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El doctor Spiriman contra la Jungla de Andalucía

Jesús Candel, bajo el sobrenombre de Spiriman, se convertía en cada vídeo en un solo profesional contra uno de los mayores complejos hospitalarios de Europa

Jesús Candel, conocido como Spiriman, en la manifestación del domingo 16 de octubre. (EFE)

La calle no tiene dueño. La calle, la puta calle, donde se cuecen las habas, donde hierve la sangre y después se congela; la calle que abarca y aprieta, que destroza las encuestas y rompe las estrategias; la calle es imprevisible y feroz como tantas veces es dócil y maleable. Cuando la calle llora, siempre mama. Y el último en España que ha demostrado de lo que es capaz la calle es un médico de Granada desconocido para la mayoría de este país. Un tipo con sobrenombre de cómic, Spiriman, que ha conseguido la extraordinaria proeza de convocar a 50.000 personas en Granada, es decir, casi una cuarta parte de la población de esta capital andaluza de tamaño medio; es decir, el equivalente a una protesta que reuniera en Madrid a casi un millón de madrileños indignados con los recortes sanitarios. Solo en los momentos de una gran convulsión en España, como en el atentado del 11 de Marzo o en el asesinato de Miguel Angel Blanco, se recuerda una movilización similar en Granada. Y lo ha conseguido una sola persona. Utilizando el lenguaje burlón de muchos funcionarios andaluces, podría ponérsele a la aventura de este 'outsider' de la protesta social un nombre de cómic: ‘Spiriman contra la Jungla de Andalucía’.

Con una gorra y unas gafas de sol, Jesús Candel se convertía en cada vídeo en el Spiriman que luchaba contra el inmenso aparato de la Junta de Andalucía, un solo profesional contra uno de los mayores complejos hospitalarios de Europa, con un presupuesto cercano a los 9.000 millones de euros. En medio de ese magma, ‘la Jungla de Andalucía’, aparece Spiriman con la protesta que han secundado de forma mayoritaria los granadinos. En adelante, ya se verá en qué queda todo, si se extiende o se difumina, porque la sanidad andaluza, aunque siempre ha presumido de contar con la aceptación de la mayoría de los usuarios, es también una de las parcelas más sensibles de una administración pública; un campo en el que, si se caldean los ánimos, cualquier incidente puede estallar y desembocar en una protesta gigante. A finales del pasado año, Comisiones Obreras hizo público un informe en el que concluía que, en contra del discurso de defensa de lo público por parte de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, la realidad es la contraria: Andalucía ha liderado los recortes sanitarios en España. Entre los años 2009 y 2015, en Andalucía ha habido un descenso presupuestario en sanidad de 1.400 millones de euros, que representa un 13,9%, frente al 9% de media en el conjunto de España. El ‘tijeretazo’ descomunal se ha traducido en una importante disminución de las camas hospitalarias, el aumento de las listas de espera y la disminución de las infraestructuras sanitarias, que han caído un 78,5% en ese tiempo.

Entre esos recortes, están los de Granada, el nuevo hospital prometido que nunca llegó a ponerse en funcionamiento y que ahora se fusiona con el existente, dando lugar a traslados y disfunciones que los granadinos no están dispuestos a asumir. La multitudinaria manifestación del pasado sábado 16 de octubre llevaba ese lema en la cabecera: “Dos hospitales completos y una asistencia sanitaria integrada”. En medio del cabreo, Spiriman, con las gafas y su grito de guerra, “yeaaah”, anima a todo el mundo, pero sobre todo a los propios profesionales del sistema público de salud, a rebelarse contra la Junta de Andalucía. “Con los medios que tenemos, es indigno lo que estamos pasando. Y todo esto pasa porque nos callamos. Pero yo no me pienso callar; me vais a tener hasta en la sopa porque lo he vivido y sé lo que está pasando. Estoy harto de que nos callemos, la culpa es nuestra por callarnos”.

Jesús Candel o 'Spiriman', ante el hospital clínico de Granada.

La calle, la puta, no la que se quiere ocupar, sino la que ya está ocupada; la calle, las aceras, la vida apacible y rutinaria de la gente puede ser un bálsamo o una fuerte marea, y ahí radica su peligro extremo, porque puede tumbar gobiernos o auparlos. Construye tronos y cava tumbas. Quien tiene el favor de la calle tiene el poder, eso lo saben todos. Ese es el error fundamental de Pablo Iglesias cuando habla de “ocupar la calle”, porque la calle ya está ocupada y un político, cualquier líder, solo puede aspirar a conectar con la calle, a sentirse parte de ella, a comprenderla y, si tienes ese don, a representarla. La calle no se ocupa por una decisión de despacho, ni por una estrategia política. La calle es el espíritu del Mayo del 68 o el espíritu del 15-M, y eso nunca se organiza ni se planifica. O en su escala, lo que le ha ocurrido a Spiriman, que es algo de lo que no puede presumir ninguno de los partidos políticos andaluces, que estaban ausentes o sin protagonismo en esa protesta.

Ese es el error de Pablo Iglesias cuando habla de “ocupar la calle”, porque la calle ya está ocupada y un político solo puede aspirar a conectar con la calle

Tan significativo ha sido todo que, pasados tan solo un par de días desde la protesta de Granada, en el Parlamento andaluz se unieron fuerzas tan dispares como Podemos, Izquierda Unida y el Partido Popular para instar a Susana Díaz a que paralizara su proyecto de la fusión de la gestión hospitalaria. Se celebraba el debate del Estado de la Comunidad y el rugido de la calle en Granada retumbó entre las paredes de piedra del Parlamento andaluz, que por algo es un antiguo hospital del siglo XVI. El Gobierno y sus aliados, los diputados de Ciudadanos, se opusieron. Lo que sí aprobaron los dos, el PSOE y Ciudadanos, fue mantener el número de altos cargos que hay en la Junta de Andalucía y los privilegios de los que disfrutan, como la 'casa gratis' para los que no vivan en la misma ciudad. Eso es no enterarse de nada. No saben que cuando retumba la calle, crujen las sillas de los despachos del poder, de la Jungla de Andalucía.

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