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Mala Fama

Los escritores españoles defendían a Castro mientras los cubanos lo querían muerto

Entre mediados de los años 90 y principios del siglo XXI se publicaron en nuestro país decenas de autores cubanos que poco a poco fueron desapareciendo de las librerías

Detalle de portada de 'La casa y la isla', de Ronaldo Menéndez

En el mercado editorial español, lo único que no pasa de moda es publicar franceses. Todo lo demás, tarde o temprano, se llena de polvo.

Las modas las inicia o un capricho o un éxito comercial. Seguramente fue un capricho lo que dio pie a la moda de publicar cubanos a mediados de los años 90.

Casi el primero fue Abilio Estévez. Su novela 'Tuyo es el reino' (1997) fue señalada por su editorial, Tusquets, como “el renacimiento de la literatura cubana”. Quizá bastó esa etiqueta, esa publicidad bíblica, para que se abrieran las aguas: toda España publicó a un cubano; había que publicar cubanos; había que leerlos.

Lengua de Trapo trajo dos: Ronaldo Menéndez y Karla Suárez, mientras que Siruela armó la antología 'Nuevos narradores cubanos' (1998). Anagrama encontró a su cubano haciendo lo que todos creíamos que hacían sin parar los cubanos: algo sucio; hablamos de Pedro Juan Gutiérrez y su exitosísima 'Trilogía sucia de La Habana' (1998).

Un estreno cinematográfico dio brío a la nueva ola: Julian Schnabel proponía en 'Antes que anochezca' (2000) un biopic del mítico escritor cubano Reinaldo Arenas, con Javier Bardem como protagonista. ¿Quién era Reinaldo Arenas? Varias reediciones de sus obras (en Tusquets) satisficieron nuestra curiosidad.

Anticastristas

Los autores cubanos, en general, hablaban mal del castrismo. Guillermo Cabrera Infante soñaba con ver morir a Fidel. Zoé Valdés tenía preparada su vuelta a Cuba para cuando el feliz óbito sucediera. Iván de la Nuez ('El mapa de sal') ya daba por hecho el poscomunismo. Nos parecía increíble, a los lectores, que Fidel Castro no se muriera entonces, cuando tanta falta le hacía a su literatura.

¿Quién defendía a Fidel Castro? Los intelectuales españoles. El rifirrafe entre cubanos hablando mal de Cuba y españoles hablando bien del país de los demás alcanzó su bahía de Cochinos en 2004: Belén Gopegui publicó 'El lado frío de la almohada' (Anagrama). Zoé Valdés entró al trapo, con un artículo; Gopegui contestó. No podíamos vivir sin Cuba, sin posicionarnos, sin el son.

Decadencia

Ena Lucía Portela tenía un nombre increíble y escribía de puta madre: 'Cien botellas contra una pared' obtuvo el premio Jaén (Debate). Pedro Juan Gutiérrez no paraba de publicar; Wendy Guerra posó desnuda para Daniel Morzinski y, lo más llamativo, Willy Toledo hacía películas.

¿Cuándo se vino todo abajo?

El caso es que nos cansamos de los cubanos, de Fidel, de tanto meneíto. Autores imprescindibles se volvieron de pronto inencontrables

Lo ignoro. Seguramente la culpa fue de Willy Toledo, pero el caso es que nos cansamos de los cubanos, de Fidel, de tanto meneíto. Autores que ya parecían imprescindibles se volvieron de pronto inencontrables. Se puso de moda la novela nórdica; se murió Cabrera Infante; Corea del Norte empezó a molar más. Yo qué sé.

El caso más aleccionador fue el de Pedro Juan Gutiérrez. Un día me acordé de él -hace dos o tres años- y entré en su web personal. Todas sus obras en Anagrama estaban traducidas a veinte idiomas como poco, en las mejores editoriales además. De su último libro decía: “disponible”.

El favor de Fidel

El propio Pedro Juan volvió a Anagrama el año pasado, después de casi una década “disponible”. La muerte de Fidel Castro ha pillado a la literatura cubana sin lectores; a lo mejor le hace un favor y le da algunos.

Yo he leído a toda prisa una novela cubana nueva para ver cómo se lee a los cubanos con la muerte de Castro de fondo. No sé a ustedes, pero de pronto me ha apetecido mucho que me cuenten Cuba.

No entendería que un polaco me explicara la Transición como si supiera más de ella que yo, pero es lo que hacemos alegremente en España

'La casa y la isla' (Alianza) es la última y más larga novela de Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970), escritor que salió de Cuba con veinte años. El sábado pasado lo llamaron de La Sexta Noche para que escuchara lo que los españoles le teníamos que decir sobre su país.

A mí no sé qué me parecería que un polaco, pongamos por caso, me explicara la Transición como si supiera más de ella que yo, pero es lo que hacemos alegremente en España. La posición cubana -anticastrista- la resume a la perfección este vídeo de Reinaldo Arenas. ¡Qué facil es defender Cuba en Black Friday, amigos!

Reinaldo Arenas

La casa y la isla

La novela de Ronaldo Menéndez es, además, estupenda. Empieza con la pobre Rebeca, que acaba de descubrir que su marido le está siendo infiel con Anabela, su alumna en la universidad. Cuando el infiel muere en un accidente, Rebeca y Anabela se encuentran en la casa de un médico, encuentro que es en verdad un reencuentro, porque ambas se iniciaron juntas en las cosas de la vida cuando eran adolescentes. Fue en la Escuela Lenin, centro formativo de los futuros cuadros dirigentes de Cuba. Anabela fue expulsada por no confesar con quien había cometido “práctica de pareja”. Fue con Rebeca.

Menéndez emplea un estilo vistoso, alegre y velocísimo para contarnos cómo hacen la revolución los tontos. “Comecandelas” se llama en Cuba a los revolucionarios inquebrantables, esos que no compran nunca en el mercado negro, así se muera su madre.

Anabela, pobre y abnegada, descubre mientras estudia en la Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin que los hijos de los ministros no pasan necesidad alguna, sino que viven en mansiones con buenas neveras llenas de coca-colas y ven películas estadounidenses en grandes televisores. “Fabulosas fiestas de La Habana oculta”, o sea. Y ella haciendo la revolución tan tontamente.

Anabela, pobre y abnegada, descubre que los hijos de los ministros no pasan necesidad alguna, sino que viven en mansiones con buenas neveras

También descubre o malicia que “hacer méritos de delación” es casi “un instinto reflejo” en la sociedad socialista, así como que “ser más revolucionario y fidelista que el Comandante no es en absoluto buena idea”. Aclara el autor: “Si en Cuba todo el mundo trabajara como lo hacían el padre de Anabela y otro puñado de revolucionarios, el sistema hace tiempo que habría fracasado. (….) Quizá el gran secreto de la perpetuidad revolucionaria cubana está en el tremendo relajo laboral y la desaforada vagancia de la que ha gozado todo el pueblo trabajador.”

Las estrafalarias formas de huir de la isla, la curiosa Orden 18 que mandó disidentes a la guerra de Angola o el asociacionismo literario son otros temas que trata con ilustrativa lucidez Ronaldo Menéndez en 'La casa y la isla', novela que sugiere nuevas interpretaciones para el concepto de bloqueo: “Quizá el bloqueo somos nosotros mismos.”

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