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Por qué China nos envía ayuda justo ahora: la verdadera debilidad de España

Hemos entrado en una nueva fase mundial, con el coronavirus de fondo, y nuestro país está sufriendo enormemente, tanto en lo sanitario como en lo económico. Se puede cambiar

Xi Jinping visita Wuhan. (Reuters)

El Consejo de Ministros previsto para el martes parte con una gran diferencia de fondo. El BCE afirma haber liberado 60.000 millones de euros para que los bancos españoles puedan prestarlos en un momento difícil, pero no es cierto. Simplemente ha rebajado el nivel de solvencia que les exige, y los bancos, que están mal, le han exigido al Gobierno que respalde lo que presten con avales públicos (lo cual es un buen negocio, porque nunca pierden). Calviño se opuso en parte, insistiendo en que eso no sería más que otro rescate a los bancos que le descuadraría las cuentas por completo. En la izquierda, Podemos insiste en que el gasto debe ser social, y su propuesta de que el Estado comparta una parte del salario de aquellos trabajadores que pudieran perder su empleo por la inactividad de su empresa, siempre que no se rompa la relación laboral, forma parte de ese escudo social que entiende imprescindible. Una perspectiva a la que se ha sumado hasta Toni Roldán.

En esos equilibrios estamos, pensando en a quién se ayuda más, que son muy complicados por el gran coste que pueden tener en el futuro, y eso sin perder de vista el enorme esfuerzo que vamos a tener que hacer, en todos los sentidos, para lograr lo prioritario, atajar el coronavirus.

Lo esencial es qué medidas tomar ahora para que la economía española se recupere tras esta crisis

El problema, no obstante, va más allá de si ayudar a los bancos, a las pequeñas empresas, a los trabajadores o dar prioridad a las exigencias de Bruselas y las de los mercados, que son las que marcan el paso de lo que efectivamente se puede hacer. Lo esencial es qué medidas tomar ahora para recuperar la economía española después de este parón. Es una tarea compleja, ya que las grandes empresas están realizando ajustes de empleo y recortando para generar confianza a los mercados, las pequeñas y medianas empresas lo van a pasar muy mal, especialmente si la situación de crisis permanece tras la cuarentena, lo que también causará más desempleo y salarios bajos generalizados para el resto de la población, y eso sin contar con que los gastos destinados a la subsistencia seguirán siendo elevados. Si lo vemos así, no parece haber demasiado lugar para la esperanza. Pero hay otras posibilidades.

El regreso a lo real

No nos va quedar más remedio, si queremos que la situación española mejore, que el regreso a lo real, y China nos lo demuestra. Nos hemos pasado mucho tiempo metidos en esa suerte de idealismo económico que privilegiaba lo financiero, los dividendos y las recompras de acciones, un mundo virtual paralelo al de las empresas productivas que nos ha hecho mucho daño. Las grandes empresas españolas, por ejemplo, van a tener que ajustar costes de todos lados, solo para generar confianza en unos mercados que se alejan a toda prisa de ellas. Como esas lógicas operativas parecen difíciles de sobrepasar, y más cuando no se quiere hacerlo, solo nos quedarán para tirar del carro las medianas y las pequeñas empresas, además del empleo que creen las instituciones estatales y autonómicas. Este debería ser el camino que debería reforzarse, porque es el que nos llevaría a la salida, aunque choque con las recetas económicas ortodoxas.

Las políticas económicas y la economía política ortodoxas no han servido para fortalecernos, y cuando la crisis estalló nos dejaron al descubierto

Es probable, sin embargo, que no nos salgamos del camino marcado, y respondamos a la crisis con la misma mentalidad que nos llevó a esta situación tan endeble. Y sería un enorme error, porque esas políticas económicas y esa economía política no nos han servido para fortalecernos, y cuando la crisis ha estallado nuestra debilidad ha quedado al descubierto. Además, este es el momento de replantearnos una estructura productiva que nos entrega a las inclemencias. Habitualmente, cuando este tema ha salido a discusión, se nos ha dicho que deberíamos ir más allá del turismo y los servicios, que deberíamos centrarnos en la innovación y en las nuevas tecnologías. No es mala idea, pero resulta claramente insuficiente si no se pone el foco en algo mucho más cotidiano y directo: serán la pequeña y mediana empresa y los autónomos los sectores en los que nos tendremos que apoyar para mantener los empleos y crear nuevos, así como en la acción estatal: hacen falta muchos médicos, enfermeras, profesores y demás profesionales públicos, como estamos constatando. Si en lugar de eso, apostamos por el capital extranjero o por el capital volátil, nos estaremos equivocando. Un ejemplo, entre otros muchos, es el caso de Burger King, una empresa propiedad de un fondo global, que pone a 14.000 personas en la calle en España: es capital que huye rápido en cuanto sopla el viento.

Dos razones contundentes

Este fortalecimiento de las empresas nacionales y el nuevo papel del Estado en el empleo no es una opción, es una necesidad, y por dos razones contundentes. Vamos hacia un nuevo orden internacional, en el que EEUU, Reino Unido y Alemania, por citar a las potencias occidentales, están apostando ya por actuar así, lo cual nos va a obligar a hacer lo mismo, pronto o tarde; o eso, o nos veremos obligados a vender todo lo que tengamos, como Grecia. En segundo lugar, un Estado no es un Estado si carece de todo lo estratégicamente importante, y España cada vez es más delgada en ese sentido.

Hay una guerra económica y geopolítica abierta por dominar el mercado europeo y China está moviendo ficha con el coronavirus

Y aquí llega el momento de contestar a la pregunta del titular. Si nos preguntamos por los motivos por los que Xi Jinping ayuda a los países del sur de Europa, podríamos concluir fácilmente que es una operación de relaciones públicas en el contexto de un cambio geopolítico, que China quiere ganarse el aprecio de Occidente y más aún el de países con los que puede tener buenas relaciones; que hay una guerra económica abierta por dominar el mercado europeo y que China está moviendo ficha.

Pero para que esa respuesta sea posible, hay que constatar algo que se nos pasa por alto: China nos manda material sanitario porque tiene y porque puede. Y en esta obviedad yace todo un mundo.

Quién nos ayuda

España decidió no producir casi nada en nuestro país; o, mejor dicho, nuestros políticos, empresarios y economistas lo decidieron por nosotros. Para ellos tenía ventajas, para España muchas menos, porque nos debilitaba grandemente, hasta el punto de que España no puede abastecerse por sí misma en casi nada de lo que necesita para sobrevivir. Nos dijeron que no era problema, ya que, en el mundo global estábamos suficientemente interconectados como para suplir de inmediato cualquier carencia. Lo que no nos contaron fue que, cuando las cosas se torcieran, eso no se cumpliría, o que si nos ayudaban sería con un precio muy elevado, como bien sabemos. Nos dijeron también que formábamos parte de un bloque, el europeo, que estaba pensado para la solidaridad y la ayuda mutua, y no ha sido así. De modo que, al final han venido en nuestra ayuda justo aquellos, los chinos, a los que dijimos que fabricaran las cosas reales. Nosotros no las tenemos, ellos sí, y por eso están en disposición de enviárnoslas.

Alemania puede tomar medidas ambiciosas porque tiene un músculo, al que nosotros hemos contribuido, del que carecemos

Ahora no nos parece buena idea. Tampoco lo era entonces. Pero convenía a las cuentas de resultados, a los dividendos y a los accionistas, no a la clase media ni a la trabajadora occidental ni a la clase media y a la trabajadora española. Y tampoco le convenía a España, ya que ha dejado al Estado con enormes debilidades estratégicas en un momento crucial como el presente. Un par de ejemplos, entre otros muchos. En el aspecto sanitario carecemos de los instrumentos, el material, los espacios y el personal necesarios para hacer frente con eficacia y rapidez a una emergencia. Nos quedamos con lo mínimo, tenemos lo mínimo, y con eso es mucho más difícil dar una respuesta adecuada. China no. Y en lo económico ha ocurrido igual: Alemania puede tomar medidas ambiciosas porque tiene un músculo, al que nosotros hemos contribuido, del que carecemos.

El Covid-19 y la guerra económica

Es hora, pues de tomar conciencia de que este cierre de las fronteras y del mundo global no está causado únicamente por el Covid-19, es algo que EEUU ya puso en marcha, y al que siguieron el Reino Unido y Alemania; que el coronavirus es un problema de primera magnitud que, más allá de lo sanitario, está siendo utilizado como parte de una guerra económica y geopolítica en la que ya estábamos inmersos y en la que tenemos que saber cómo jugar.

Lo que hace falta no es un plan Marshall sanitario, lo que hace falta es un plan Marshall, y la UE debería liderarlo: se juega su existencia

Por eso me resulta absurdo que en el Consejo de Ministros cada cual piense en sí mismo y en aquellos a los que defiende, y nadie en términos colectivos. Entiendo que los bancos quieran que se les avale, que las pymes demanden ayudas y que la izquierda piense en términos de escudo social. Pero por necesario que sea, que lo es, ayudar a quienes lo pasan mal, como los pequeños empresarios, los autónomos y los trabajadores, lo que está en juego no es qué medidas paliativas se ponen en marcha (algo que después nos cobrarán caro, por cierto) sino cómo reconstruir nuestra economía y nuestro Estado, y desde luego, repensar el problema de la deuda. Hace falta una mirada mucho más amplia, y menos gente pensando en su parcela y no me refiero solo a los nacionalistas. Lo que está en juego es nuestro futuro y en esta crisis tenemos la oportunidad de rehacerlo en términos mucho más favorables para todos.

La ruptura de la globalización

Hemos de entender que la ruptura de la globalización nos lleva a otra lógica. Los países como España no van a poder actuar solos, tendrán necesariamente que aliarse con otros. Pero el país que sea fuerte, esté unido y posea solidez en lo real, logrará muchas mejores condiciones de asociación en el futuro. Por eso, lo que hace falta no es un plan Marshall sanitario, lo que hace falta es un plan Marshall, que debería estar liderado por la UE, la única opción que tiene de salvarse. No lo hará, y seguiremos con medidas pequeñas, con bajadas de tipos de interés, discusiones sobre política fiscal (que quieren decir que al final las clases medias y las trabajadoras pagarán más impuestos por vía directa o indirecta) y enredados en términos como crisis de oferta y de demanda, y recuperación en U o en L. Lo que hace falta es un New Deal. Si se quieren salvar las democracias y las libertades, es el camino. Si no, tensiones sociales crecientes y autoritarismo. La historia nos lo enseña y no será distinto ahora. Tomadlo en serio.

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