento de la psicóloga Matina Horner, de la Universidad de Harvard. Su estudio estaba destinado a sacar a la luz a las personas menos competitivas. Y mostró que estos individuos son más sensibles al aspecto negativo del éxito social. Cuando pidió a dos grupos con mayor y menor motivación de logro que escribiesen historias sobre triunfadores encontró que los del segundo grupo ponían más el acento en las consecuencias negativas que acarrea destacar. Los menos competitivos tenían en cuenta la impopularidad, la soledad y la culpabilidad que suele traer el estatus social.

El problema de destacar es que la fama necesita ser renovada continuamente. El prestigio solo existe en la memoria a corto plazo

Volvemos a la "mala educación emocional" que arrastra nuestra sociedad. Nadie nos cuenta, por ejemplo, que el llamado "Efecto de Primacía" (hacemos más caso a los que están en primer lugar) se asocia a una gran desventaja psicológica: la constante exposición. El psicólogo Phil Reed demostró en varios experimentos lo agotadora que resulta la responsabilidad de ser imprescindible. El problema de destacar es que la fama necesita ser renovada continuamente. Las investigaciones muestran que el prestigio solo existe en la memoria a corto plazo: dura muy poco y el que lo quiere conservar debe renovarlo continuamente.

Y eso supone fomentar un factor de personalidad que el psicólogo Mark Snyder denominó "auto-monitoreo". La fama implica asumir un rol determinado y actuar siempre con coherencia en función de lo que se espera de nosotros. Hay que vigilarse a uno mismo todo el tiempo, controlar las conductas para lograr el efecto deseado en cualquier situación, perder la intimidad y actuar siempre en función de las expectativas de las otras personas.

Destacar, una esclavitud

Necesidad de autocontrol, renovación continua de la reputación, falta de intimidad… Todos estos factores se asocian a la posición que has perdido. Si haces esa renovación de sentido vital te darás cuenta de que has ganado libertad. Y que quizás por eso el filósofo francés Michel de Montaigne, una de las personas que salió renovado de esa crisis de renuncia a la vida pública, aconsejaba pasar desapercibido para ser feliz. Destacar es, según este ensayista, una esclavitud que nos aleja de la vida plena. Tú te has liberado de esa condena. Ahora empieza la vida que tú quieres vivir.

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