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Contra el cierre de los Centros de Educación Especial

¿Pueden derribarse bloques de viviendas y empezar a construir un palacio cuando los materiales disponibles no dan ni para un adosado? Es lo que se está proponiendo

Foto: Efe / R. García.

Yo me quedo pensando mientras Paco Bescós se monta en su coche y se marcha a cuidar de su hija Paulina, aquejada de parálisis cerebral. Hemos hablado largamente sobre ella. Sufrió asfixia en el parto. Qué será de Paulina, cuántas capacidades de niña neurotípica podrá recuperar, en qué grado quedará su discapacidad, ah, amigos, eso son misterios que ignoramos. Estimaciones. Hay señales optimistas.

Paulina mueve las piernas pero los brazos no responden como deberían. No hay precisión en las manos diminutas de la niña, que grita y ríe cuando su hermano pequeño se le sube a la espalda y finge que cabalga aunque Paulina no sabe cabalgar, ni sabe relinchar, ni sabe hablar. No sabe cómo será su vida y en esto estamos empatados. Hace dos años la tuve en brazos en el parque del Retiro. Es una criatura hermosa y perturbadora que todavía busca su crisálida mientras su hermano mellizo echa a correr.

Describen al Comité como un lobby político que sólo representa los intereses de una pequeña porción de los padres de discapacitados

Pero estos no son mis pensamientos cuando se marcha Paco Bescós. Pienso en el cierre de los Centros de Educación Especial que intenta llevar a cabo el Comité Español de Representación de Personas con Discapacidad (CERMI) y que ha puesto en pie de guerra a los padres de niños discapacitados como Bescós o el Mago More. El CERMI dice representarlos, pero ellos denuncian que esto no es así, ni de lejos.

Han montado una plataforma, “Inclusiva sí, Especial también”, y hablan de CERMI como un enemigo poderoso. Describen al Comité como un lobby político que sólo representa los intereses de una pequeña porción de los padres de discapacitados y que ha difamado ante la ONU a los profesionales que se desviven por dar la mejor educación y el mejor cuidado a sus hijos en unos centros que, si la Ley Celáa sale adelante, desaparecerán. Pero los padres de “Inclusiva sí, Especial también” defienden que no existe un solo camino para la inclusión y que el propuesto por CERMI es, de hecho, extremadamente peligroso para sus hijos.

Antecedentes: el Comité fue a la ONU y denunció a España. Llevaron un informe sesgado que acusaba a nuestro país de discriminar y segregar a los niños con discapacidad y que ponía los Centros de Educación Especial en la diana. La ONU envió a dos informadores a nuestro país para investigar el caso. No pisaron un solo Centro de Educación Espacial ni conocieron a nadie con una opinión distinta. Viajaron con miembros de CERMI y después elevaron a la ONU un informe que calcaba los argumentos de esta organización. El Comité había conseguido lo que se había propuesto: convertir en escándalo algo que no lo es en absoluto.

Pienso en Paulina y no puedo expresarlo de otra forma: la posición del CERMI hiede a maximalismo posmoderno. Según ellos, todos los niños con discapacidad tienen que escolarizarse en centros ordinarios independientemente de su situación individual. La sociedad debe transformar su concepción de la discapacidad (de la “diferencia”, en su maquillador lenguaje) para integrarlos. Ha de ser inclusiva y dejar de percibir la discapacidad como una tara. Entre bambalinas, teorías pedagógicas que hablan en abstracto de la escuela pública no como el yermo sin dotación para cambiar pizarras tachadas de cicatrices que es, sino como un jardín fecundo donde los niños diferentes se convertirán en una parte más de la sociedad. La crueldad infantil y la precariedad sistémica desaparecen de la ecuación.

¿Pueden derribarse bloques de viviendas y empezar a construir un palacio cuando los materiales disponibles no dan ni para un adosado? Es lo que propone CERMI. Entre sus oponentes hay padres que han vivido auténticos calvarios creyendo que la postura de la inclusión sí o sí era razonable. Niños con severas discapacidades se han visto arrojados a aulas masificadas donde sus impedimentos se convertían en muros y sus taras en el blanco de la crueldad infantil. Víctimas de teorías que sólo huelen a rosas cuando vienen impresas en papel y sin derecho a réplica.

Pero el peligro de la postura de CERMI no es su opinión idealista sobre las posibilidades de la escuela ordinaria para la integración en el momento actual, sino su oposición beligerante a la existencia de los centros de Educación Especial. Según ellos, que existan lugares donde profesionales entusiastas y especializados atienden a cada niño según sus necesidades es un arcaísmo brutal y segregador, una cruel forma de exclusión, una manera de marcarlos de por vida, de empujarlos a un camino por el que nunca serán una parte de la sociedad.

Para mi hija, la inclusión sólo es posible en una escuela de educación especial

Los padres de “Inclusiva sí, especial también” me parecen mucho más sensatos que estos teóricos de la pedagogía. Están asustados ante la posibilidad de que esta ideología expulse a sus hijos del lugar donde reciben el mejor cuidado. Defienden la integración en la escuela ordinaria siempre en los casos en los que sea la mejor opción, pero tienen otro concepto de la integración para los niños con severas deficiencias, fundamentalmente intelectuales.

Paco Bescós, antes de irse a cuidar de Paulina, lo ha expresado con estas palabras: “Para mi hija, la inclusión sólo es posible en una escuela de educación especial. Allí la cuidarán, atenderán a todas sus necesidades y encontrarán el mejor camino educativo para que Paulina alcance su máxima capacidad y sea feliz. Esta es la única forma de inclusión. Y no: no tolero que CERMI difame el trabajo excelente que se hace en estos centros”.

Seis mil personas se manifestaron por esta causa en Valladolid en la primera concentración de la plataforma de apoyo a la educación especial. Y muchas más lo harán en adelante si los partidos no recapacitan sobre su apoyo a un comité presuntamente representador que se niega a representar a muchos niños necesitados de nuestra más firme defensa.

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