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Lo que la crítica literaria sesuda debe aprender del 'Marca'

James Wood vuelve a la carga con un libro en el que la literatura se sacude sus complejos

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y lector fiel del 'Marca'

Tras la emisión del capítulo cuatro de la primera temporada de 'True Detective', las redes sociales en España se llenaron de elogios hacia su arriesgada factura, pues el capítulo incluía un plano-secuencia de cinco minutos y pico. Ese término, "plano-secuencia”, aparecía en numerosos tuits encomiásticos, tuits que no escribían críticos de cine ni directores, tampoco guionistas: los escribían espectadores rasos.

Este hecho me llevó a preguntarme cuánto hacía que no leía una reseña literaria en la que se hablara, por ejemplo, del monólogo interior, de las metáforas o de los diversos puntos de vista empleados en una novela.

Este mismo año, Blackie Books ha publicado un libro muy inteligente y entretenido del crítico musical Carl Wilson. Su título en español, 'Música de mierda', es una traducción más que cuestionable del original 'Let´s talk about love', título compartido con un disco de Celine Dion, que es el icono pop a partir del cual Carl Wilson elabora sus tesis sobre las relaciones entre alta y baja cultura. Nuestro autor recopila en las primeras páginas de su ensayo algunas de las reseñas que se han dedicado a los discos de Celine Dion, siendo casi todas ellas tan hilarantes como demoledoras. En una en concreto, se calificaba la voz de Dion como “cera para muebles”. Busquen una reseña de libros reciente en la que un crítico les haya deleitado con una sutileza y una puntería semejantes.

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Finalmente, traigo al debate al gran Ricardo Piglia. En uno de sus programas sobre Borges, Piglia comenta algo notable sobre la prensa deportiva: no hace concesiones. Uno toma el 'Marca' (por venirnos ya a España) y los textos están llenos de tecnicismos como "volante", "pivote", "falso 9", amén de los consabidos 4-4-1-1 o 4-4-2, disposiciones de los jugadores sobre el terreno. Como dice Piglia, el periodista deportivo no se preocupa de si su lector conoce esos términos: los usa con insolencia, todo lo cual no impide que la prensa deportiva se venda a espuertas. Y ataca Piglia: ¿qué acongoja a la prensa cultural y literaria; por qué es tan difícil encontrar algo de alquimia narrativa en sus análisis?

Por todos estos motivos, y algunos otros, tenemos que amar a James Wood.

Estilo indirecto libre

Casi me molesta que un crítico tan admirable como James Wood luzca en su biografía tres hitos que le hacen honorable a ojos de cualquier persona, incluso a los de alguien ajeno por completo al mundo de los libros: estudió en Eton, da clases en Harvard y escribe en el 'New Yorker'. Yo diría que, a pesar de todo eso, a pesar del peso fatal de la marca (¡Eton!, ¡Harvard!, ¡New Yorker!), Wood es un gran crítico.

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Su libro 'Los mecanismos de la ficción' (reeditado estos días por Taurus junto con su nuevo ensayo) es el mejor libro sobre creación literaria que yo conozco. Obsesionado con el estilo indirecto libre y con los detalles, Wood hilvana en estas páginas una reflexión muy efectiva sobre cómo ha evolucionado la novela desde Flaubert y sobre por qué la literatura es literatura. Seguro que Bob Dylan lo ha leído.

A tanto llega la pasión de James Wood por el estilo indirecto libre que en su reseña sobre 'Terrorista', del canónico John Updike, vino a decir que el canónico Updike no tenía ni repajolera idea de lo que era el estilo indirecto libre. Christopher Hitchens hizo leer a sus alumnos la crítica de Wood, reconociendo que era mucho mejor que la que él había escrito.

En nuestro país, por el contrario, si le dices a un escritor español que su novela falla porque el narrador en primera persona no puede saberlo todo, se ríe de ti: ¿y qué más da? Dense cuenta de que este es un país que también se reía de Ricardo Senabre por terminar sus reseñas señalando a los escritores sus errores sintácticos. ¿A quién se le ocurre hacer crítica literaria para revelar que algunos escritores de tu país no dominan su propio idioma?

Conocimiento y pasión

Este es un país que se ríe de Ricardo Senabre por terminar sus reseñas señalando a los escritores sus errores sintácticos

James Wood suma ahora a su imprescindible 'Los mecanismos de la ficción' (cuya única rémora para el lector español es que todos los extractos proceden de literaturas en lengua inglesa), un libro íntimo y apabullante, casi una autobiografía: 'Lo más parecido a la vida' (Taurus, 2016).

El libro habla de la muerte en las novelas y de la muerte en la vida real (partiendo del conocido ensayo de Walter Benjamin 'El narrador'), de contar historias aunque no haya, en rigor, tanto que contar ('El beso', de Chéjov, le sirve de punto de partida); de los sacrosantos detalles o de la vida del emigrado (él vive en EEUU, siendo inglés).

Conocimiento y pasión es lo que demuestra, sin pausa, James Wood en sus ensayos. El abanico de sus lecturas resulta inobjetable: de Juan Villoro a Teju Cole, de Patrick MacGuinness a Kiran Desai, pero también su romántico fanatismo en defensa de la literatura, que le hace venirse muy arriba en cuanto puede: "...la profunda certeza de que la escritura importaba, de que valía la pena vivir y morir por los grandes libros y de que, en consecuencia, era necesario identificar los libros malos o aburridos, separar el grano de la paja".

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