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El patio del Congreso

No habrá paz en el PP

Los afiliados han dado la espalda a las primarias y en el congreso habrá choque de legitimidades con Cospedal, la gran derrotada con opción de decidir en favor de Casado

Imagen: Enrique Villarino.

No habrá paz en el PP, porque el resultado de las históricas primarias del partido no garantiza que acabe la guerra interna y el perverso sistema de elección diseñado hace que se prolongue la dura batalla, con un resultado muy incierto. Soraya Sáenz de Santamaría ha ganado; Pablo Casado ha quedado con opciones a muy pocos votos, y Dolores de Cospedal, la gran derrotada, tiene en su mano hacer que los compromisarios den la vuelta al resultado de los afiliados y sin duda lo intentará. Y está por ver el futuro del PP con esta situación endiablada.

Habrá en el congreso un frente anti-Soraya de perdedores contra la candidatura más votada. Lo contrario que suele defender el PP.

El choque de legitimidades está garantizado, salvo difícil acuerdo hasta el congreso del día 20 de julio. Se enfrentan la legitimidad de las bases que han apoyado a la exvicepresidenta y la de los compromisarios que, teóricamente, responden más al aparato del partido al que pertenece claramente Cospedal. De nuevo se confirma que en primarias se vota contra el aparato, porque Casado se presentaba como candidato de la renovación y al margen de la dirección.

Y el resultado es tan ajustado que no parece probable el acuerdo. El propio Casado aseguró en campaña que si no ganaba, no aceptaría ningún cargo pactado con la vencedora. Aunque debe prepararse para las presiones, está preso de esas palabras y de sus opciones para liderar el PP, para lo que se ha preparado durante años. Puede ganar con apoyo de todos los demás si los compromisarios responden a esas indicaciones de los candidatos.

Si el congreso da la vuelta al resultado, Casado será líder no siendo el más apoyado por los afiliados. Si gana Sáenz de Santamaría, tendrá una parte importante del partido en contra, según muestra la distribución geográfica del voto. Y Cospedal podrá vengarse. El perverso sistema diseñado por la dirección del PP de Rajoy queda en evidencia con este proceso y mantiene la duda de si será posible la paz en el PP en el futuro inmediato. Las dobles vueltas en elecciones tienen sentido cuando es el mismo cuerpo electoral, pero es un error de diseño cuando un cuerpo electoral puede corregir al otro y el corregido es el de voto directo. La inopinada renuncia de Alberto Núñez Feijóo ha puesto de manifiesto las carencias del sistema, previsto para otras circunstancias.

Ya es significativo que los afiliados hayan mostrado su indiferencia a las primarias y haya votado un número muy reducido, aunque ya haya quedado claro que ni de lejos llegan al dato de los 800.000 que tanto ha utilizado la dirección del PP en los últimos años. No parece interesarles ni el sistema ni el proceso.

Con la dificultad de interpretar datos con una participación tan reducida, da la impresión de que los afiliados del PP han dado su apoyo a la gestión del Gobierno de Mariano Rajoy. Al menos los pocos que han votado en las históricas primarias del principal partido de España han querido que Sáenz de Santamaría, la principal colaboradora de Mariano Rajoy, su mano derecha en el Gobierno, sea su líder y candidata en las elecciones generales. De alguna manera, las bases del PP han reaccionado a la moción de censura que lo sacó de La Moncloa.

Sáenz de Santamaría ha ganado al partido, al que representan Dolores de Cospedal y Pablo Casado, al menos, la primera batalla. La exvicepresidenta ha roto el estereotipo de su lejanía de las bases, su encierro en La Moncloa y el rechazo de dirigentes y barones. Por eso, su victoria no garantiza la paz interna, porque tendrá territorios importantes en contra.

Sobre todo, ha derrotado a Cospedal, su gran rival, que queda fuera, y es muy notable que los afiliados no quieran a la máxima autoridad del partido en ausencia de Rajoy. Lo curioso es que tiene en su mano el futuro del PP, aunque ella ya no compita directamente.

Podría entenderse que los afiliados castigan la manera de afrontar los escándalos, porque ella ha sido la cara del partido frente a los casos de corrupción. Si la moción de censura tenía como motivo la sentencia de Gürtel, en esta segunda vuelta de moción de censura, la más dolorosa, también se rechazan esos casos por parte de los afiliados y, por eso, se deja fuera a la secretaria general. Se abre la duda sobre su futuro. Sigue siendo presidenta del PP de Castilla-La Mancha, aunque está por ver que acepte ser candidata en esa comunidad o ser cabeza de lista en las europeas con el lastre de no ser querida entre sus bases.

Una de las bazas a tener en cuenta es que la victoria final de Sáenz de Satamaría significaría, además, que por primera vez una mujer puede estar en condiciones de ser presidenta del Gobierno en España. Y sería como cabeza de lista del PP y no de otros partidos que, como el PSOE o Podemos, tienen en su ideario el feminismo, la paridad y las listas cremallera. Puede repetirse la imagen del debate de las últimas generales en que Sáenz de Santamaría se enfrentó a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera.

Casado ha logrado un resultado meritorio. Era el candidato más inexperto, el que más utilizaba la bandera del cambio, el salto generacional, la renovación y la rectificación, aunque estuviera incrustado en la dirección del partido. Su opción no es la del riesgo absoluto, porque procede de lo más profundo del partido, desde el aznarismo, el aguirrismo y la dirección de Génova, pero sí lo es en comparación con sus dos oponentes. Era el candidato más nuevo de los tres.

Tiene opciones para ganar la segunda vuelta, a pesar de que hay una sombra de duda sobre la investigación de sus estudios, que parece no haber influido en el voto de las bases. No lo consideran importante.

Sáenz de Santamaría gana, y como diría el expresidente del Gobierno, “eso no es cosa menor”, porque en la campaña ella ha defendido la continuidad de la gestión del Gobierno desde 2011 y, de hecho, ha sido la mano derecha de Rajoy y la ejecutora de su política en La Moncloa, siendo la más votada.

Los afiliados que han votado han decidido que quieren que la exvicepresidenta lidere el partido y mantenga la misma política. Después de más de seis años de ejercicio del poder y de todopoderosa vicepresidenta, ha tenido el apoyo de las bases de su partido, aunque se decía que ha ejercido ese poder muy lejos de los que les habían votado. Pero los compromisarios volverán a decidir.

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