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El erizo y el zorro

La inquietante 'teoría del umbral' aplicada a las redes sociales

Muchas veces acabamos haciendo cosas solo porque vemos que las hace la gente a nuestro alrededor como demostró el sociólogo Mark Granovetter

El fenómeno de escalada virulenta 'ensucia' cada vez más Twitter. ¿Tiene la 'teoría del umbral' la respuesta? (Reuters)

Hace algo más de cuarenta años, el sociólogo estadounidense Mark Granovetter publicó un artículo académico con un título pertinentemente aburrido: 'Modelos de comportamiento colectivo basados en umbrales. Su temática era mucho más atractiva. Normalmente, decía, cuando las personas tenemos dos opciones, no tomamos decisiones basándonos solo en nuestras preferencias abstractas. Tomamos decisiones profundamente influidas por las decisiones de los demás. Granovetter citaba varios casos: en ocasiones, tenemos que decidir si nos quedamos en una fiesta o nos vamos, si nos sumamos o no a una huelga en nuestro centro de trabajo o si nos creemos un rumor. Para ilustrar su teoría, sin embargo, utilizaba un ejemplo más extremo: tenemos que decidir si participamos o no en un disturbio violento.

Imaginemos que hay cien personas en una plaza pública. Una de ellas está perfectamente dispuesta a tirar una piedra a un escaparate para expresar una queja (su umbral es 0, es el incitador). Hay una segunda persona que no lo haría por iniciativa propia, pero que si ve a alguien tirar una piedra contra una tienda, también se animará a hacerlo (umbral 1). Hay otra persona que es más reacia a tirar la piedra, pero que si ve a dos personas hacerlo, pensará que está bien y seguirá su ejemplo (umbral 2). Y así sucesivamente, hasta que quede una persona que solo sentirá que es legítimo tirar una piedra a un escaparate si antes ve que lo hacen las otras 99.

Visto así, el comportamiento de las masas resulta inquietantemente azaroso. Si no hay un incitador dispuesto a actuar el primero, quizá nunca llegue a producirse el disturbio violento. Si no hay una persona con un umbral 1, quizá el instigador tire la piedra pero nadie le siga y, entonces, como dice Granovetter, el titular del periódico ya no sería “Una muchedumbre de radicales provoca un disturbio”, sino “Un perturbado solitario rompe un escaparate mientras un grupo de ciudadanos le mira”. Pero hay otra idea inquietante: en casos extremos, todos estaríamos dispuestos a tirar una piedra a un escaparate. Quizá pienses que tu madre nunca lo haría, pero si ella viera que tú, tu padre y tu hermana lo hacéis, seguramente pensaría que hay una razón de peso y se sumaría.

Muchas veces acabamos haciendo cosas solo porque vemos que las hace la gente a nuestro alrededor

Eso significa, por decirlo en palabras de Granovetter que “es difícil inferir predisposiciones individuales a partir de resultados agregados”. O lo que es lo mismo: que muchas veces acabamos haciendo cosas solo porque vemos que las hace la gente a nuestro alrededor —más o menos personas, de acuerdo con nuestro umbral—. Si se quiere, es la versión sofisticada de cuando tu madre, de niño, te reñía por algo que habías hecho, tú respondías que te habías limitado a seguir a tus amigos y ella te preguntaba si, en caso de que ellos se tiraran por la ventana, tú también lo harías. Lo inquietante es que la respuesta es que tal vez. También para tu madre, en determinadas circunstancias. Porque, en cierta medida, cuando muchos individuos se juntan dejan de tomar decisiones en función de su predisposición individual. Pero esto también es la demostración de que muchas personas hacen las mismas cosas por distintas razones.

Los energúmenos de Twitter

Es casi inevitable acordarse de las ideas de Granovetter cada vez que entras en Twitter si en tu timeline la gente se dedica a la política: bien si es política, informa sobre la política o quiere influir en ella mediante la propaganda (los tres ámbitos se confunden con frecuencia). Personas perfectamente educadas y razonables en el cara a cara se comportan como energúmenas en la red social, con una enorme agresividad. Por supuesto, algunos son instigadores: no necesitan ninguna clase de excusa ni de precedente para provocar o insultar. Pero es muy probable que en Twitter funcione de manera inmejorable la propuesta del comportamiento colectivo basado en umbrales: cuanta más gente esté dispuesta a mostrar determinada actitud, mucha más sentirá que es legítimo y, en cierto sentido, necesario. Entonces se produce el efecto cascada: esos momentos en los que miras tu timeline con los ojos vidriosos y ves cómo una parte relevante de la gente a la que normalmente te interesa leer está superando, de manera que parece geométrica, su umbral.

Para saber cosas que tu entorno más próximo no sabe, tienes que recurrir a alguien un poco más lejano

Esto es preocupante por una razón que también explicó Granovetter en un artículo anterior (de 1973) que estudiaba las redes sociales personales antes de que existieran las digitales y cuyo título era mucho mejor que el anterior: “La fortaleza de los vínculos débiles”. De acuerdo con él, las conexiones sociales más irremplazables eran las débiles, las más lejanas. Los miembros de la mayoría de los grupos que mantienen una relación estrecha —la familia más íntima, los amigos de siempre— saben más o menos las mismas cosas y las saben más o menos al mismo tiempo. En lo que respecta al conocimiento, estos vínculos son poco relevantes: si yo no le cuento algo a Y, seguramente se lo contará nuestro amigo común X.

En cambio, los vínculos débiles ejercen de puente entre grupos con vínculos más estrechos. Alguien a quien leo en Twitter, y al que ni yo ni ninguno de mis amigos conocemos, puede contar algo que yo no sabía y así introducirlo en mi grupo. Para saber cosas que tu entorno más próximo no sabe, tienes que recurrir a alguien un poco más lejano. Esta era la gran maravilla de Twitter: creabas un montón de vínculos débiles, pero reales, que te permitían acceder a información desconocida y a realidades que ignorabas. Ahora, el problema es que incluso esa gente parece tener un umbral lo bastante bajo como para, con mucha frecuencia, sumarse a cascadas de tuits agresivos. Tal vez es algo que le perdonarías a alguien con quien mantienes un vínculo fuerte, pero te resulta irrelevante u ofensivo si viene de un semidesconocido. Acabas silenciándole y, así, perdiendo la posibilidad de acceder a través de él a cosas nuevas.

Cada uno encontrará su equilibrio ideal. El mío consiste en interesarme solo por las personas que requieren umbrales extraordinariamente altos para sumarse a la agresividad, y prefiero perderme la información nueva que podrían proporcionarme los semidesconocidos a exponerme a su participación en las cascadas. Pero estoy seguro de que alguien, en Twitter, opina que esto es una estupidez.

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