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Una Cierta Mirada

El mapa de la segunda vuelta en Francia

Hoy, como en 2002, se enfrentan un centrista y una extremista del populismo de derechas. Pero durante estos 15 años ha llovido mucho sobre Europa, y las previsiones son muy diferentes

Carteles electorales de Marine Le Pen (i) y Emmanuel Macron. (Reuters)

En el año 2002, el padre de Marine Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales francesas frente al candidato conservador, Jacques Chirac.

El frente republicano contra la extrema derecha fue una apisonadora. Le Pen, que había obtenido un 17% en la primera vuelta, sólo añadió 700.000 votos más y se quedó clavado en el 18%. Chirac saltó del 20% al 80%: desde el centro a la extrema izquierda, casi 20 millones de franceses que no lo habían apoyado en la primera vuelta se movilizaron para frenar en seco al candidato neofascista.

Nada que ver con lo que pasa ahora. Hoy como entonces, se enfrentan un centrista (más centrista Macron que Chirac) y una extremista del populismo de derechas. Pero durante estos 15 años ha llovido mucho sobre Europa, y las previsiones son muy diferentes.

Las primeras encuestas tras la primera vuelta mostraban una estimación de 61% para Macron y 39% para Le Pen. Pero la distancia parece ir reduciéndose día a día. La candidata ultra no se pone límites en la búsqueda de espacios para crecer: no ha vacilado en copiar literalmente fragmentos enteros de discursos de François Fillon ni en emitir un video en el que se dirige expresamente a los votantes de su contracara populista de la izquierda, Mélenchon, subrayando todo lo que los une (que, efectivamente, es mucho).

Partiendo de ahí, les propongo un juego de cálculos razonables que nos aproxime a lo que podría ser el resultado final este domingo. Aclarando que este no es un ejercicio científico ni pretende adquirir el rango de pronóstico: la experiencia nos va enseñando que lanzar predicciones cuando hay candidatos populistas en la carrera es un deporte de alto riesgo.

En la primera vuelta, Macron obtuvo 8,7 millones de votos frente a 7,7 millones de Le Pen. Es presumible que todos los que respaldaron directamente a uno de los dos candidatos vuelvan a hacerlo.

Fillon tuvo 7,2 millones de votos. Oficialmente ha pedido el voto para Macron, pero durante la campaña se escoró muy a la derecha; y muchos de sus seguidores ven a Macron como exministro y discípulo predilecto de Hollande, y saben que gran parte de los principales dirigentes socialistas (Valls, Ségolène Royal) visten sus colores desde hace meses.

El crecimiento de Le Pen se basa en gran medida en su capacidad de atraer a una parte importante de los votantes de Fillon. Es razonable calcular que estos podrían repartirse más o menos así: 60% para Macron, 30% para Le Pen y 10% de abstenciones o votos en blanco.

Mélenchon tuvo 7 millones de votos. Es el único de los candidatos importantes que no se ha sumado al frente republicano. Ha dicho algo así como “iré a votar y no votaré a Le Pen, pero tampoco a Macron”, lo que contiene una clara invitación a votar en blanco. Como sabemos, sus votantes están recibiendo untuosos cantos de sirena desde la otra orilla del populismo.

Cabe suponer que aproximadamente la mitad de los votantes de Mélenchon harán como su líder y se abstendrán o votarán en blanco. Distribuyamos a la otra mitad en partes iguales: 25% para Macron por lealtad republicana y 25% para Le Pen por el'“gemelage' populista que explicó Errejón (“Es obvio que nosotros y Marine Le Pen estamos en las antípodas; y sin embargo, hay un hilo común…”).

El candidato socialista, Hamon, ha pedido el voto para Macron. Es de esperar que al menos el 80% de sus 2,3 millones de votantes sigan la consigna. El 20% restante, incapaces de perdonar al desertor, se abstendrían o votarían en blanco.

Hay un sexto candidato relevante: Nicolas Dupont-Aignan, un extraño ejemplar de 'gaullismo' eurófobo que, pasando por debajo del radar, alcanzó la estimable cifra de 1,7 millones de votos. Pues bien, Le Pen ha anunciado que ese señor sería su primer ministro y él ha aceptado la designación. Adjudiquemos, pues, el 80% de sus votantes a la candidata ultra y dejemos un 10% de disconformes para Macron y otro 10% para la abstención.

Los otros cinco candidatos estuvieron por debajo del 1% y son extremistas de especies diversas que en su mayoría niegan el apoyo a ambos candidatos. Suponemos que 8 de cada 10 de sus votantes se abstendrán y el minúsculo residuo se repartirá más o menos por igual entre Macron y Le Pen.

Opinión
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Quedan los abstencionistas de la primera vuelta: 11,2 millones sumando a quienes votaron en blanco. ¿Qué harán ahora? Lo más probable es que la gran mayoría (alrededor de un 75%) vuelva a quedarse en casa. En cuanto a los que se incorporen al voto, a falta de datos seguros recurrimos a la experiencia, que indica que suelen reproducir la tendencia general. Así que los repartimos en la proporción que indican las encuestas: 60% para Macron y 40% para Le Pen.

Resultado de todos estos cálculos: con una participación igual o levemente superior a la de la primera vuelta, Macron ganaría la elección con el 56% de los votos frente al 44% para Le Pen.

La conclusión de todo ello es que probablemente el 60% representa el máximo techo alcanzable para Macron; y el 40% ya no es el objetivo de Le Pen, sino el suelo del que parte.

Con una participación igual o levemente superior a la de la primera vuelta, Macron ganaría la elección con el 56% de los votos frente al 44% para Le Pen

Es verosímil que un escenario como el descrito en nuestra simulación conduzca a una diferencia decreciente de entre 10 y 12 puntos. Y siempre hay que dejar un espacio para las turbulencias: las que pueden presentarse a última hora y las que, quizá, están ya presentes y nadie detecta hasta que se abren las urnas. Las turbulencias llevan todos los cálculos de los expertos al cubo de la basura y abren horizontes insospechados.

Con un resultado superior al 40% en las presidenciales y Los Republicanos en plena guerra civil interna, en las legislativas de junio el Frente Nacional tiene la ocasión de pasar a ser el partido de referencia de la derecha francesa. Si eso ocurriera, se produciría la paradoja que señala Carlos Yárnoz: que el mismo sistema electoral que hasta ahora los ha condenado los encumbraría, y podríamos encontrarnos con un centenar de diputados lepenistas en la próxima Asamblea Nacional (ahora tiene dos). Todo indica que, aunque el domingo se evite la catástrofe, el virus sigue propagándose a buen ritmo.

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