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La involución del islam

Si en algo puede ponerse de acuerdo todo el mundo, ya sean musulmanes o no, es que la principal amenaza de la humanidad en este nuevo siglo es el terrorismo islamista

Manifestantes ondean banderas durante una protesta contra el fallido golpe de Estado en Estambul. (EFE)

El debate se suele zanjar con una simple sucesión de fotografías que deja boquiabierto a cualquiera. Muchas veces, cuando se habla de Turquía, de Egipto o de Marruecos, se buscan en la web algunas imágenes de mujeres en esos países en los años sesenta o setenta y se comparan con las actuales: el resultado es abrumador. A medida que han pasado los años, las fotografías se han ido llenando de velos y de burkas. Las presentadoras de televisión que hace 40 años aparecían sin velo ya no existen. Las estampas de un grupo de mujeres con falda, sentadas en una terraza, ya no existen. Las fotografías de un grupo de alumnos en la puerta de alguna universidad en que solo se apreciaba la juventud, sin signos externos de religiosidad, ya no existen. ¿Tenemos que verlo como un síntoma de normalidad, irrelevante, o la expresión más clara de que el islam involuciona?

Estos días, a raíz de lo ocurrido en Turquía, hay quien acertadamente ha recordado aquello que decía Ortega y Gasset de que conviene esforzarse en ver claro. “No vivimos para pensar, sino al revés: pensamos para lograr pervivir”, sostenía el filósofo español. Y, ciertamente, ese debería ser el principio de toda reflexión sobre el islam de la actualidad.

Como ya ha quedado plasmado en otras ocasiones, lo que nadie debe interpretar es que cualquier crítica que se haga sobre el islam, de la misma forma que las que se puedan realizar sobre otra religión cualquiera, incluida la católica, presupone un desprecio general por el hecho religioso. La religión forma parte de la libertad individual de las personas y como tal derecho fundamental, debe respetarse. Más claro aún: la crítica al islam no conlleva ningún tipo de matiz despreciativo, apártense los islamófobos. La cuestión es que si en algo puede ponerse de acuerdo todo el mundo, ya sean musulmanes o no, es que la principal amenaza de la humanidad en este nuevo siglo es el terrorismo islamista, que ha derivado hacia una nueva guerra mundial, global, porque lo que está en peligro, lo que se ataca, es la civilización, la convivencia y la paz.

Para combatir el terrorismo islamista del Estado Islámico, es fundamental que el islam evolucione hacia la normalización de la religión en estados laicos

A partir de ahí, lo que también ha quedado claro es que para combatir el terrorismo islamista del Estado Islámico, es fundamental que el islam evolucione hacia la normalización de la religión en estados laicos. Ningún país islámico puede profundizar en una verdadera democracia mientras siga imperando la ley islámica. En el siglo VI después de Jesucristo, el arcángel Gabriel se le apareció a Mahoma y le reveló el Corán. Mahoma ejercía el poder político, social y religioso de toda la 'umma', la comunidad de creyentes, como ocurría en otras religiones y culturas que durante siglos y siglos defendían el origen divino de sus reyes, de sus emperadores, de sus zares o de sus faraones. De ese esquema clásico, básico, de la historia de la humanidad, el avance decisivo que se da en la civilización es la separación de Iglesia y Estado. Lo extraordinario, la verdadera anomalía de quienes profesan el islam con respecto a otras religiones, es que, tantos siglos después, lo que impere sea la defensa de la ley religiosa en el Estado. No solo eso, sino que a medida que avanzan los años, existe una clara regresión hacia estados cada vez más supeditados a la ley islámica, la sharía.

La ‘primavera árabe’ ya ofreció signos claros de esa involución que ahora se está redondeando con lo ocurrido en Turquía. Sinceramente, cuando se tuvieron las primeras noticias del golpe de Estado, mi primera reacción inconsciente fue la de contemplar con satisfacción la asonada, porque la deriva más peligrosa de Turquía es, precisamente, la deriva islamista y autoritaria de Erdogán. ¿Acaso no se le ha reconocido siempre al ejército turco su cualidad de garante del laicismo en Turquía, desde los tiempos de Ataturk? Con la represión vivida tras el golpe de Estado, lo único que ha quedado claro es que si Ataturk viviera, estaría entre los encarcelados por Erdogán. ¿Cuál ha sido el verdadero golpe de Estado que se ha vivido en Turquía?

La anomalía de quienes profesan el Islam con respecto a otras religiones, es que tantos siglos después lo que impere sea la defensa de la ley religiosa en el Estado

Ninguno de los países occidentales que condenaron el intento de golpe de Estado de los militares turcos ha reaccionado igual, con la misma contundencia, cuando Erdogán proclamó que el golpe era “un regalo de dios para limpiar el ejército”, solo que después lo ha extendido a toda la sociedad, con cerca de 50.000 trabajadores destituidos y 8.000 detenidos entre militares, policías, jueces, fiscales, profesores y civiles, según las cifras que están facilitando algunos medios turcos.

Esforcémonos en ver claro, como decía Ortega: para combatir con eficacia el terrorismo islámico, que es la principal amenaza de la civilización en el siglo XXI, el islam tiene que evolucionar hacia estados libres, democráticos y de derecho que contribuyan a aislar a los fanáticos asesinos y a quienes los amparan. Como ya se ha dicho aquí, el problema no es el islam, pero está en el islam.

El error de diagnóstico más grave de este momento sería que, por la amenaza mayor del Estado Islámico, se comience a tolerar y a respaldar a nuevos dictadores islamistas, que someten a su pueblo con el imperio de la sharía, por el mero hecho de no prestar apoyo formal a los terroristas. La elección no puede ser nunca entre lo malo y lo peor; la aspiración del islam tiene que ser la de avanzar hacia estados democráticos y laicos. La involución que se está fraguando no puede ser nunca la alternativa. Deberían defenderlo así, sobre todo, los millones de hombres y mujeres que profesan en todo el mundo la religión islámica y que son las víctimas principales del fundamentalismo, en todas sus expresiones.

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