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El dedo en el ojo: qué se dice en China sobre la polémica racista en EEUU

El tema de la semana en Occidente ha sido el debate abierto en la vertiente cultural del racismo. Los expertos chinos tienen una visión más descarnada del asunto

Una mujer en Guangzhou, delante de un cartel con los 12 valores principales del socialismo chino. (Alex Plavevski/EFE)

En esta guerra de propaganda entre China y EEUU en la que el mundo está inmerso, suele ser útil echar un vistazo a lo que cada parte afirma del rival. Viene bien para cribar las informaciones que cada uno de ellos difunde, pero también para dibujar un mapa más preciso.

El tema occidental de la semana lo ha marcado EEUU, con las reacciones al homicidio de George Floyd. Tras las manifestaciones y los disturbios, ha sido el turno de los actos de contrición: hemos visto a actores y actrices pedir perdón por haber participado en series sin diversidad racial, se han retirado películas clásicas de plataformas de distribución o se ha decapitado una estatua de Colón.

Es una sociedad que ha tomado conciencia del problema que supone el racismo de una manera extraña, ya que se ha lanzado a debates encrespados sobre qué símbolos culturales retirar y cuáles no, o sobre la inconveniencia de sumarse a esa moda. Han primado las palabras sobre los hechos, una vez más.

Muestran cierto aire de superioridad, como si Occidente estuviera cayendo en los errores que China cometió hace más de medio siglo

Estos asuntos han sido objeto de análisis, crítica, apoyo y chanza en medios de todo Occidente, incluidos los españoles. Desde China, la percepción es distinta. 'Global Times', diario oficialista del régimen, se ha hecho eco de la reacción en las redes de su país, donde parece existir cierto consenso: "La Revolución Cultural sigue viva en EEUU" ya que "los estadounidenses están haciendo algo similar a lo que hicimos en las décadas de 1960 y 1970". Estos comentarios tienen un lado retorcido, ya que contienen más una advertencia que una descripción, dadas las consecuencias que produjo la Revolución Cultural china; y sobre todo, subrayan cierta sensación de superioridad, como si Occidente estuviera cayendo en los errores que el régimen comunista cometió hace más de medio siglo.

El gesto de homenaje

Lo más llamativo proviene del análisis de la dinámica en la que suelen inscribirse estas polémicas. Lü Xiang, investigador de estudios estadounidenses en la Academia de Ciencias Sociales de China, hizo un peculiar resumen de situación. Ha habido manifestaciones, todos los medios han abordado el asunto, se han expresado múltiples perspectivas. Por supuesto, los principales políticos demócratas, desde el candidato presidencial Joe Biden hasta la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, expresaron su apoyo a las protestas, asistieron al funeral de Floyd o realizaron el gesto escogido como homenaje, ponerse de rodillas.

Han convertido la polémica en un espectáculo para ganar votos y utilizan la indignación de la gente para sus propios fines políticos

Pero ninguno de ellos abordó el tema central, el de la desigualdad, que sufren especialmente los afroamericanos y otras minorías. Su objetivo, señala Lü, es "convertir la polémica en un espectáculo para ganar votos y utilizar la indignación de la gente para sus propios fines políticos": en esto consiste en realidad la corrección política. Por eso hay gran cantidad de inmigrantes que sufren problemas similares, pero no hay ninguna fuerza política que les una en el tema crucial.

La clase mayoritaria

Tienen mucha razón los analistas chinos en un punto, ya que esa utilización enfrentada y políticamente interesada de los males sociales es demasiado común en Occidente. En los regímenes democráticos, en los que los votos de las urnas acaban otorgando el poder, el apoyo de las clases medias y las populares resultan decisivos por la simple fuerza del número. Son la parte mayoritaria de la sociedad y para ganar su aceptación y su voto, se han puesto en marcha dos narrativas, habitualmente utilizadas en EEUU, y que se han exportado a través de distintas adaptaciones al resto de Occidente.

La derecha afirma que se les obliga a pagar impuestos excesivos para ayudar a minorías raciales que no se responsabilizan de sí mismas

La derecha, como hace Trump insiste en cómo el americano medio sale perdiendo por el efecto de una pinza: los extranjeros les roban los trabajos que existen a través de la inmigración y los que deberían existir a través de la deslocalización. Además, se les obliga a pagar unos impuestos excesivos para ayudar a las minorías raciales que no responsabilizan de sí mismas: la vieja narrativa de la madre soltera negra que vive del Estado todavía sigue operativa. Este mismo esquema de pensamiento se ha trasladado a diversos países europeos, con los reajustes necesarios para que encaje en cada territorio.

Los causantes de los problemas

Los progresistas, por su parte, responsabilizan de los males sociales a ese conjunto de viejos, nacionalistas, racistas, machistas y negacionistas del cambio climático que se resisten a la modernidad y que tratan de preservar los privilegios del pasado. Hemos visto muchas expresiones de este señalamiento en el Brexit, en sus análisis de las nuevas derechas, y en todas las polémicas derivadas del 'Me Too' y el feminismo o de Greta Thunberg y la batalla por el clima, y las reencontramos tras el homicidio de George Floyd. Esa sucesión de manifestaciones, exigencia de corrección política, acusaciones en prensa y redes, y su utilización final por líderes progresistas en procesos electorales, recorre este tipo de asuntos.

En el caso estadounidense, como a menudo en Occidente, esta oposición binaria beneficia a los dos principales partidos, ya que permite tejer un discurso claramente politizado y que moviliza y enfrenta a diferentes grupos de población que se explican así su mala posición social: las clases obreras blancas y medias bajas señalan a los emigrantes, a China y a los impuestos que favorecen a las minorías, y las clases medias urbanas, los afroamericanos, los jóvenes y los activistas al nacionalismo, al racismo y al machismo.

Desde la Guerra Fría, las élites de los Estados Unidos siempre han usado las políticas de la identidad para dividir a la clase baja

Pero como bien dice nuestro sagaz analista chino, todo esto está muy bien, pero no hay ninguna opción política que junte todas estas parcelas, las recomponga y ofrezca soluciones al conjunto de los problemas. Más al contrario, lo que nos encontramos son fuerzas políticas que dividen a los grupos sociales precisamente para dejar intacto el sistema que promueve todas esas disfunciones y que está cavando más profundo el hoyo central, el que determina cómo funcionan las cosas, la desigualdad. Algo así como "para vosotros las discusiones y los enfrentamientos culturales, para nosotros los recursos".

El mapa completo

Más voces chinas: Wang Xiao, especialista en EEUU, aseguró a 'Global Times' que "desde la Guerra Fría, las élites políticas de los Estados Unidos siempre han usado las políticas de la identidad para dividir a la clase baja y transformar el conflicto entre clases en un conflicto entre minorías, grupos religiosos o personas de diferente orientación sexual, lo que facilita a las élites mantener su ventaja en un sistema capitalista".

Fan Yongpeng, especialista en EEUU de la Universidad Fudan de Shanghái, afirmó que "la política partidista entre demócratas y republicanos hace que sea casi imposible reformar los Estados Unidos de forma que se responda de manera efectiva a las demandas de su pueblo. Y debido a la cultura educativa y política de los EEUU, así como a su economía de mercado, es casi imposible que puedan reformar su sistema capitalista, incluso si es muy problemático y desigual".

En definitiva, siempre viene bien escuchar a la otra parte para tener el mapa completo. Es complicado, por ejemplo, que en China se encuentren muchos análisis académicos o artículos periodísticos que incidan en el carácter autoritario del régimen, algo que señala con frecuencia en Europa o en EEUU, pero también lo es que en Occidente se retrate el fondo de nuestros problemas de una manera tan poco cohibida como lo hacen los expertos chinos.

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